martes, 2 de agosto de 2016

NO. Última palabra / Ramón Cotarelo *

Según noticias, Rajoy va a la reunión con Sanchez dispuesto a negociar un centenar, nada menos, de puntos del acuerdo entre el PSOE y C's que él mismo, junto a Pablo Iglesias, rechazó en la frustrada investidura del socialista. Algo tan absurdo solo puede entenderse como resultado del firme propósito de seguir gobernando con el programa de la oposición. Ya hace falta tener poco amor propio y mucho al cargo. El de los sobresueldos no quiere irse ni por prescripción facultativa a vida o muerte. Esta berroqueña voluntad de permanencia nos da una idea del valor de las débiles y timoratas peticiones de dimisión que se le hicieron en la legislatura anterior. Este no se va. Tendrán que echarlo.

Al parecer, Sánchez está dispuesto a que su interlocutor aclare cuáles son sus intenciones contando con el NO del PSOE, cuándo piensa presentarse a la investidura. Es decir, tiene intención de cortar la marrullería del otro quien, antes de irse, está dispuesto a convocar terceras elecciones. Por eso dio orden al Tribunal Constitucional de que actuara contra Carme Forcadell y advirtiera a Carles Puigdemont, para provocar un aumento de la tensión y la confrontación con Cataluña que justificara medidas excepcionales, como esa gran coalición con la que sueña como Moisés con la tierra prometida.

Rajoy no puede dar una sola señal de regeneración democrática, de restauración de las instituciones, de voluntad negociadora con Cataluña porque él es el principal responsable de la degeneración democrática, el descrédito de las instituciones y la exarcebación del contencioso territorial en España al punto de la ruptura. Que lo es lo demuestra ese abyecto afán de gobernar a toda costa, aunque sea con el programa del adversario. Tamaña carencia de dignidad política no se veía por estas latitudes desde los tiempos de la bofetada de Calomarde.

NO es NO. El país necesita otro gobierno con otro presidente y con urgencia. Uno que sea interlocutor con Europa y con Cataluña con suficiente respaldo parlamentario. Si no se consigue, mejores son unas terceras elecciones que una prolongación del mandato de un gobierno presuntamente corrupto por los cuatro costados, inepto y fracasado, cuyo único punto fuerte es la desfachatez a la hora de mentir.
 
 
Accidentes del trayecto
 
 
Una vez más, el Tribunal Constitucional ha cumplido los deseos del gobierno y ha tomado una decisión en menos de veinticuatro horas. Pero astutamente no ha respondido a todos los requerimientos del ejecutivo. Ha suspendido, sí, la decisión del Parlamento catalán que precisamente se había adoptado en claro incumplimiento de una prohibición previa del alto órgano del Estado, pero no se ha dirigido a la presidenta Forcadell, como se le solicitaba. Suspender un acto que en sí mismo es nulo, según decisión previa de la autoridad suspensiva, suscita cierta perplejidad. Pero nada más. El resto de circunstancias que rodean estos hechos suscita más bien indignación y desconsuelo a partes iguales.

De aquí a septiembre tiene la presidenta Forcadell para informar sobre el procedimiento seguido y, es de suponer, para alegar lo que desee. De aquí a septiembre también podemos encontrarnos en la tercera campaña electoral y con un grado de enconamiento del conflicto catalán sin par hasta la fecha. Ahí es donde el tribunal tendrá que actuar por la vía de la inhabilitación y/o imposición de una multa a Forcadell. Y con un gobierno en funciones cada vez más claramente interesado en fomentar una situación de inestabilidad y zozobra en beneficio propio y teniendo un concepto muy amplio de "beneficio".

La voluntad de los indepes catalanes es manifiesta. Lo dice Puigdemont: obedecer, sí, pero al Parlamento de Cataluña, no al Tribunal que suspende sus decisiones y se arroga la competencia de fiscalizar sus actos en el momento en que se ponen en marcha. Vistas así las cosas, la cuestión es saber si con su actuación el Tribunal más que suspender el proceso independentista no está acelerándolo.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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