El País sigue en la trinchera
nacional-española, empeñado en que gobierne el Sobresueldos, el líder
más desprestigiado, y con razón, de toda Europa. Quiere forzar la
claudicación del PSOE. Es tal su inquina que hace unos días, Palinuro
vaticinaba algún obús en forma de artículo de la Minerva de Cebrián. Ya
está aquí, en forma de un nuevo editorial ominosamente titulado Callejón sin salida, como si fuera un film de la serie negra. Podría haberlo escrito Cebrián, aunque también algún otro columnista de la derecha.
El
eje de su razonamiento es culpar a Pedro Sánchez en exclusiva de la
lamentable situación actual y hacerlo con argumentos poderosos. Es
inadmisible, sostiene el articulista, negar a otro el gobierno sin tener
una alternativa clara en ningún sentido. Pues sí, es cierto. Sánchez da
pruebas de ser un bisoño, con escasa consistencia y más atento a sus
intereses de carrera polítia que al bienestar de los ciudadanos. Pues
sí, también es cierto. Sánchez es el solo responsable de que no haya
gobierno. Eso no solamente es falso, sino que es una consigna del
partido de los imputados y procesados que repiten todos a una como coros
acusadores.
La
trampa -perfectamente visible- del articulista reside en ocultar la
reponsabilidad que en todo esto compete a Rajoy. Es él el designado y
por tanto obligado a formar gobierno. Y debe hacerlo en las condiciones
que hay; no en las que le gustaría. Si no lo consigue, habrá fracasado y
le corresponderá retirarse y dejar paso a otro, en este caso, Sanchez.
Únicamente en este momento dispondrá el socialista de margen de
actuación; antes, no. Atacarlo antes de que pueda actuar, como hace El País
es una muestra de juego sucio. No es el PSOE quien ha de facilitar un
gobierno del PP, sino el propio PP... o dejar paso a otro.
Y
ahí es donde ya se desborda esa pasión por el juego sucio que es marca
de la personalidad de Rajoy, un hombre convencido de que decir la verdad
(incluso "su" verdad) es un error estratégico pues lo obligado es
mentir siempre. Tras las elecciones del 20D, escurrió el bulto y votó
"no" a un gobierno alternativo, precipitando así las elecciones del 26J
de consuno con Podemos. Ahora, a mes y medio de esas elecciones, sin
añadir un solo voto a sus 137 de partida, nadie sabe cuáles sean sus
intenciones, mas por lo que se ve, conducen a abrir una crisis
constitucional que se solapará con la que ya tiene abierta en Cataluña.
Este hombre es un peligro nacional.
Es
obvio que el único responsable de que no haya gobierno en España es
Rajoy, que no está dispuesto a hacerse a un lado por el bien de su
partido, por el bien de su Estado, por el bien de nadie. Es obviamente
un caso de chantaje de un hombre a un país, al grito de "¡El caos o
yo!", con el añadido de que, como en el chiste de Chumy Chúmez, él es
también el caos. El caos, la corrupción, la incompetencia, el expolio
generalizado, el caciquismo y el clientelismo más extremos. Y todo por
su estrecho y exclusivo interés personal, al lado del cual la atención
de Sánchez a su propia carrera es puro desinterés.
Pero de esto El País
no habla. Carga la mano contra Sánchez, al que echa sus culpas y las de
Rajoy y poco menos que lo conmina a hacer presidente a Rajoy so pena de
lesa patria. Claro que no está solo en tan innoble empeño. Lo acompañan
todo el frente conservador de la España eterna: la derecha política,
económica, social, eclesiástica, mediática y militar y también dos
aliados externos: los dirigentes conservadores del PSOE -González,
Leguina, Rubalcaba, Corcuera, Bono, etc- más cerca del PP que de su
propio partido y también los señores de Podemos. Estos están interesados
en que el PSOE apoye un gobierno del PP porque, de este modo, prueba de
modo fehaciente su crítica de que ambos partidos dinásticos son iguales
y, además, así se evitan unas terceras elecciones que serían muy
dañinas para los morados y, en cambio,se le abriría la posibilidad de
realizar, por fin, el sorpasso, al ser la "verdadera" oposición.
Bueno, pues con todo y con eso y por muy bestiales que sean las presiones del establecimiento conservador, con El País a la cabeza, NO es NO.
Born to be Franco
La memoria histórica de la guerra civil y
la dictadura de Franco sigue siendo materia muy sensible, comprometida,
de muy difícil gestión. No debiera ser así si hubiera un acuerdo de
fondo en el juicio sobre aquellos hechos. Pero no lo hay. Muy amplios
sectores de la población, el partido del gobierno, las derechas en su
conjunto, la Iglesia católica, el ejército, una abrumadora mayoría de
los medios de comunicación la han interpretado durante casi ochenta años
con una absoluta parcialidad, por entero favorable a los vencedores en
aquel enfrentamiento e ignorancia de los vencidos. Las víctimas, sobre
todo las victimas de los largos años de la dictadura, no han recibido
compensación alguna, ni justicia, ni reconocimiento siquiera de su
existencia. La historia la han escrito los victimarios y sus herederos
hasta el día de hoy.
