miércoles, 10 de agosto de 2016

La Europa de las contradicciones / Félix de la Fuente *

No sé si en España hay algo que funcione, pero de lo que sí estoy convencido es de que en Europa hay muchas cosas que funcionan mal y de que hay muchas contradicciones.

No puede ser que mientras en Alemania se necesita un millón de trabajadores, en España tengamos cuatro millones de parados.

No puede ser que en la Europa de los Ciudadanos sea el Gran Capital y no los ciudadanos los que manden.

No puede ser que mientras en Grecia la atención a los refugiados podría haber creado muchos miles de puestos de trabajo y unos ingresos millonarios, por una legislación y decisión absurda de la UE, esos millones hayan ido a parar a un país que en cuanto a la protección de derechos humanos deja bastante que desear.

Sí, donde mayores contradicciones encontramos es en las relaciones de la UE con Turquía. Desde hace ya varios años se viene negociando el futuro ingreso de Turquía en la UE. Pero constantemente se van aplazando dichas negociaciones. ¿Puede un país que en su mayor parte no pertenece a Europa, que no comparte muchas de las costumbres occidentales, que, dada su población, sería el país de más peso en la UE, ingresar en la UE por el mero hecho de ser miembro de la Otan o de que su candidatura se vea apoyada por los Estados Unidos de América?

Mis consideraciones no tienen relación alguna con la situación actual de Turquía. Las podría haber escrito hace diez años y, de hecho así lo hice. Para ingresar en la UE, previamente se debe cumplir con unos requisitos. Si embargo el cumplimiento de estos requisitos no da derecho a ingresar en la UE. No admitir a un país en la UE no significa ningún agravio para con dicho país, ni que se tengan que romper las relaciones de amistad con este país, sino todo lo contrario. 

Pero ni Turquía debería entrar ni muchos de los países que actualmente están dentro de la UE deberían haber entrado. Ni está claro que dichos países se hayan beneficiado, ni tampoco lo está que hayan supuesto un beneficio para los ciudadanos europeos. Estos países no deberían haber entrado, porque no cumplían con los requisitos mínimos para la adhesión, entre otros: “compartir el ideal democrático: respeto a los principios de libertad y democracia, a los derechos humanos, a las libertades fundamentales y al Estado de Derecho; voluntad de participar en la obra común (al parecer, esta fue la razón por la que De Gaulle se opuso en 1963 y 1967 al ingreso del Reino Unido, y el tiempo le ha dado la razón); y cierto nivel económico y social ( diferencias demasiado grandes perjudicarían tanto al Estado solicitante como a la Unión)”.

Con miras a una convivencia pacífica entre ciudadanos europeos y ciudadanos turcos, ¿por qué se ha de dar más importancia al elemento geográfico que a los valores y costumbres comunes? ¿Acaso es más fácil la convivencia con los ciudadanos turcos, aunque estén a 50 kilómetros de las costas europeas, que con los argentinos de la Patagonia?

En la era de Internet y de la aldea global dar importancia a la distancia geográfica es seguir anclados aún en los inicios del siglo XX. No es lo más importante la ampliación sino la profundización. No se la pueda entretener a Turquía con promesas que no se puede cumplir, ni dar el visto bueno a una adhesión porque las grandes empresas quieran tener mano de obra barata o porque a los Estados Unidos les convenga.



(*) Ex funcionario de la Unión Europea

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