La derecha pretende seguir en el
gobierno, expoliando el país, desgobernándolo, deshaciéndolo y
empobreciéndolo, aumentando la opresión y explotación de las clases
populares. Lo que es de esperar pues encaja en su actitud tradicional
consistente en encaramarse al poder o mantenerse en él por los medios
que sean.
Y esto debe entenderse en sentido literal: por los medios que
sean. Ha dado prueba abundante en la historia de que no desdeña llegar
al poder mediante la violencia, el asesinato, el chantaje, el robo, la
mentira, etc. Lo único que le interesa son sus privilegios, sus
chanchullos, robos y enchufes, es decir, seguir administrando el país
como un cortijo particular, cual ha hecho siempre. El país le importa
una higa y, si hay que sacrificarlo a sus intereses oligárquico se hace.
Sus engoladas referencias a la patria son falsas, pues su único interés
son las rentas que pueda obtener.
El
actual presidente en funciones es un tipo sin dignidad ni moralidad,
embustero sistemático, cobrador de sobresueldos de procedencia dudosa,
amparador de corruptos y presunto corrupto él mismo. Debiera haber
dimitido al comienzo de su mandato de tener un adarme de vergüenza. No
solamente no lo ha hecho sino que presenta de nuevo su candidatura, a
pesar del oprobio que rodea a su persona y a que carece de todo crédito y
apoyo popular. Nunca había estado tan claro que un individuo de esta
calaña pusiera sus intereses particulares por encima de los del país que
dice gobernar. Lo hace a través de un partido que es una ristra de
chorizos con una insólita cantidad de dirigentes envueltos en procesos
penales o tratando de librarse de ellos mediante artificios
reglamentarios, como Rita Barberá.
Lo
hace asimismo mediante un gobierno cuya ejecutoria de ineptitud y
reaccionarismo solo es comparable al grado de corrupción que ampara y
fomenta. De forma que, para cualquier observador extranjero con un
mínimo de ojo crítico, España es un país gobernado por delincuentes con
una población resignada a que le roben y se rían de ella. Esa
observación del extranjero no podrá ignorar los abundantes signos ya
abrumadores de que, además, es un Estado fallido, a punto de
desintegrarse a consecuencia de la independencia de uno de sus
territorios más ricos y adelantados, Cataluña y frente a la cual, la
oligarquía dominante tradicional no ha sido capaz de articular discurso
alternativo alguno.
Que
la derecha quiera revalidar el poder que ha traído el país a este
estado de postración es lógico dada su inexistente conciencia nacional,
su egoísmo ilimitado y su desprecio por las formas democráticas. España
se encuentra en una situación de emergencia desesperada pero eso a la
derecha le da igual porque, al no tener en cuenta más que sus intereses,
el destino del país que ha expoliado le trae sin cuidado.
Distinta
debiera ser la situación en la izquierda, pero, por desgracia
colectiva, no lo es. La izquierda podría constituirse en alternativa de
gobierno si verdaderamente quisiera rescatar el país de las garras de
una derecha delictiva. Bastaría con que las dos corrientes, el PSOE y
Podemos unieran sus fuerzas que, entre otras cosas, suponen 156
diputados, una base mucho más sana que los 137 del PP, pero eso es
impensable porque la dos están más interesadas en sus enfrentamientos
que en una acción de gobierno que sea beneficiosa para el país.
El
asunto es patente en el caso de Podemos, literalmente al servicio del
odio anguitiano al PSOE y la quimera del sorpasso. Mientras este
espíritu revanchista del comunismo más revenido predomine en la
dirección de Podemos, no hay ni que pensar en una unidad de acción de la
izquierda. Objetivamente hablando, Podemos es la garantía del gobierno
de la derecha pues está más interesado en el gobierno de esta que en
otro de su rival, el PSOE. Pablo Iglesias votó a favor de la continuidad
de Rajoy a raíz del 20 de diciembre. Quería nuevas elecciones pensando
que así se “desempataría”, cosa que no ha sucedido.
Pero
la reacción es la misma: no al PSOE en el gobierno. Quizá se haga con
un poco más de hipocresía –que en Podemos abunda tanto como la
cursilería y el plagio- pero se hace igual. Lo primero que ha dejado
claro Iglesias es que no hay posibilidad de pacto con el PSOE. Ahora
bien, si no hay tal pacto, se incrementan las probabilidades de terceras
elecciones y esas ya no serán tan bienvenidas como las del 26 de junio
porque es bastante previsible que den un descenso considerable de
Podemos.
