domingo, 14 de agosto de 2016

Cuestión de dignidad / Miguel Ángel Vecino *

Cuando en la rueda de prensa posterior a su encuentro con Rajoy, una periodista preguntó a Rivera cómo explicaría su cambio del “no, nunca” a la rendición incondicional, Rivera contestó que “por España haría todo”.

Viejos recuerdos de un nacionalismo pos guerra civil que creíamos superado, volvían a la actualidad en la boca de un líder que siempre se ha presentado como la “nueva política”. Recurrir a la bandera, al "Todo por la patria", está bien en una guerra en la que esa patria y la libertad de sus ciudadanos esté en peligro, cuando aquello en lo que creemos y fundamenta la convivencia de todos es asediado por la destrucción, pero ese no es el caso hoy en España. 

Por ello, ese llamamiento a una nacionalismo extemporáneo suena a lo que es: un velo para ocultar lo inconfensable. También Pétain entregó Francia a los alemanes en 1940 por el bien de Francia. Churchill, por el bien de Gran Bretaña, no se rindió: los alemanes machacaron Londres, Canterbury y la mitad de Inglaterra, pero Churchill pasó a la historia como un héroe y Pétain como un traidor. La diferencia: el francés cedió en sus ideales y el británico no. Hay muchas formas de entender “la patria”, pero todos sabemos que sólo hay una de ser honesto.

Si el Sr. Rivera estaba dispuesto a ceder en todo por España, debería haberlo dicho en su campaña electoral que el cumplimiento de su programa dependería del momento. Lo demás es simplemente oportunismo de alguien que muy solemnemente utiliza la bandera para disfrazar lo que es evidente a todo aquel que quiere ver la verdad y no el engaño. A mayor abundamiento, el Sr. Girauta afirmaba que “si nos que tenemos que tragar lo que hemos dicho hasta ahora, nos lo tragaremos". 

O sea, que su programa, su palabra, sus promesas valen menos que los principios de Groucho Marx (estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros), porque este al menos se reía de si mismo y no utilizaba ningún sentimiento nacionalista para ocultar su oportunismo. Por eso, Groucho Marx era más noble, sincero y digno de confianza que Rivera y su equipo.

No, el Sr. Rivera ha decepcionado profundamente y, en primer lugar, a sus electores, a todos aquellos que creyeron en que Ciudadanos era una nueva forma de hacer política, que no pactaría si eso era traicionar a sus ideales, a esos ideales por los que le habían votado a él y no habían votado al Partido Popular. El Sr. Rivera ha demostrado que efectivamente si no era, sí se ha convertido en la marca blanca del PP.

Además, ¿quién es el Sr. Rivera para identificar sus ideas con las de España? ¿Quién es el Sr. Rivera para erigirse en juez de qué partidos merecen gobernar o no, cuando dijo que “negociaría hasta con los que no merecen gobernar España”? Será el pueblo español el que decida quién quiere que le gobierne, quién merece gobernarle. Al final, el Sr. Rivera ha traicionado a sus electores, ha vendido su programa y como premio se ha quedado sin honor.

Porque difícilmente se puede defender un país cuando no se ha sido capaz de defender ni las propias ideas, cuando no se tiene dignidad, porque la dignidad es ante todo y sobre todo el respeto de sí mismo, el respeto de la propia palabra, de los propios ideales, la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

En ese sentido, el Sr. Pedro Sánchez merece todo el respeto de aquellos que ponen la dignidad por encima de todo: a él le han elegido para defender un programa y lo defiende, para ser fiel a sus electores y no los traiciona y por ello el Sr. Sánchez no se atrinchera en el inmovilismo, se atrinchera en la dignidad de su palabra, se atrinchera en sus ideas y se atrinchera en la fidelidad a sus votantes. El Sr. Sánchez no necesita escudarse en “España”, simplemente porque las personas dignas tienen su dignidad como escudo.

Lo que ha hecho el Sr. Rivera ofreciéndose gratis al Partido Popular (contra quien basó toda su campaña electoral) es peor que un insulto a sus electores: es una traición, y con ella su partido ha iniciado el rumbo hacia su desaparición. Es una lástima porque hubiera podido crear una derecha moderna que España tanto necesita.

El Sr. Rivera no debería haber cedido, aunque sólo hubiese sido por su propia dignidad.


(*) Diplomático y militante de C's

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