Los dioses del Olimpo lanzaron a Teseo
Fernández al laberinto del PSOE, a acabar con el izquierdista Minotauro
Sánchez. Realizada la faena, Teseo no consigue salir del laberinto y,
aunque Ariadna Díaz le dio un hilo, se lo ha cambiado varias veces y él
lo ha perdido otras tantas.
La
situación del principal partido de la oposición es calamitosa. Como
oposición y como partido. El sentido común manda poner témino cuanto
antes a este desbarajuste. Pero justamente ese no parece ser el criterio
de la junta, sino todo lo contrario: hay que dilatar los tiempos. Nadie
sabe quién toma las decisiones en el PSOE, aunque parece que son cosa
de dos, Díaz y Fernández, con ocasional intervención de un tercero y el
amparo simbólico del gran jarrón parlante.
Todo
es confusión. Hay una movilización de la militancia en las redes con
exigencia de congreso y primarias ya. Lo que no está claro es su
envergadura. Los de El Plural sostienen que no es mucha, por la escasa asistencia a las reuniones.
Por eso es bueno que Sánchez inicie ya su cabalgadura por los páramos
de España, a ver cuántos apoyos suscita. Pero no solo a su persona sino a
la propuesta que traiga, a su programa. Eso es inexcusable. Ese
programa tiene que trazar una línea entre el caracter dinástico del PSOE
y el ultraizquierdismo de Podemos. Tiene que ser el programa clásico de
la socialdemocracia, de izquierda reformista. Y tiene que decir qué se
propone reformar. Lo primero de todo, el tabú de que en España haya
asuntos de los que no se puede hablar: la monarquía, la Iglesia y la
unidad nacional.
El relato propio de la izquierda consiste en proponer
alternativa republicana a la primera y solución negociada de común
acuerdo a las otras dos cuestiones. Por supuesto, se incluye la defensa
del Estado del bienestar a ultranza pero con flexibilidad para las
transformaciones. La izquierda debe incidir en una reforma contitucional
específica, una del título VII entero, que no suele mencionarse, para
sustituirlo por una verdadera "constitución económica", en la estela de
la de la Constitución de Weimar de 1919 que, en cierto modo, dio origen
al derecho del trabajo. Con mayor razón ahora en que el concepto mismo
de trabajo está cambiando (y más que lo hará con la robótica) y hay que
regular jurídicamente nuevas relaciones laborales que afectan al
conjunto de la sociedad civil, al capital y al trabajo.
Ignoro
si alguien en el PSOE apostaría por un programa así e ignoro igualmente
si Sánchez tiene algo parecido en sus propósitos porque, de momento,
estos son desconocidos y solo consisten en espórádicos tuits. Pero lo
que tengo claro es que una opción de este tipo, entre el PSOE y Podemos
existe y, en el caso de que no se reintegre en su partido (bien porque
haya triunfado como variante o porque haya claudicado) podrá ejercer
como polo de atracción para la fracción de Podemos que se resiste a la
guerra de trincheras con el PSOE. Una hipotética fusión entre la
"izquierda" del PSOE y la "derecha" de Podemos es un capítulo de
política-ficción o utopía. Pero recuérdese eso tan famoso de que las
utopías son verdades prematuras.
Fráncula
El unamuniano sentimiento trágico de la vida
caracteriza a los españoles. Aquí va todo por la tremenda, todo
cuestión de vida o muerte o más muerte. El humor está mal visto. Siempre
hay alguien que se ofende. Las burlas, las chanzas, se pasan por el
tamiz del honor, la Patria, los muertos, los dioses, la familia, y
suelen acabar perseguidas por delito. Y, sin embargo, solo el humor
(que, en España, como era de esperar es negro) permite respirar
en ambientes descargados de tensión. Solo la risa relativiza la bambolla
institucional, las misas, las conmemoraciones, los homenajes.
Puede
que, en efecto, el dictador no haya muerto. Desde luego, su obra sigue
viva y muy en su línea, a pesar de desarrollarse en un contexto
democrático que siempre dificulta algo el gobierno por ordeno y mando.
Pero no solo su obra. Él mismo podría estar muerto al estilo del conde
Drácula, es decir, no muerto del todo. El hecho de que esté en una
lejana cripta en una basílica bajo una montaña, algo que recuerda un
castillo en los Cárpatos, sin que nadie haya tenido el valor de sacarlo
de ahí, quizá tenga que ver con el mantenimiento del embrujo. La fecha
del 20 de noviembre podía declararse el día (o, mejor, la noche) del
vampiro.
Aparentemente,
las autoridades municipales de Madrid y Barcelona, están empeñadas en
retirar los símbolos, recordatorios, vestigios del franquismo. En
Cataluña, también se suma la presidenta del Parlamento. En Madrid,
obviamente, no. Vayan provistas de ristras de ajos. El maleficio de
Fráncula llega muy lejos. Hace poco lo vimos en el Born de Barcelona.
Franco no está muerto. Y tampoco los que él mató.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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