martes, 12 de julio de 2016

El delito, haber nacido / Guillermo Herrera *

Este monólogo de Segismundo por Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño) me ha intrigado desde hace años:


“¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.”

Esta frase va asociada a preguntas tales como ¿qué he hecho yo para tener esto? o ¿qué pinta un alma divina e inmortal en un mundo tal degradado? porque nacer y morirse es una ordinariez. Una respuesta es que firmamos un contrato voluntario antes de nacer para venir a ayudar. Otra respuesta es que venimos a aprender lecciones para el crecimiento del alma.
Dicen que, cuando nacemos, recibimos un beso del ángel del olvido para que no recordemos nuestra gloria, en contraste con este mundo pellejero, y evitemos así el sufrimiento. No obstante, de vez en cuando tenemos vislumbres de la verdad que son muy perturbadores y nos hacen llorar de nostalgia.
Desde que nacemos, estamos sometidos a una serie estricta de reglas sociales y culturales que que a veces nos agobian y sentimos la necesidad de respirar oxígeno fresco sin hacer daño a nadie, pero cada vez que intentaba respirar me llamaban ‘ácrata’.
Cuando era niño me decían que no podía hacer lo que me gustara hasta que fuera mayor, pero de adulto estaba más limitado todavía, y ahora de viejo ya no recuerdo lo que me gustaba, y hasta he perdido el gusto de tanto reprimirlo.
Pero dice Fernando Savater que un ser humano sin deseos sería el más poderoso del mundo, porque podría disfrutar de su Ser plenamente, y no podría ser atrapado ni por los maestros del engaño luciferino. No en vano la esencia del Ser es “Sat-Chit-Ananda” es decir, Existencia, Conocimiento y Bienaventuranza absolutos, según la filosofía hindú.
La tradición hindo-budista enseña que vivimos en una ilusión o engaño llamado ‘maya’ o ‘samsara’, que coincide con la alegoría de la cueva de Platón. Este engaño lo expresó magistralmente Calderón:

“Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?  Un frenesí.
¿Qué es la vida?  Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”


Despertar de este sueño sería la liberación del Ser, es decir, el mayor logro de la historia o el bien más preciado que puede alcanzar un ser humano.


(*) Periodista

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