La sensación es de expansión del fanatismo y el odio. Así en general.
De que el mundo va fatal, por mal camino. En Turquía fracasa en pocas
horas el golpe militar contra el presidente Erdogan. En Francia resuena
el eco del horror de Niza y Hollande, entre peluquería y peluquería,
refuerza el estado de emergencia y el recorte de libertades. En Africa
siguen muriendo en silencio los que no han huido todavía. En Siria el
Daesh continúa su masacre física y moral. Y en España seguimos sin
Gobierno y con la tensión a flor de piel y la sociedad con los nervios
de punta y las redes sociales que se incendian cada poco con la mínima.
Daba la sensación de que Turquía había devuelto a los militares a sus
cuarteles para siempre cuando un grupo de ellos se levantó de nuevo.
Han sido unas horas, pero ha muerto mucha gente, y lo que nos queda por
ver. Curiosamente ha sido la movilización popular contra los rebeldes la
que ha acabado con el golpe, con esta suerte de 23-F a la turca. La
pulsión autoritaria de Erdogan se ha desatado y ha puesto en marcha una
caza de golpistas que se va a llevar por delante a mucha gente. Hemos
visto escenas de civiles azotando a rebeldes capturados en plena calle.
Han sido detenidos ya más de 2.700 jueces y 2.800 militares. Y el
presidente anuncia mano dura y en público.
Turquía y Erdogan pretenden entrar en la Unión Europea. Su papel en
la crisis migratoria que padecemos en el continente ha sido polémico. Es
un país clave en la Alianza Atlántica por su posición geoestratégica. A
ver ahora la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica, tras
apoyar la legalidad del régimen de Erdogan, cómo hacen para calmar a la
bestia, y exigirle que la Justicia actúe dentro de los límites de la
legalidad, con plenas garantías y respetando el derecho de defensa de
quienes vayan a ser juzgados. Si Erdogan se deja llevar por sus impulsos
la cosa se puede poner fea, y es lo que faltaba en el complejo teatro
de operaciones de la UE y la OTAN, con la desestabilización general y la
tensión política, social y económica que cunde por el planeta.
En Francia Niza se convirtió en un paseo de la muerte. Falta mucha
información sobre la masacre. Todo apunta al Daesh, incluso hay alguna
reivindicación, pero conviene tener calma porque el asunto es confuso.
El Daesh está sabiendo diversificar sus ataques en esta guerra del Siglo
XXI y sabe de hasta qué punto en la sociedad occidental hay división,
debilidad, falta de liderazgo y crisis profunda. Y lo aprovecha. En Niza
ha empleado, si se confirma que el conductor del camión era del Daesh,
una táctica nueva en Europa, pero habitual en otras zonas del conflicto.
Y Francia, Hollande y Valls, aprovecha para mantenerse en estado de
emergencia, con preocupante recorte de libertades. La extrema derecha se
relame de cara a las elecciones que tienen a la vuelta de la esquina. Y
todo apunta a que por mucho estado de emergencia, la seguridad nacional
francesa ha fallado. Vale que el autor no estaba fichado, pero que nada
más terminar la Eurocopa un tipo pueda recorrer esa distancia con un
camión disparado sin rumbo es muy preocupante. Y a partir de ahí, otro
éxito del Daesh, cual es haber conseguido que se abra una brecha en la
unidad política frente al terrorismo.
Y en España, don de seguimos esperando que los políticos resuelvan
nuestros problemas en vez de crearnos cada día más, andamos a la espera
de Gobierno, y aún no está claro que no vayamos a las terceras
elecciones en menos de un año. De traca.
Pero en lo referente a la lucha contra el terrorismo yihadista
estamos mucho mejor que otros, lo cual no obsta para que el riesgo esté
ahí. ¿Por qué en esa materia si podemos dar alguna lección? Muy
sencillo. El CNI, los servicios de inteligencia, tienen un nivel de
solvencia y eficacia notable; los cuerpos policiales trabajan con un
elevado nivel de eficacia y con una coordinación razonable; y,
desgraciadamente, los años de plomo vividos con ETA y la lucha contra
los terroristas locales nos ha llevado a adquirir unos conocimientos en
la materia notables que posibilitan un grado de eficacia preventiva
superior al resto de países de la Unión Europea.
Y también en el ámbito judicial se ha avanzado (aunque queden muchas
cosas que mejorar), y la realidad es que España ha combatido el
terrorismo de ETA en mucha soledad, durante muchos años, con menos
recortes de libertades que Francia, Italia, Alemania o Gran Bretaña, y
con un grado de respeto al Estado de Derecho que, salvo excepciones
conocidas y ampliamente divulgadas y comentadas nos permiten, casi
1.000 muertes después, ser más eficaces en la prevención del terrorismo
yihadista.
(*) Periodista
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