sábado, 3 de septiembre de 2016

Las elecciones, la Navidad y el Rey / Melchor Miralles *

Ayer noche se consumó la segunda votación de rechazo a la investidura de Mariano Rajoy como presidente de Gobierno. No va más. Y ahora andan a la greña PP y PSOE no para evitar el desastre, sino para tratar de eludir el día de Navidad como fecha para celebrar los comicios malditos de los que vaya usted a saber qué sale. Comenzó el PSOE a primeros de agosto anunciando que va a tratar de sacar adelante una ley para acortar la campaña electoral una semana de modo que nos convoquen a votar el 18. Hoy ha sido el PP el que ha anunciado que hará lo imposible porque sea así. Literalmente ha dicho que “tomará medidas”.

Si no conociéramos ya el paño de nuestros políticos daría para creer que están de coña. Pero no, van en serio. Muy en serio. Y se ponen campanudos delante del micrófono para solemnizar la chorrada. Y tratan de vender como una heroicidad lo de que van a acortar la campaña en una semana. Es de broma. Si vivimos en campaña permanente desde hace ya no se sabe cuánto. Si nuestra vida es una insoportable campaña electoral, porque además han pillado la crisis del oficio periodístico, y hacen ellos las portadas y las aperturas de los informativos, a golpe de declaración, de rueda de prensa, incluso sin preguntas, o de canutazo en el pasillo con la frase efectiva precocinada, a veces hasta con las matrices contadas para que entre a tres o cuatro columnas, que se las saben todas.

Si Dios no lo remedia se vienen las terceras elecciones, y en este plan, vaya usted a saber si después no llegarán las cuartas. Parece que unos y otros le están cogiendo gusto a vivir en funciones y a la espera. Pero el asunto es serio y puede terminar por explotarle en las manos a todos. El PP se mantiene en lo suyo, con Rajoy cansado, pero en forma. Y en el PSOE hoy ha salido a la palestra Felipe Gonzalez, Colombia mediante, que el negocio es el negocio, y propone que ya puestos, el PP renuncie a Rajoy y presente otro candidato para desbloquear el panorama. Y en la sede popular se parten, porque conocen al jefe, y saben que a día de hoy no está por la labor.

Una vez que se consumó el no en la votación de ayer noche habrá que seguir con atención los movimientos del Rey. Aunque el PSOE se empeñe en decir que corresponde a Rajoy seguir intentando formar Gobierno, no es así. A partir de anoche, según la Constitución, es el Rey quien ha de tomar una decisión. Por más que la responsabilidad de sacar adelante una investidura sea de los dirigentes políticos. Anoche terminó el mandato del Rey a Rajoy y Su Majestad deberá optar por abrir otra ronda de consultas para comunicar al Congreso el nombre del siguiente candidato. La Constitución sólo limita el tiempo, dos meses desde que se celebra la primera votación, o sea, desde el pasado miércoles. A partir de hoy puede repetir Rajoy, mandatar a Sánchez o a cualquier otro ciudadano español. La otra posibilidad es que Felipe VI, si no hay ningún candidato con posibilidades reales, deje pasar el plazo hasta el 31 de octubre para que se proceda a la disolución de las Cámaras y la convocatoria de las nuevas elecciones.

En la casa Real se insiste en que el Rey “es neutral, no toma partido, reina pero no gobierna”. No hay declaraciones oficiales, pero a día de hoy no parece que hasta después de las autonómicas gallegas y vascas del 25 de septiembre vaya a haber novedades. En función de lo que pase, sobre todo en el País Vasco, veremos. Mis fuentes me aseguran que Rajoy volverá a intentarlo. En el entorno de Sánchez se insiste mucho en que no habrá terceras elecciones, jugando con el silencio al ser preguntados por si el líder socialista podría intentar presidir un Gobierno de izquierdas con apoyo de nacionalistas e independentistas.

Ellos sabrán. Lo que yo intuyo es que como el prestigio de la clase política no es fácil que caiga más abajo, lo que la mala cabeza de ellos puede provocar es que la cosa afecte ya directamente a todas las instituciones del Estado, antes de que se hayan recuperado de tantos embates del pasado reciente. La cosa está que arde. Por su mala cabeza.


(*) Periodista


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