El presidente electo de los Estados Unidos no descansa y mantiene en
plena actividad su particular ‘fábrica’ de noticias y espectáculos
variados que inundan los medios de comunicación de todo el mundo y en
especial de su país. Donde acaba de inaugurar unos monólogos televisivos
a través de Twitter -un remedo del plasma de Rajoy- en los que ya ha
anunciado que ‘indulta’ a Hillary Clinton -que no la piensa investigar- y
que romperá los acuerdos comerciales de USA con medio mundo empezando
por los de la zona del Pacífico.
Lo de los monólogos en vídeo en Twitter ha llamado la atención en USA
porque da la impresión que Trump no piensa ofrecer ruedas de prensa ni
entrevistas (acaba de suspender de manera brusca una que había acordado
con The New York Times) para no verse acorralado con algunas
preguntas ‘indiscretas’, porque en su entorno temen que Trump responda
cometiendo errores o de mala manera, lo que al final empeoraría la
situación.
Es decir, los primeros que temen a Trump son los suyos. Los de su
equipo y luego vienen todos los demás, incluidos los primeros dirigentes
de otros países como la primera ministra británica Theresa May que ha
tenido que decir ‘no’ a la pretensión de Trump de que Inglaterra nombre
embajador en USA al eurófobo Farage (veremos si no le pide a Rajoy que
nombre en Washington a José María Aznar).
Lo que está claro es que Trump no va a defraudar a nadie ni sus
adversarios tampoco lo van a dejar en paz. Su mandato presidencial, si
es que logra acabarlo, se convertirá pues en un tobogán infernal
político y mediático dentro y fuera de los Estados Unidos.
De ahí que la cuestión que se empieza a plantear en Washington es la
de quién le pone el cascabel al elefante furioso de la Casa Blanca, o
quién lo puede controlar para evitar que abra la caja de los truenos sin
pensárselo y con asiduidad.
De momento todos los seleccionados para su equipo de la presidencia o
para su gobierno son considerados ‘ultra’ entusiastas conservadores y
fieles seguidores de Trump, sin que por el momento aparezca un
contrapeso de cierta moderación -¿acaso Mitt Romney en la secretaría de
Estado?- por dos motivos: porque Trump no quiere, o porque a lo mejor el
invitado en cuestión no se atreve a subirse al buque de Trump, por lo
que pueda pasar.
Ahora bien si el pretendido ‘emperador’ del mundo actual está loco o
lo parece que se ande con cuidado porque estos no son los tiempos
dorados de la Roma imperial donde personajes como Calígula o Nerón
podían gobernar. Y menos en el mundo trepidante y comunicado en el que
vivimos y cuando sabemos que en Washington el Congreso no se va
amilanar, ni la UE, ni China, ni otros países por muy pequeños que sean
(Cuba incluida), y menos aún las redes sociales que él utiliza o los
medios de comunicación.
Lo que está claro es que con Trump en la Casa Blanca habrá tensión
política, económica, mediática y social. En realidad ya está en marcha
pero irá a mas. Eso sí, de momento nos conformamos con que esas
tensiones no lleguen al terreno de lo militar.
(*) Periodista
http://www.republica.com/el-manantial/2016/11/22/trump-no-descansa/
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