lunes, 8 de agosto de 2016

La charca / Ramón Cotarelo *

No hay fecha para el pleno de investidura. No se sabe si Rajoy se someterá a la sesión o no. En mes y medio desde el 26J no ha sumado un solo voto más a sus 137 escaños. El país está como estaba después de las elecciones del 20D: sin gobierno. Con uno en funciones, declarado en rebeldía ante el Parlamento. Y así pretende seguir los próximos meses. Con la presidencia del Parlamento en manos del gobierno, ninguna posibilidad de que el primero tenga algo que hacer. La obstinación de Rajoy en su candidatura ha traspasado todos los límites de lo tolerable. 
 
Y, sin embargo, lejos de afearle su falta de escrúpulos políticos, morales y hasta personales, hay un consenso de todos los partidos (excepto los nacionalistas vascos y catalanes) y de todos los medios y las fuerzas "vivas" en presionar a Pedro Sánchez para que, absteniéndose, posibilite un segundo gobierno de Rajoy. Nadie encuentra oprobioso exonerar al principal responsable de este desastre y cargar contra quien no tiene la culpa de nada ni plena libertad de acción mientras Rajoy no cumpla con su deber. 

Nadie tampoco parece escandalizarse del hecho de que el gobierno pretenda prolongar una situación de alegalidad si no de ilegalidad. Una situación con un gobierno incontrolable, un parlamento paralizado y un Tribunal Constitucional de vacaciones. Una especie de golpe de Estado de la inacción, la marrullería y la podredumbre. El caldo de cultivo de Rajoy. Su pretensión se puede reducir a un chantaje: o me hacéis presidente o aquí no hay gobierno por una larga temporada. Como todos los chantajistas, confía en que las buenas formas o el miedo de sus víctimas las haga equivocarse y decidan que lo más conveniente es ceder al chantaje, ceder al capricho de Rajoy.

La alternativa que el gobierno ofrece es otra convocatoria electoral, la tercera en un año. Una perspectiva que todos rechazan, horrorizados entre previsiones espantosas: mayoría absoluta del PP; inmensa, oceánica abstención de electorado ahíto; descenso en picado de Podemos; castigo a los socialistas; desaparición de C's; repetición milimétrica del marasmo actual. Todas son posibles, desde luego, pero la primera, la mayoría aboluta del PP suena a bulo alimentado por los medios afines a la derecha, que son todos. 

Por lo demás, entre pegar la segunda espantada -harto probable, tratándose de Rajoy- y la convocatoria de nuevas elecciones mediará un tiempo en el que quizá los demás partidos consigan llegar a algún tipo de acuerdo. Al fin y el cabo, dicen estar muy interesados sin duda porque no se les escapa el profundo ridículo de ir a unas terceras elecciones en un año con los mismos líderes que fracasaron en las otras dos. Si no por otro motivo, por este ya debiera ser suficiente para llegar a un acuerdo, el que sea, que posibilite la formación de un gobierno. Solo para probar la falsedad de la disyuntiva del PP: Rajoy o elecciones. Someterse a ese chantaje sería indigno.

La coincidencia de este vacío de poder en España con los preparativos para una rentrée catalana independentista en fuerza agrava notablemente la situación en la parte española de este enfrentamiento al que tanto ha contribuido la incapacidad política de Rajoy y su gente. Cuando llegue septiembre, lo más probable es que siga sin haber gobierno en España ni perspectiva de que lo haya. 
 
Por el lado catalán estarán haciéndose los preparativos para una Diada apoteósica. La voluntad de las entidades organizadoras sigue siendo dar una campanada. No está claro, sin embargo, que lo consigan, pues puede darse un punto de inflexión en la movilización social por causa del cansancio. No se crea un Estado de la nada y en una mañana. Eso se sabe, pero cuesta aceptarlo. Cuesta mantener altos la intención, el ideal, el propósito. 

Después de la Diada llegará la cuestión de confianza de Puigdemont. Ahí hay otro punto conflictivo. Si la CUP vota que no, habrá elecciones anticipadas también en Cataluña y no están claras las consecuencias para el ritmo de la hoja de ruta, sobre todo teniendo en cuenta que el resultado de las elecciones puede ser la pérdida de la mayoría absoluta independentista.

Pero también puede votar que sí. Las decisiones de la CUP, a fuer de asamblearias, son imprevisibles. Si Puigdemont obtiene la confianza solicitada, ya será cuestión de tiempo que se plantee una DUI. En ese momento será patente la situación de desobediencia de la Generalitat. Patente, pero no nueva. De hecho, el Parlament ya ha desobedecido dos veces al Tribunal Constitucional.

Con la DUI el gobierno ya no podrá escudarse en el TC y deberá adoptar otro tipo de decisiones. Para ese momento, en España seguirá sin haber gobierno y hasta es posible que esté en marcha una campaña electoral.

¿Qué nombre podríamos ponerle a esto?
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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