El fracaso
del debate de investidura celebrado el día 31 profundiza la crisis por
la que está pasando el sistema parlamentario español. El no del partido
socialista a la investidura del presidente en funciones, Mariano Rajoy,
retóricamente enfatizada a lo largo de casi un año por el secretario
general del PSOE, Pedro Sánchez, empuja a España a las terceras
elecciones generales en un año, lo que contribuirá a la pérdida de
confianza del electorado y de la opinión pública en la validez del
principio de alternancia en el poder…, de estas fuerzas políticas. La
crisis no es del sistema; es el sistema el que sufre la crisis por la
que están pasando las fuerzas políticas que lo sustentan.
Esa
crisis afecta tanto al PSOE como al Partido Popular, aunque en
diferentes grados. Cada uno de esos dos partidos habrá de
acostumbrarse a coexistir o cohabitar con su ‘némesis’
particular: el PSOE con Podemos y el PP con Ciudadanos. De estas dos
coexistencias, la del PP con Ciudadanos es la más identificada con
el sistema, y posiblemente llegue a constituir rasgo
fundamental del sistema político post-crisis. El complejo
sociopolítico PSOE-Podemos.
La crisis por razón de Podemos
descoloca al PSOE de la posición central que ha ocupado
históricamente en el sistema político-social español. Esto
quedó evidenciado en la pujante irrupción, hace dos años en las
elecciones europeas, de una fuerza antisistema, Podemos, que entró
en escena descalificando a las dos fuerzas que protagonizaron
toda la vida política bajo la democracia. Podemos quedó
confirmado como nuevo e importante agente de un sistema que ya no
sería ni funcionaría igual. Aunque eso sí, siempre dejando en claro
que Podemos no es parte del consenso sobre el que el sistema se ha
venido basando.
La crisis tomó cuerpo con las tratativas entre
el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y Pedro Sánchez, en el intento de
éste de formar gobierno a raíz de las elecciones del 20 de diciembre
del 2015, y que dieron a Podemos “derecho de residencia” dentro del
sistema, pero que a Sánchez le restó apoyo popular, como quedó
demostrado en las elecciones generales del 20 de junio pasado,
cuando el PSOE perdió tanto votos como escaños: los peores resultados
de su historia moderna, en las dos magnitudes.
El debate de
la investidura de Mariano Rajoy, de los dos últimos días, pone en
evidencia que el PSOE de Sánchez ha renunciado a influir en el
sistema político, como líder que es de uno de sus agentes
fundamentales, el PSOE. La ofensiva contra Rajoy conducida por él
con una percutiente batería de descalificaciones morales (“Vd.
no es decente”, “Vd. no es de fiar”, “no le daremos un
injustificable perdón”, etc, etc....), que dura desde diciembre
del pasado año, no le ha beneficiado en absoluto, puesto que el
partido de Rajoy sobrevive a la crisis mucho mejor que el partido
socialista. Así, en junio pasado el PP mejoró sus resultados, de
tal forma que éstos sirvieron de base razonable para el reciente
intento de formar gobierno, con el apoyo de Ciudadano y el de una
formación canaria, quedando sólo a seis escaños de la mayoría
necesaria.
Al no querer facilitar a Rajoy la mayoría, con
la abstención de su partido, Sánchez ha procedido en contra de las
prácticas y usos que hasta ahora han caracterizado a los sistemas
parlamentarios español y europeo, y que tiene como uno de sus
principios éste que dice: “si no puedes gobernar, por lo menos deja
gobernar”. Contra su reiterada voluntad de desconocer este
principio le advirtieron seis exministros del PSOE,
protagonistas de la historia contemporánea del partido
socialista. Pero no siguió su consejo, y se ha atrincherado en el
‘no a Rajoy’, colocando a España ante sus terceras elecciones
generales.
Sánchez como moderno Savonarola
De ahí la
sensación de incredulidad con que la opinión, tanto cualificada
como popular, asiste al papel de Savonarola moderno que Sánchez ha
asumido después de las segundas elecciones generales. Arda el
corrupto en la hoguera, aunque caiga la República. Pero la política
no se hace en torno a la moralidad, sino sobre la necesidad.
La
necesidad de mantener el ritmo de la recuperación económica,
la de no agravar el déficit por una sanción de la Unión Europea,
prácticamente inevitable por no poder contar con un presupuestos a
su debido tiempo, y la de asegurar la financiación de las
comunidades autónomas y de los servicios públicos y sociales,
causan una ansiedad en la opinión, que produce desapego respecto de
las batallas personales de Sánchez, pretendidamente
justificadas mediante la cruzada ética que se ha impuesto, y que
Ciudadanos ha demostrado que se puede conducir por otros medios
menos perturbadores.
Es lo que el líder de Ciudadanos, Albert
Rivera, dijo en su intervención en la mañana del miércoles: “No
quiero que España tenga un tapón ni dos”, para añadir a continuación,
“trabajemos con lo que hay, con lo que tenemos”. Lo que quiere
decir: tenemos una candidatura que está a dos pasos de la
mayoría, que posibilitará abordar la solución de los problemas
políticos, sociales y económicos del país, bajo el control de las
condiciones que he impuesto al PP.
La posibilidad de que
ese modelo de acuerdo se materialice y dure, produce en el ánimo de
Sánchez tanto pánico o más como e su día la emergencia arrolladora
de Podemos. Esta fuerza seguirá mordiéndole los flancos por el lado
izquierdo, mientras por el lado derecho se refuerza la imagen y el
lugar de Ciudadanos, dentro del sistema político español.
(*) Periodista
https://www.capitalmadrid.com/2016/9/1/43477/el-debate-termina-con-un-alza-del-prestigio-de-ciudadanos.html
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