viernes, 11 de noviembre de 2016

Están en las nubes / Ramón Cotarelo *

O quizá no estén en las nubes, donde suelen habitar los poetas, sino en la tierra y muy en la tierra, pendientes de cosas terrenas, prácticas, inmediatas, este comité, aquella mayoría, tal convocatoria, aquel estatuto. Hacerse con el partido. Medrar. Colocar a los propios, fastidiar a los otros.

Mientras tanto, han dado el gobierno a la derecha, después de innúmeras promesas en contrario y muy frecuentes bravatas. No son oposición. Realmente, no son nada. Justo en el momento en el que la derecha arremeterá vigorizada con ese soplo de aire fétido que llega de los Estados Unidos, la oposición socialista no existe. El partido está convulso y pendiente de una solución que, cuanto más se retrase, más traumática será.

Del otro lado de la banda de la izquierda, Podemos no está en situación de hacer realidad su anuncio al producirse la abstención del PSOE: "ahora Podemos será la única oposición parlamentaria". Pero resulta que está tan inmerso en sus trifulcas internas como el PSOE. Mañana se conocerán los resultados de las primarias, sobre todo las de Madrid, símbolo del enfrentamiento entre las dos alas que, para entendernos, pueden llamarse "radical" y "moderada", pero también "sectaria" y "realista", que esto de los nombres son arenas movedizas. La insistencia en negar esta fractura (alimentada por la negativa imagen que la formación y su líder están proyectando) demuestra a las claras su existencia y su importancia.

La desarticulación de la oposición parlamentaria, viene acompañada por un clima de pesimismo en la opinión de la izquierda. Así como la derecha civilizada ve con preocupación el triunfo de Trump, la izquierda lo considera heraldo de tiempos negros y trasmite incluso una sensación de pánico. Justo en el momento en que la izquierda institucional no sabe por dónde tirar.

PS: los catalanes reciben una ayuda inesperada y a contrario de la elección de Trump. En California se ha reavivado la llama independentista. Y miran a Cataluña
 
 
La derecha
 
 
A juzgar por la consternación que reina en Europa y América Latina, la elección de Trump es el asunto interno más importante en los distintos Estados. Y lo es. Incontables los artículos que llevo leídos con un final similar, cargado de temor: ¿qué pasará? Ayer Palinuro recordaba que los gringos tienen el privilegio de elegir al presidente de un imperio, prácticamente del mundo. 
 
Desde el punto de vista de la Realpolitik (el único que cuenta) es absurdo pedir el derecho de voto en las elecciones estadounidenses para todos los habitantes del imperio. Pero no lo es desde un punto de vista político y moral: si todos los demás hemos de padecer las consecuencias de lo que decida el presidente de los EEUU, justo es participar en su elección. Somos Estados soberanos, caramba; no colonias. Hasta Caracalla extendió la ciudadanía romana a todos los hombres libres del imperio. Se dice que por pura codicia, para que pagaran impuestos. Pero lo hizo. 
 
Ahora pagamos impuestos, pero no somos ciudadanos del país en donde en última instancia se deciden. Si Trump baja  los impuestos a sus paisanos, la factura la pagaremos los demás. Y no taxation without representation.

Los virreyes de todos los territorios se han apresurado a felicitar al vencedor. Uno de los primeros, Rajoy. Está encantado. Ve cómo Trump aplica su programa: cargarse la sanidad pública, parar la inmigración como sea y bajar los impuestos. Cuando De Gaulle llegó a la presidencia de la Vª República (1958), Franco sostuvo que por fin los franceses aprendían del ejemplo español. Seguimos siendo referentes, esta vez en America. En realidad, Rajoy se siente co-elegido con Trump.

Es la derecha española y con eso está dicho todo. La derecha europea ve las cosas de otro modo, esto es, con preocupación. Y es lógico. Leí en Twitter un tuit muy bueno de Principia Marsupia (@pmarsupia) n el que se comparaban los telegramas de Rajoy y Merkel. Dos mundos. En Europa se distingue entre derecha y extrema derecha y algo que entusiasma a la segunda pone sobre aviso a la primera. Con harta razón. 
 
Es obvio que un triunfo general de la política aislacionista, que renuncia a la multilateralidad en todos los órdenes y es contraria a las zonas de libre cambio es un peligro para todos. Si la extrema derecha no ve que, de triunfar su programa, el mundo se sume en la inseguridad, la derecha, sí. Y de ahí la consternación y la inquietud. Y de ahí también que la derecha española no las sufra. En España la derecha es extrema derecha porque España es siempre más papista que el Papa.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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