lunes, 21 de noviembre de 2016

El laberinto del PSOE / Ramón Cotarelo *

Los dioses del Olimpo lanzaron a Teseo Fernández al laberinto del PSOE, a acabar con el izquierdista Minotauro Sánchez. Realizada la faena, Teseo no consigue salir del laberinto y, aunque Ariadna Díaz le dio un hilo, se lo ha cambiado varias veces y él lo ha perdido otras tantas.

La situación del principal partido de la oposición es calamitosa. Como oposición y como partido. El sentido común manda poner témino cuanto antes a este desbarajuste. Pero justamente ese no parece ser el criterio de la junta, sino todo lo contrario: hay que dilatar los tiempos. Nadie sabe quién toma las decisiones en el PSOE, aunque parece que son cosa de dos, Díaz y Fernández, con ocasional intervención de un tercero y el amparo simbólico del gran jarrón parlante.

Todo es confusión. Hay una movilización de la militancia en las redes con exigencia de congreso y primarias ya. Lo que no está claro es su envergadura. Los de El Plural sostienen que no es mucha, por la escasa asistencia a las reuniones. Por eso es bueno que Sánchez inicie ya su cabalgadura por los páramos de España, a ver cuántos apoyos suscita. Pero no solo a su persona sino a la propuesta que traiga, a su programa. Eso es inexcusable. Ese programa tiene que trazar una línea entre el caracter dinástico del PSOE y el ultraizquierdismo de Podemos. Tiene que ser el programa clásico de la socialdemocracia, de izquierda reformista. Y tiene que decir qué se propone reformar. Lo primero de todo, el tabú de que en España haya asuntos de los que no se puede hablar: la monarquía, la Iglesia y la unidad nacional. 
 
El relato propio de la izquierda consiste en proponer alternativa republicana a la primera y solución negociada de común acuerdo a las otras dos cuestiones. Por supuesto, se incluye la defensa del Estado del bienestar a ultranza pero con flexibilidad para las transformaciones. La izquierda debe incidir en una reforma contitucional específica, una del título VII entero, que no suele mencionarse, para sustituirlo por una verdadera "constitución económica", en la estela de la de la Constitución de Weimar de 1919 que, en cierto modo, dio origen al derecho del trabajo. Con mayor razón ahora en que el concepto mismo de trabajo está cambiando (y más que lo hará con la robótica) y hay que regular jurídicamente nuevas relaciones laborales que afectan al conjunto de la sociedad civil, al capital y al trabajo.

Ignoro si alguien en el PSOE apostaría por un programa así e ignoro igualmente si Sánchez tiene algo parecido en sus propósitos porque, de momento, estos son desconocidos y solo consisten en espórádicos tuits. Pero lo que tengo claro es que una opción de este tipo, entre el PSOE y Podemos existe y, en el caso de que no se reintegre en su partido (bien porque haya triunfado como variante o porque haya claudicado) podrá ejercer como polo de atracción para la fracción de Podemos que se resiste a la guerra de trincheras con el PSOE. Una hipotética fusión entre la "izquierda" del PSOE y la "derecha" de Podemos es un capítulo de política-ficción o utopía. Pero recuérdese eso tan famoso de que las utopías son verdades prematuras.
 
Fráncula
 
El unamuniano sentimiento trágico de la vida caracteriza a los españoles. Aquí va todo por la tremenda, todo cuestión de vida o muerte o más muerte. El humor está mal visto. Siempre hay alguien que se ofende. Las burlas, las chanzas, se pasan por el tamiz del honor, la Patria, los muertos, los dioses, la familia, y suelen acabar perseguidas por delito. Y, sin embargo, solo el humor (que, en España, como era de esperar es negro) permite respirar en ambientes descargados de tensión. Solo la risa relativiza la bambolla institucional, las misas, las conmemoraciones, los homenajes.

Puede que, en efecto, el dictador no haya muerto. Desde luego, su obra sigue viva y muy en su línea, a pesar de desarrollarse en un contexto democrático que siempre dificulta algo el gobierno por ordeno y mando. Pero no solo su obra. Él mismo podría estar muerto al estilo del conde Drácula, es decir, no muerto del todo. El hecho de que esté en una lejana cripta en una basílica bajo una montaña, algo que recuerda un castillo en los Cárpatos, sin que nadie haya tenido el valor de sacarlo de ahí, quizá tenga que ver con el mantenimiento del embrujo. La fecha del 20 de noviembre podía declararse el día (o, mejor, la noche) del vampiro.

Aparentemente, las autoridades municipales de Madrid y Barcelona, están empeñadas en retirar los símbolos, recordatorios, vestigios del franquismo. En Cataluña, también se suma la presidenta del Parlamento. En Madrid, obviamente, no. Vayan provistas de ristras de ajos. El maleficio de Fráncula llega muy lejos. Hace poco lo vimos en el Born de Barcelona.

Franco no está muerto. Y tampoco los que él mató.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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