MURCIA.- Las plantas autóctonas de ambientes mediterráneos áridos, como el de la
Región de Murcia, utilizan recursos para paliar la pérdida de agua en su
interior y sobrevivir a la sequía estival.
En su lucha contra el
sol abrasador las plantas cuentan con variadas defensas en raíces,
tallos y especialmente en las hojas, pues éstas son la parte más
expuesta y, por tanto, su flanco más débil.
Las hojas del
aladierno, por ejemplo, están recubiertas de ceras impermeables. Así la
planta es capaz de retener el agua más fácilmente. Otras plantas, como
la coscoja y la encina, poseen hojas con el haz duro pero flexible, de
ahí su denominación de coriáceas, que significa parecido al cuero.
Con este diseño las hojas no se arrugan ni se dañan por la falta de
agua. Por el contrario las hojas de lugares húmedos tienen hojas
generalmente más blandas.
Muchas de las plantas que tienen que
sobrevivir a la sequedad del verano mediterráneo tienen hojas pequeñas y
alargadas, para reducir así la superficie que exponen al sol. Es el
caso, entre otras, del tomillo, el espino negro y el pino.
Con
la misma finalidad de escapar del influjo del sol, otras especies curvan
los bordes de sus hojas hacia dentro y hacia abajo, como el romero.
Algunas ni siquiera tienen hojas y son los tallos verdes los que
realizan la fotosíntesis, como es el caso de la efedra.
Otro
recurso defensivo es el que utilizan las plantas aromáticas, que durante
la noche producen aceites y durante el día los liberan para
embadurnarse con ellos, obteniendo así un efecto refrescante similar a
la producción de sudor por el cuerpo humano.
Por el contrario,
si el romero macho, por ejemplo, se planta en el norte de España, no
emite su fuerte aroma, pues la planta no necesita refrescarse en ese
ambiente y, por tanto, no produce los aceites olorosos.
Algunas
plantas poseen la capacidad de rebrotar tras un incendio, como las
jaras, los palmitos y los pinos. Otras están recubiertas por un vello
algodonoso de colores claros que les sirve para paliar la pérdida de
agua por efecto del sol.
Los tonos plateados de algunas plantas,
como la lavanda, el ajonje o el matagallo también ejercen un efecto
defensivo. Las formas redondeadas y achaparradas de otras, como el
palmito, consiguen que tanto el suelo como el aire interior estén más
frescos.
Las adaptaciones a la sequía también incluyen el
almacenamiento de agua en hojas, tallo y, en menor medida, en las
raíces, como hacen las hierbas Vara de San Juan y el gamoncillo, cuyas
raíces carnosas guardan agua y nutrientes. Otras la acumulan en tallos
engordados o bulbos, como la denominada ajo de cigüeña.
Hay
plantas que cuentan con dos tipos de raíces: unas muy amplias y cercanas
a la superficie que absorben rápidamente el agua en época de lluvia, y
otras largas y profundas que en verano sirven para encontrar mayor
humedad bajo tierra.
Incluso hay plantas que 'desaparecen'
durante todo el verano, escondidas bajo la tierra en forma de bulbo, y
que rebrotan cuando las condiciones son más favorables o llegan las
lluvias del otoño, como los narcisos.
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