O sea, que si el PSOE se hubiera abstenido en la investidura de Rajoy
sin contrapartidas programáticas, como planteaba el PP, los socialistas
habrían doblado sus votos en el País Vasco y habrían incrementado sus
diputados en Galicia impidiendo así la mayoría absoluta de los populares
en aquella Comunidad. ¿Es eso?
Así parece desprenderse de la avalancha
de reproches que está cayendo desde las 11 de la noche del domingo sobre
Pedro Sánchez. Lo peor es que tonterías de tamaño calibre se dan por
moneda corriente en el intento de convertir al PSOE en una marioneta de
intereses que le son ajenos.
Pedro Sánchez no es un líder completo, más bien resulta un chasis
sin motor (el típico progre sin sustancia, vamos) pero al menos dispone
del instinto que le impide dejarse llevar por la corriente a la que le
empujan desde dentro y desde fuera de su partido. Llama la atención que
esa cualidad, la resistencia, sea considerada una virtud en su oponente,
Rajoy, y no en él, que la ejerce con más mérito, pues las fuerzas que
lo presionan son mucho más poderosas.
Lo que el cuestonadísimo líder socialista viene intentando hacer es
salvar la identidad del PSOE. Su problema es que no hay algo que salvar,
pues el PSOE hace tiempo que perdió cualquier identidad, y esta es la
razón por la que no lo votan. El intento agrava la situación, pues en el
interior del partido germinan a su costa las fuerzas del viejo
reaccionarismo socialista añorante de un idílico 1982 perdido en el
tiempo, y esto contribuye a crear aún más desconfianza en su potencial
electorado.
Hoy, al PSOE sólo lo echa en falta el PP, el que más lo necesita.
Pero les sobra Sánchez. Cuando entre unos y otros se lo quiten de
enmedio y el PSOE se deshaga definitivamente por compadrear con el PP,
todos echarán de menos que quede alguien aunque sea para decir ‘no’.
(*) Columnista
http://blogs.laopiniondemurcia.es/angelus/2016/09/mundo-sin-psoe/
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