Ni Rivera ni Sánchez lo quieren decir abiertamente, pero el problema
del bloqueo político en el que seguimos, en vísperas de la apertura este
martes de las nuevas Cortes, sigue siendo Mariano Rajoy, presidente del
Gobierno en funciones desde hace casi siete meses. Aunque no lo dicen
claramente, porque la realidad es que en las dos elecciones generales ha
sido el candidato más votado, especialmente en la segunda, en lo que
puede considerarse más un triunfo del candidato que del partido, que ha
llegado a colocarse con una diferencia de 52 escaños respecto del
segundo partido, el PSOE.
A pesar de todo, el pronósticos de todos los analistas, dentro y
fuera de España es que Rajoy, en estos momentos, sigue estando en la
peor de las posiciones (ver republica.com Del rosa al amarillo y Rajoy
más sólo que la una), hasta el punto que tres semanas después de las
segundas elecciones generales sólo ha conseguido el voto de Coalición
Canaria, el mismo partido que también le dio el voto a Pedro Sánchez
cuando intentó en marzo el llamado “gobierno a la portuguesa”, que
fracasó por la oposición y las maniobras de Podemos, que en esos
momentos preparaba con Izquierda Unida el “sorpasso” al PSOE, y no
estaba interesado en ningún tipo de acuerdo con Sánchez y con los
socialistas a los que quería quitar de la circulación para convertirse
en la única referencia de la izquierda.
Mientras que el Partido Popular, después de una campaña electoral, en
la que, a la búsqueda del voto útil, centró parte de sus ataques en la
inutilidad de votar a Ciudadanos porque era un voto que no iba a servir
para nada, un voto para tirar a la basura, hoy se encuentra con la
tragedia de que los treinta y dos escaños de Ciudadanos le son vitales
para una primera investidura (169 votos más uno de Coalición Canaria
170, mas, en el futuro, cinco del PNV,175, más uno de Nueva Canarias,
176, mayoría absoluta), algo a lo que se niega Ciudadanos, a pesar de que
el PP, en un gesto de buena voluntad, ha llegado al acuerdo de darle
dos puestos en la Mesa del Congreso que se vota este martes y en la que
el PP propondrá como presidenta del Congreso a Ana Pastor, la Ministra
de Fomento, amiga personal de Rajoy a la que trata con el respeto y la
admiración con los que solemos tratar a nuestro médico personal. Pastor,
médico de profesión, tiene una larga amistad con Rajoy, al lado del
cual ha desarrollado toda su vida política muy pegada al PP de
Pontevedra, a pesar de su origen zamorano. Su marido, José Benito
Suarez, es habitual acompañante de caminatas por el campo del presidente
del Gobierno, y es de los pocos amigos que conserva Rajoy.
Pastor, considerada una excelente ministra de Sanidad y, ahora, de
Fomento, tiene fama de eficacia, ha sido vicepresidenta del Congreso de
los Diputados desde 2008 hasta 2011, y ha sido, también, la única
persona aceptada por Ciudadanos, para el cargo, ya que han vetado a la
actual secretaria general del partido María Dolores de Cospedal, muy
desgastada por los sucesivos escándalos en los que se ha visto envuelto
el partido y al ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, implicado en
el grave escándalo de las escuchas en su propio despacho ministerial
(que sigue sin aclararse oficialmente) de conversaciones con el director
de la Agencia Antifraude de Cataluña, el juez Daniel de Alfonso, cesado
en su cargo por el Parlamento catalán.
Ni siquiera la concesión de dos puestos claves en la Mesa del
Congreso, puestos que, por el número de diputados no le correspondía, ha
hecho ceder a Albert Rivera que, a pesar de todas las presiones, no
está dispuesto a cambiar su voto negativo en la primera votación y
abstencionista en la segunda por un Sí a la primera como le está
pidiendo el PSOE que intenta colocar la pelota no sólo en el tejado del
PP, animándole a una negociación más seria de lo que ha venido haciendo
hasta ahora, sino también en el tejado de Ciudadanos que es el único
partido que puede aportar una serie de votos que haga posible una
investidura más o menos digna.
Lo ha explicado claramente el responsable de Ciudadanos en una
comparecencia que ha tenido en los cursos de verano de El Escorial,
dónde ha asegurado que no votara a Rajoy si no hay un compromiso serio
de regeneración política. Rivera ha dado a entender que en caso de
negociar con el PP un pacto de gobierno impondría una serie de
exigencias, que incluiría la salida del actual presidente en funciones.
Según él, los tres millones de votos de su partido no van a contribuir a
que Mariano Rajoy siga siendo el presidente del Gobierno, pero ha
señalado que hablará con ambas formaciones para poner en marcha una mesa
de negociación tripartita. Con estas declaraciones Rivera, que parece
no agradecer el gesto popular de colocarle en la Mesa del Congreso, pone
la pelota en el tejado del PSOE que ha vuelto a insistir en la reunión
del grupo parlamentario, que no piensa cambiar de criterio y que no
tiene previsto abstenerse. Los socialistas han insistido en esa reunión
que esperan que Rajoy, aunque sea en minoría (137 votos) acuda a la
investidura.
Es decir que para el PSOE, igual que para Ciudadanos, el problema sigue siendo Rajoy…
(*) Periodista y economista
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