Espero no se me acuse de desertar mi
puesto de vigilante analista político si me tomo un asueto en esta tarea
de seguir los meandros de las negociaciones poselectorales. En román
paladino, que van a acabar resolviendo la situación por agotamiento.
Rajoy quiere a Sánchez; Sánchez no quiere a Rajoy; Rivera los quiere a
los dos; los dos lo quieren a él, pero por separado; Iglesias quiere a
Sánchez pero sin Rivera; Sánchez quiere a Rivera con Iglesias; Iglesias
no puede ver a Rivera; Echenique tampoco; Rivera no quiere a ninguno de
los dos; Garzón los quiere a todos; los catalanes y los vascos solo se
quieren entre ellos; los demás quieren a los vascos, pero no a los
catalanes. Y todos dicen saber muy bien lo que quieren, pero no quieren
saber lo que dicen.
Con
permiso, vamos a descansar un poco porque produce angustia ver una
clase política enzarzada en dimes y diretes, parlanchina hasta la
desesperación, pero ciega a la gravedad de la circunstancia del país.
Vayamos
a un asunto que movió titulares de prensa antes de las elecciones y
produjo atropelladas reflexiones, esto es, la declaración de fidelidad a
la socialdemocracia de Iglesias, principal dirigente de Podemos y faro
doctrinal. De inmediato hubo reacciones favorables y desfavorables
centradas en si era una engañifa, algo sincero, si pretendía reñir el
campo al PSOE, si este era capaz de afirmar su copyright.
Pocos se plantaron y preguntaron exactamente, la socialdemocracia ¿qué es?
¿Qué
va a ser? Una ideología. El término levanta suspicacias, sobre todo en
la izquierda. Toda ideología es mala a fuerza de falsa. Excepto la
propia. Pero la propia no es ideología sino pura razón, sentido común,
conocimiento científico. Obvio, lo de las ideologías no está nada claro
porque remite a una región de metaconceptos siempre problemática.
Hay
ideologías que no están claras en cuanto a su fondo, pero sí en cuanto a
su forma. Son conjuntos de ideas más o menos trabados y extensos
presididos por eso, por un metaconcepto, como justicia, libertad,
igualdad o seguridad. Por eso todas las opciones políticas son
ideologías.
La
socialdemoracia, una de ellas. Eso es algo que saben los teóricos de la
elección racional desde que echaron los dientes. Una ideología es un
atajo cognitivo que me permite pronunciarme en asuntos de interés
general reduciendo al máximo el coste de la información. Una ideología
viene como un pack, un kit cognitivo. Solo precisa dos
actos de fe: fe en que el kit es el más adecuado para el metaconcepto
que uno venera y fe en que el responsable oficial que las circunstancias
hayan puesto al frente de la interpretación lo haga correctamente.
¿Para
qué queremos "atajos" conceptuales? Para competir en las campañas
electorales y triunfar allegando la mayor cantidad de votos. La
ideología es un kit para activar la acción del partido como máquina
electoral. Al fin y al cabo, unas elecciones son como las batallas
medievales. Las mesnadas de los señores (aquí sus votantes) tienen que
distinguirlos en mitad de la refriega entre el polvo y el humo y con
las celadas bajas. De ahí salieron los colores de la heráldica. Las
ideologías son los escudos de blasón para la contienda electoral. Si yo
enarbolo pendón socialdemócrata, atraeré las mesnadas de esa tendencia.
Y, de hecho, la campaña de Podemos insistió en una llamada permanente a
los "socialistas de corazón"
Pero
la ideología socialdemócrata mantiene relaciones conflictivas con otras
ideologías de izquierda, singularmente la comunista. Como atajo
ideológico para cálculo electoral, la ideología comunista no ha dado
nunca resultados aceptables, razón por la cual suele concurrir a las
votaciones disfrazada.
La
conclusión obvia es que, al haber sellado una alianza con IU y, por
ende, con los comunistas, Podemos revelaba que la nueva fe en la
ideología socialdemócrata solo era un disfraz más. Un disfraz de
supervivencia. Y el resultado ha sido bastante negativo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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