domingo, 24 de julio de 2016

“No te metas en política” / Guillermo Herrera *

Escuché esta frase de mi abuelo desde la más tierna infancia, y siempre la cumplí al pie de la letra. Ahora la estoy cuestionando, porque a todos los amigos y conocidos que se arrimaron a partidos políticos nunca les faltó el trabajo y tuvieron mejores empleo, salarios y pensiones que yo.

Es lo mismo que decía Franco en la intimidad “haga usted como yo, y no se meta en política”. Pero desde el momento en que dio el golpe de Estado del 36, se metió en política hasta la médula.
 
Los británicos de clase alta dicen que es de mala educación hablar de política, religión o sexo, porque son cosas demasiado vulgares para ellos (“Sexo no por favor, somos británicos”).
 
En España la palabra ‘política’ tiene un matiz sectario, porque está contaminada de miedo, odio o intereses personales, y no conciben a una persona que no pertenezca a tal o cual secta política conocida.
 
A los independientes se nos mira con sospecha de ocultar no se sabe qué ideas extremistas de uno u otro lado, por lo que se hace necesario acudir al diccionario de la RAE para aclarar los términos:
 
Democracia.- Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos.- Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.
 
Pero la política se convierte a veces en el arte de ejercer tráfico de influencias para trepar en la escala social en busca de poder, prestigio y dinero, y en contra de los intereses del pueblo.
 
Se supone que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, pero en España a veces se gobierna en nombre del pueblo, pero sin el pueblo y contra el pueblo, lo cual no deja de ser una forma moderna del despotismo ilustrado.
 
Cuando un periodista habla de política siempre hay alguien que le mira con sospecha cuando no con odio, como si le estuviera robando el pan de sus hijos, porque la actividad política se ha convertido en un modo de medrar a la sombra del poder.
 
Entrando en la utopía, siempre he admirado a León Tolstói y su comunismo espiritual libertario, lejos de dictaduras, violencias e imposiciones, que no es otra cosa que el espíritu del cristianismo primitivo.
 
Fue un aristócrata ruso que decidió dejar los lujos, repartir sus tierras entre sus esclavos y fundar en su aldea una escuela para los hijos de los campesinos. Para ello creó una pedagogía particular cuyos principios instruían en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes.
 
Sus ideas sobre la no violencia activa, expresadas en libros como “El reino de Dios está en vosotros”, tuvieron un profundo impacto en grandes personajes como Mahatma Gandhi y Martin Luther King.
 
 Tolstói, escribe en su postrer libro Últimas palabras (1909) que vivamos según la ley de Jesús: amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos.
 
Entre sus últimas palabras se oyeron estas que muestran la grandeza de su alma: “Hay sobre la tierra millones de hombres que sufren: ¿por qué estáis al cuidado de mí solo?”
 
Pero volviendo al mundo real, bastante tenemos con defender al estado del bienestar, constantemente agredido por un liberalismo económico que se ha convertido en una fábrica de desigualdad, desempleo y marginación.
 
Por lo tanto reivindico al famoso economista británico John Maynard Keynes (1.883-1.946):
 
La novedad de su pensamiento radica en considerar que el sistema capitalista no tiende al pleno empleo, ni al equilibrio de los factores productivos.
 
Su conclusión principal es una apuesta por la intervención pública directa en materia de gasto público, que permite cubrir la brecha o déficit del sistema capitalista.
 
Esto se parece a la ideología política de la socialdemocracia que procura un Estado de bienestar universal y la negociación colectiva dentro del marco de una economía capitalista.
 
Defender esto parece revolucionario hoy en día, en que están amenazados los derechos sociales más elementales que conquistaron nuestros antepasados.
 
Si no existe una conspiración para esclavizar a la Humanidad, se le parece mucho.
 
 
(*) Periodista

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