domingo, 9 de octubre de 2016

Sicarios de la política y de la economía / Joaquín Sánchez *

«¿Qué le digo a mis hijos después de insistirles en que se tienen que lavar los dientes tres veces al día y ahora no tengo ni siquiera dentífrico y al cepillo le falta un montón de púas?». Testimonio de una madre que perdió el trabajo y entró en un proceso de desahucio.

Hay gente que te pregunta cómo se puede resolver el problema de los desahucios, del paro, qué hay que hacer para ayudar a los refugiados, a los millones de hambrientos y sedientos? Te preguntan pensando como si las cosas ocurrieran porque si, porque fallan mecanismos políticos, porque hay pequeños dictadores y corruptos por el mundo, incluso porque la gente somos cómodos y tenemos aspiraciones a ricos. Me fastidia mucho el comentario que comienza por «es que hay gente que pensaba que tenía vocación de rica» o «vienen para Europa para aprovecharse de nosotros; que se queden en su tierra, que para eso han nacido allí». 

La culpa de todo lo que ocurre en el mundo, apuntan, es la gente sencilla, lobrera, la gente de los barrios, de los pueblos, los pensionistas, los jubilados por vivir tanto. Con el paso del tiempo me he ido acostumbrado a oír esto, pero no ha disminuido ese sentimiento compartido de que están equivocados y no es un ataque de pensamiento absoluto. Existen las guerras, el hambre, la explotación, la opresión porque existe una clase social que se ha ido configurando y vertebrando, que son los que quieren incrementar y concentrar todas las riquezas a nivel planetario en sus manos, incluido la concentración de los medios de comunicación. A esta clase social la denomino 'sicarios de la política y de la economía'.

Recuerdo, en la cárcel, hablando con un sicario colombiano antes de comenzar la misa; me decía que era muy devoto de la Virgen María porque antes de asesinar a alguien, incluidos niños y niñas, rezaba para que le saliera bien y a él no le pasara nada. Le pregunté si no tenía mala conciencia y si sabía que desde nuestra fe profesamos el «no matarás». Me respondió de inmediato que no tenía mala conciencia y que había que matar porque ganaba mucho dinero y podía vivir muy bien y con mucho lujo. Esta figura de sicario se puede aplicar perfectamente a políticos y élites empresariales y financieras. Son sicarios porque muestran una absoluta insensibilidad, no tienen conciencia alguna, mienten y manipulan para conseguir sus objetivos económicos y blindar legal y socialmente su avaricia y codicia. Sus políticas y los expolios matan.

George Bush, Aznar, Tony Blair y Barros o mintieron y manipularon la realidad para legitimar la guerra en Irak. Los atentados de 11S los realizaron ciudadanos saudíes y, en cambio, invadieron aquél país con el fin de conseguir el petróleo. Murieron miles de personas, bombas que destrozaron a bebés, madres embarazadas, abuelos y abuelas, gente que sólo querían vivir. Estos cuatros dirigentes no tuvieron ningún escrúpulos ni remordimientos en causar la muertes de miles de personas por obtener el oro negro. Los banqueros como la familia Botín, González, Fainé, Goirigolzarri y compañía siguen desahuciando, siguen destruyendo familias, siguen poniendo a muchas personas al borde del suicidio y algunas al final deciden hacerlo. El gran magnate Felipe González, Mariano Rajoy y otros siguen, desde lugares políticos distintos, defendiendo políticas de empobrecimiento, opresión y represión, siguen defendiendo el darwinismo social.

La guerra en Siria, que según los datos de que se dispone, entre otras cosas va a destruir totalmente Alepo con un aniquilamiento tremendo y horrible de la población en dos meses, no va a quedar nada ni nadie. La guerra de Siria, como otras, es una guerra por obtener el gas y los gaseoductos. Putin, Obama, Al Asad, Hollande, Cameron y Salmán Bin Abdulaziz (Arabia Saudí) son los provocadores de esta guerra, de este desastre humanitario, de bombardear hospitales, de matanzas, de desplazamientos masivos de la población al interior y de los refugiados.

Sí, son los sicarios de la política y de la economía, los que están destruyendo el planeta, la vida humana y natural. Ellos saben, junto a otros, que sus políticas y la concentración de la riqueza suponen millones de muertos, de sufrimiento, de dolor, pero no les importa en absoluto, esto no les quita el sueño ¿Qué podemos hacer? Seguir caminando y luchando, con nuestros errores, equivocaciones, precipitaciones, contradicciones, nuestros miedos y nuestras tentaciones de abandono. Nos queda la decencia ética, nuestro coraje, nuestra inteligencia, nuestra dignidad, el que mi vida me importa mucho, pero también la de los demás, y desde esta sensibilidad y conciencia, convertimos el yo en nosotros.


(*) Sacerdote. Consiliario de la HOAC


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