La reforma de la Ley de Montes, aprobada
hace un año permite recalificar los suelos incendiados a voluntad de
las CCAA cuando haya razones de interés público, asunto abierto a las más dispares interpretaciones. Según informa El País,
en los últimos días han ardido más hectáreas en España que en el resto
del año. Ya lo decíamos ayer, que España arde, quizá preparándose para
la próxima burbuja inmobiliaria y el próximo desastre.
Decíamos
también: arde en sentido literal y en sentido figurado. No solo arden
los bosques, arden también los despachos, los plenos, las tertulias, los
comités, las comisiones. En sentido figurado, ya digo, pero con muy
distintas clases de fuegos.
Fuego vivo.
El PSOE pide una comisión de investigación sobre los desmanes
financieros del PP. La misma que lleva años pidiendo, siempre negada por
la mayoría absoluta del partido del gobierno pendiente de
investigación. Ahora, la petición apunta alto: a la comparecencia de
Rajoy, Aznar y Bárcenas. Los dos primeros tienen una obvia
responsabilidad política. El tercero una probable penal. Con el clima de
hartazgo e indignación que hay sobre la corrupción, nadie, seguramente,
votará en contra de la comisión, como no sea el PP, naturalmente. La
comisión se creará y empezará a citar a los comparecientes. Se promete
por tanto un septiembre muy agitado. Los de C's se han enfadado pero
tienen que apoyar e igualmente los de Podemos quienes, sin embargo, ya
hablan de condicionar su apoyo a que la investigación afecte a más
partidos. En principio, no habrá inconveniente en que así se haga, pero
que se presente como otra iniciativa, para evitar la impresión de que lo
que se quiere sea retrasar o entorpecer los trabajos de la primera
propuesta.
Fuego lento.
Es como mejor salen los guisos. Rajoy se toma su tiempo para considerar
y sopesar las seis condiciones de Rivera, mientras los miembros del
comité ejecutivo más involucrados en procesos judiciales van dándose
prudentemente de baja en él, para evitar más bochornos. Con la paradoja
de que C's pida medidas contra los imputados a un partido que está
imputado. Proceso lento. Rajoy sigue sin anunciar no ya la fecha de la
investidura sino su misma comparecencia en ella. Aquí no va a quedar más
que el socarrat.
Fuegos artificiales.
La especialidad de Rivera, el gran prendedor de cohetes. Su habilidad
es fascinar a las gentes con figuras luminosas muy variadas. Tan pronto
afirma que jamás votará a Rajoy como le ofrece su apoyo a cambio de seis
condiciones y un requisito. El requisito, esto es, fecha fijada de
investidura, no se ha cumplido ni se cumplirá y de las seis condiciones,
ya lo hemos dicho, una es innecesaria; dos, imposibles; y tres,
irrelevantes. Puro fuego de artificio. Por eso gusta tanto y es el
segundo líder en valoración popular, por detrás de Garzón.
Fuego amigo.
Podemos ha sellado, según parece, un pacto de última hora con En Marea a
base de integrarse en ella sin su marca. Bueno, no lo ha hecho Podemos
en sentido estricto sino su secretario general, Iglesias, que lo ha
anunciado en Twitter como signo de los tiempos. Aquí no solo se han
esfumado las asambleas, los círculos y los polígonos. También se han
desvanecido las mismas instancias orgánicas encargadas de la
negociación. Y, sin embargo, es lo correcto. Los líderes están para
esto, para corregir el rumbo cuando la tripulación falla. Porque el
rumbo es la confluencia. Podemos no puede permitirse deshacerla e ir por
libre a las elecciones, dividiendo más la izquierda en fuego cruzado,
tan peligroso cuando es amigo como cuando es enemigo. Otra cosa es que
salga bien en las elecciones gallegas, para lo cual esta debería de ser
la última muestra de desavenencias internas, que suelen ser destructivas
en el ánimo de los votantes.
Fuego graneado.
Es el panorama catalán. Con el sistema de partidos más fraccionado del
Estado y un multipartidismo muy vivo, muchas veces es difícil averiguar
cuáles son los destinatarios de unas u otras decisiones de las diversas
fuerzas. Se añade que hay una gran movilización de la sociedad civil y
que el Ayuntamiento de Barcelona actúa de hecho como un partido más, uno
que quizá se haga partido de derecho, según vengan las ciscunstancias
en un juego politico complejo. Junts pel Sí y la CUP mantienen una
difícil y conflictiva colaboración y ambos hacen frente a su vez al
resto de los partidos que no priorizan la independencia. Con excepciones
como en el Ayuntamiento de Barcelona. En Comú Podem tira contra el
frente independentista y contra el unionista, aunque preferentemente el
segundo. A su vez, todos cargan contra la versión catalana de Podemos,
unos por su carácter vergonzantemente unionista y los otros por su
carácter vergonzantemente independentista. Porque en el centro de este
debate está la sempiterna cuestión del referéndum. En cuanto se lo
mencionan, el PSC se convierte en un cañón giratorio y dispara en todas
direcciones, incluida la propia. El referéndum es munición muy apreciada
porque tiene todos los calibres: hay referéndums unilaterales,
constituyentes, ratificatorios, inmediatos o mediatos. Por haber, hasta
hay referéndums acordados con el Estado, pero esa munición es de fogueo,
para los simulacros. No causa bajas.
Fuegos fatuos.
Los que lucen en el PSOE, esos resplandores que se avistan en los
cementerios, en los lugares en que se acumula materia en descomposición.
La vieja guardia socialista es como la Santa Compaña, una procesión de
difuntos que aparece de pronto en la noche cerrada para sobresalto de
los vivos. Son los fuegos de los próceres del pasado, que se revuelven
en sus tumbas al ver que el PSOE, instalado en el NO es NO, se niega a
facilitar un gobierno del PP. Los próceres no entienden cómo quien ha
sido siempre tan obsequioso con sus pasadas glorias, se obstina ahora en
una actitud de rebeldía, impropia del empaque de un partido dinástico.
Y, sin embargo es muy sencillo. Es una cuestión de principios y de
sentido del ridículo.
La
cuestión de princios es tan evidente que da vergüenza mencionarla. Es
absurdo encomendar la regeneración democrática al gobierno responsable
de su degeneración. Quizá González, Bono etc., no lo vean así, pero eso
solo quiere decir que han aceptado la corrupción como forma normal de la
política española y eso no es admisible.
El
sentido del ridículo es también apabullante. Al pedir a Sánchez la
abstención se le está pidiendo que haga al PP ganar las elecciones que
ha perdido, que haga por Rajoy lo que este holgazán es incapaz de hacer
por sí mismo. Es decir, se pide a Sánchez que otorgue la victoria a
quien no la merece y en detrimento de sus propias aspiraciones. Hacerlo
sería sencillamente ridículo.
NO es NO.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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