A la espera de las novedades que pueda
aportar la anunciada comparecencia de Pedro Sánchez antes de la votación
de investidura, la situación parlamentaria y política en general es
realmente lastimosa. Apenas empieza a entreverse la auténtica dimensión
catastrófica de la abstención decidida por el CF tras el golpe de mano
de los dimisionarios el 1º de octubre.
Porque no es solamente que con ella se haya desgarrado el PSOE para facilitar el gobierno a un partido y una persona que no lo merecen, sino que ese desgarro del PSOE puede quizá desembocar en una ruptura del partido y, en todo caso, en su incapacitación para el gobierno del Estado durante más de cuatro años. Y si el PSOE, el único partido de la izquierda con experiencia de gobierno, se hunde, esté quedará casi como monopolio de la derecha para vaya usted a saber cuán largo.
Porque no es solamente que con ella se haya desgarrado el PSOE para facilitar el gobierno a un partido y una persona que no lo merecen, sino que ese desgarro del PSOE puede quizá desembocar en una ruptura del partido y, en todo caso, en su incapacitación para el gobierno del Estado durante más de cuatro años. Y si el PSOE, el único partido de la izquierda con experiencia de gobierno, se hunde, esté quedará casi como monopolio de la derecha para vaya usted a saber cuán largo.
Llama
la atención lo callados que están los bonzos y los barones desde el
comienzo de la crisis. Mudos como tumbas. González no ha abierto la
boca, a pesar de su garrulería en los tiempos anteriores. Rubalcaba se
limita a inspirar editoriales en contra de su partido en El País,
el sector monaguillos también está silente. Todos ellos, que son
personas inteligentes y bien informadas, no tertulianos de tres al
cuarto, saben que han montado un quilombo, que han empujado al PSOE
hasta el abismo y que su supervivencia está en juego. Es inverosímil que
gente tan avezada y bien informada no imaginara que en los tiempos del
15M y de Podemos, una maniobra autoritaria, un golpe de mano como el que
han dado sus secuaces los barones, podría acabar en una rebelión
democrática de las bases que exigen un congreso extraordinario. Y un
retorno de Sánchez a la secretaría general, esto es, al poder.
Que
no lo imaginaran los secuaces, la señora Díaz, el señor Fernández, el
señor Madina, etc, no tiene mucho de extraño pues da la impresión de que
su capacidad para entender la realidad es limitada. Y su incapacidad
para prever consecuencias, amplísima. Basta con ver el desastre que han
organizado en el PSOE, sus órganos, el grupo parlamentario en menos de
un mes. Si se estableciera un premio a la incompetencia, estos gestores
de la crisis del PSOE se lo llevaría en todas sus modalidad: incapacidad
a la hora de dialogar, razonar, justificar, transigir. Le ha regalado
la investidura a Rajoy con la oposición de la militancia de su partido y
el apoyo del electorado del PP, al que la gestora respeta
inexplicabemente por encima del de su propio partido.
Misión
cumplida: la gestora ha impuesto la abstención a costa de cargarse el
PSOE. Tan majestuosa incompetencia debiera tener alguna compensación. Lo
más lógico es que estos dimisionarios del golpe volvieran a dimitir. Si
ya lo hicieron una vez con motivos torcidos, háganlo ahora con motivos
rectos. Presenten todos sus dimisiones, Díaz, Fernández, Blanco, Negro o
Azul y retírense a algún apartado paraje a hacer penitencia y a ver si
las potencias celestiales los iluminan.
Entre
tanto, lo mejor que puede pasarle al país es que el PSOE revoque su
decisión anterior y vuelva a la política del NO es NO.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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