Para ellos esa memoria es pasado y debe olvidarse
cuanto antes. Pero para las víctimas y sus allegados, que se cuentan por
cientos de miles, es un doloroso presente. No solo porque sus muertos
siguen enterrados en fosas comunes y miles de sus hijos desaparecidos,
sino porque al día de hoy, todavía viven en calles y plazas que
perpetúan los nombre de los asesinos, residen en pueblos que llevan el
nombre del dictador, pasan por delante de sus emblemas y recordatorios,
oyen hablar de la Fundación Francisco Franco, saben de actos
conmemorativos y de exaltación del golpe de Estado de unos militares
sediciosos y de su sangrienta tiranía cuartelaria.
No,
para sectores importantes del pueblo, la memoria histórica no es
pasado, sino presente continuo. Pasado es para los franquistas, muy
interesados en que no se hable de él, que no se recuerde, que se olvide y
se sepulte como se sepultó en las cunetas a los cientos de miles de los
republicanos asesinados durante la larga posguerra. Esa descompensación
temporal entre el pasado y el presente explica por qué es inapropiado
un argumento que suele escucharse para señalar la anomalía española:
¿alguien se imagina -dícese- actos de exaltación de los nazis, de
Hitler, de los fascistas italianos en sus países?
No, claro. ¿Por qué
no? Por la razón apuntada. Esos homenajes al franquismo, esas misas
solemnes por el alma del dictador, esos actos de autoridades locales de
ensalzamiento de la dictadura brazo en alto honran un pasado de partido,
guerrero, pero lo hacen en el presente. Son actos de provocación, para
demostrar a los vencidos y a las víctimas que siguen siendo víctimas y
vencidos. Todos los días salta un ejemplo. Hace unas fechas, un alcalde
del PP mandaba construir un urinario de perros sobre la mayor zona de
fosas comunes de asesinados por los franquistas en Málaga.
En
días pasados el equipo municipal de Barcelona ha decidido abrir una
exposición callejera de la memoria histórica enfrente del no menos
histórico Born barcelonés. Se inaugurará en septiembre y una de sus
piezas consistirá en una estatua ecuestre de Franco, que está medio
oculta en los almacenes municipales desde que fuera retirada del
castillo de Montjuich, en cuyos fosos se ha fusilado a mucha gente,
señaladamente Lluís Companys. De inmediato se han formulado críticas
(Alfred Bosch y Joan Tardà, de ERC, han pedido que se reconsidere el
propósito), se han alzado voces airadas poniendo en duda la integridad
de las convicciones izquierdistas de los regidores municipales y hasta
tachado a estos de franquistas. Las acusaciones e insultos han arreciado
cuando se ha sabido que, además, el consistorio se oponía al desfile de
la Coronela de este año. Franco, sí; la Coronela, no.
Son acusaciones desmesuradas a juicio de Palinuro, si bien es cierto que la izquierda suele tener cierto síndrome de Estocolmo
con la derecha y, muy afanosa de que no se la juzgue excesivamente
radical, acaba haciendo concesiones a los usos simbólicos de sus
adversarios. Quizá no sea este el caso por cuanto parece que la
exposición quiere señalar la impunidad de los crímenes hasta la fecha.
El primer teniente de alcaldesa, Gerardo Pisarello, ha publicado una explicación en Twitter en la que insiste en el valor pedagógico de la exposicion, para ilustrar del mal de la impunidad y la estatua del condottiero,
con su caballo decapitado no tiene funcionalidad simbólica alguna sino
puramente instrumental pues, razona Pisarello, está
"descontextualizada".
Un
punto de vista muy digno de tenerse en cuenta, pero nada convincente.
La estatua no está "descontextualizada". El país, de Norte a Sur,
reverbera de símbolos de la dictadura. En Tortosa, por ejemplo, el
alcalde -referéndum mediante- acaba de salvar la vida a un monumento
franquista que se alza en mitad del Ebro, en conmemoración de la batalla
de ese río. En Melilla todavía está en pie una estatua del Comandante
Franco, erigida en 1977, dos años después de su muerte.
La
estatua estará "descontextualizada" en los estrechos límites de la
exposición, pero no en el conjunto del país, Aquí sigue estando muy en
contexto. Y muy mal, por cierto. Cosa tanto más llamativa cuanto la
exposición se hace amparada en un programa más amplio que lleva el
significatvo título de Pasado y Presente. O sea, como decía
Palinuro más arriba, una memoria histórica que no es memoria ni es
histórica, sino muy cruel e injusto presente.
Es
buena la idea de que todos nos distanciemos del pasado, lo veamos con
ecuanimidad, que procedamos como un país normal, capaz de compartir una
común visión de nuestra historia. Es buena, pero impacticable porque
España no es un país normal, en absoluto compartimos una común visión
del pasado y ese enfrentamiento se traslada al presente. Las víctimas no
quieren olvidar, sobre todo porque siguen esperando justicia. Y los
victimarios no quieren recordar porque no están dispuestos a reconocer
la injusticia cometida.
En
esta situación de perpetuación del abuso no es una buena idea exponer
esa estatua ecuestre, sobre todo porque, con el jaleo que se ha armado
(y viene bien como publicidad) el recordatorio se convertirá en un foco
de conflictos.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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