MADRID.- Semana del 11 al 15 de julio. Tras haber puesto sobre la mesa una oferta superior a los 265 millones de euros, Trinitario Casanova recibe toda la documentación oficial de Grupo Wanda para sellar un acuerdo en exclusiva sobre el Edificio España. La estaba esperando y, tras leerla con la satisfacción de quien se sabe ganador, la firma, revela hoy www.elconfidencial.com
Este documento garantiza al empresario, alicantino de nacimiento pero murciano de adopción, poder hacerse con el rascacielos después del verano,
tras haber realizado la 'due dilligence' o auditoría interna de rigor, y
haber ganado el tiempo que necesita para encontrar los compañeros de
viaje que le permitirán cerrar el traspaso definitivo.
A cambio, eso sí, el dueño de Grupo Baraka ya ha tenido que desembolsar una pequeña parte del importe total que se
ha comprometido a pagar cuando arranque el nuevo curso, práctica
habitual en este tipo de contratos, y que le sirve a Wanda como garantía
de que Trinitario Casanova no va de farol.
Porque han sido muchos los que se han llevado las manos a la cabeza cuando han sabido que el magnate chino Wang JianLin ha conseguido vender el rascacielos por encima de los 265 millones
que él mismo pagó a Santander hace dos años. "¿Cómo le van a salir los
números a Trinitario?", se preguntan. Con varias jugadas de perro viejo,
responden quienes conocen al empresario y las entrañas del Edificio
España.
La primera pasa por aprovechar los 35 millones de pérdidas
acumuladas que arrastra la sociedad propietaria del rascacielos, según
confirman fuentes que han visto los documentos, unos números rojos que
permitirán al nuevo propietario anotarse unos créditos fiscales cuyo efecto directo consiste en rebajar proporcionalmente el importe real de la operación.
La segunda consiste en trocear el proyecto para
repartir ganancias y beneficios con nuevos compañeros de viaje. Según
afirman varias fuentes, el auténtico objeto de deseo de Casanova es la
parte comercial de los tres usos que Wanda había planificado para el inmueble.
Por eso, aunque su actual oferta sea sobre la totalidad, en sus planes entra ceder los otros dos negocios, hotelero y residencial de
lujo, a inversores especializados; y, de hecho, el dueño de Baraka ya
ha llamado a varias puertas y ha mantenido conversaciones al respecto.
Pero todavía queda una tercera clave, que consiste en llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid
para llevar a buen puerto toda la obra de remodelación que necesita el
inmueble sin derribar la fachada, auténtica línea roja marcada por el
Ejecutivo de Manuela Carmena y límite que Casanova está
dispuesto a respetar sin problema, ya que su solución técnica comulga
con las propuestas por los expertos del consistorio.
Su guerra no es política, sino empresarial, y del mismo modo que está
encantado de compartir el negocio con socios que encajen en sus planes,
no tendrá ningún reparo en dejar al consistorio sacar pecho de su gestión y de haber encontrado una solución que combina el legítimo interés empresarial con el respeto al patrimonio protegido.
La puesta en escena de este buen hacer no llegará, en cualquier caso, hasta finales de septiembre o principios de octubre,
calendario con el que se está trabajando actualmente para el cierre
definitivo de la operación. Hasta que llegue ese momento, toca ser
cauto, ya que la operación está enfilada, pero no concluida, y cualquier
paso en falso podría volver a echar todos los planes por tierra.
Aunque Trinitario Casanova es experto en moverse sobre tierras
movedizas, como ha demostrado recientemente con complejas operaciones
como la subasta de Gran Vía 44 o la compra de terrenos en Valdebebas, también ha sufrido serios reveses y perdido varios órdagos.
El último, y más grave, la sentencia del Juzgado de lo Penal nº 29 de Madrid que le condena a un año de cárcel por manipular el precio de las acciones de Banco Popular.
Un auténtico punto negro de su expediente, que a pesar de
estar construido sobre operaciones de riesgo, como la compra del 3,5% de
la entidad que ha terminado llevándole ante la Justicia, cuenta con más
éxitos que fracasos.
El principal, haber sobrevivido a la dura crisis
económica de los últimos ocho años, que se ha llevado por delante a la
mayoría de empresarios de su sector, y haber sabido resurgir de sus
cenizas en plena recuperación inmobiliaria. Un renacer donde el Edificio
España puede ser su coronación... o su cruz.
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