Aunque
digan otra cosa, PP y Podemos no están interesados en la repetición de
elecciones. Están los dos interesados en que Gobierne el PP. La
reedición de la sempiterna pinza de los comunistas y la derecha en
contra de la socialdemocracia es patente. El PP de modo directo, Podemos
de forma esquinada y jesuíticca, que es como hace las cosas. Así han
lanzado a todos sus predicadores a profetizar que el PSOE facilitará el
gobierno del PP en segunda vuelta. Es decir, ellos no quieren, pero el
PSOE flaqueará y eso servirá para que Podemos, como única oposición
parlamentaria, se consolide como hegemónico en la izquierda. No es, por
tanto, una profecía, sino un deseo: Podemos quiere que el PSOE se
abstenga para justificarse a sí mismo y aparecer como el sucesor y
vencedor del PSOE al mismo tiempo. Este cálculo tan elemental debe de
parecer el colmo del refinamiento a los estrategas de Podemos.
Al
mismo tiempo, en efecto, el PSOE merecerá lo que le suceda si no es
capaz de defender su posición frente a la caterva de reaccionarios y
derechuzos que largan por todas partes, como Felipe González, Rubalcaba,
Bono, Leguina y resto de la jarcia involucionista. Si no es capaz de
reaccionar frente a las presiones del amplio frente de intelectuales
orgánicos, paniaguados y enchufados abajo firmantes que urgen a Sánchez a
echarse en brazos del Sobresueldos . El argumento falaz es siempre el
mismo: sentido de Estado, responsabilidad, estabilidad, etc. Mentiras
bien gordas. Cuando gobierna la izquierda, la derecha no tiene
inconveniente en poner en jaque la supervivencia del Estado a cambio de
mantener sus privilegios de clase.
Por
supuesto, no se trata de decir que la izquierda deba imitar la falta de
escrúpulos de la derecha, pero sí de observar que, a estas alturas, lo
peligroso para la estabilidad y permanencia del Estado español es la
cuestión catalana. El independentismo catalán, cada vez más cercano a
una confrontación que convertirá en problema internacional la negativa
cerrada del gobierno español (sea del color que sea) a celebrar un
referéndum en Cataluña.
No es no. El PSOE no puede facilitar la formación de otro gobierno de la derecha. No puede votar sí, ni abstenerse. No es no.
Si el Sobresueldos quiere más votos, que se los pida a Iglesias a quien parece que le sobran.
No es no. El PSOE no puede facilitar la formación de otro gobierno de la derecha. No puede votar sí, ni abstenerse. No es no.
Si el Sobresueldos quiere más votos, que se los pida a Iglesias a quien parece que le sobran.
La independencia y la abstención
El proceso catalán avanza, incontenible.
Según el barómetro del CEO, el porcentaje de independentistas supera al
de no independentistas. No me entretendré en hablar del CEO, de la
oportunidad del barómetro, del significado de los datos, de si votos, de
si escaños. De todo ello se hablará en los próximos días y con más
conocimiento de causa que Palinuro. Este se limita a subrayar el hecho
escueto: hay más independentistas que no independentistas.
Hace
diez años era al revés; muy al revés. El independentismo se ha
acelerado, generalizado, consolidado, convertido en prioridad nacional
para un sector de la población que ha pasado a ser mayoría en el último
decenio y especialmente, durante el prolongado desencuentro del mandato
de Rajoy. Y mayoría no precisamente silenciosa, sino muy vocal y
organizada. Puigdemont asegura que la hoja de ruta a la independencia
mantendrá sus tiempos en los dieciocho meses.
En los doce que quedan más
o menos aguardan instantes difíciles, de tensión, probablemente
confrontación de varias clases: los avatares procesales de Homs, el
acatamiento parlamentario de las decisiones del Tribunal Constitucional,
la cuestión de confianza, la adopción de una táctica unilateral entre
un referéndum o una declaración unilaterales. Todos estos momentos
pueden dar un resultado que incida sobre la marcha del proceso. Que este
va adelante no lo duda nadie en Cataluña.
En
el gobierno central, la situación es muy distinta. El nacionalismo
español no entiende los planteamientos de la vía catalana a la
independencia bajo la forma de una República. No los entiende ni quiere
entenderlos. La actitud es la de que los catalanes hagan lo que quieran
que luego llegará un deus ex machina que resolverá el enredo. Pero nadie sabe qué dios será el que salga de la machina. Y
el gobierno carece de un plan pensado para un independentismo ya muy
avanzado. Como tampoco lo tiene la oposición. Nadie tiene nada previsto
porque, además, tampoco hay gobierno ni oposición dignos de tales
nombres.
A
la vista de los hechos, la opción más verosímil es la de terceras
elecciones. Pero hay un compromiso público de evitarlas a toda costa. De
acuerdo con ese ánimo general, tres de los partidos españoles, PP,
Podemos y C's coinciden en exigir al PSOE que facilite la investidura de
Rajoy. Si eso se diera, todos sus partidarios ganarían: el PP
gobernaría, Podemos sería la "verdadera" oposición y reduciría el PSOE a
la nada, C's aparecería como un feliz facilitador.
Pero
uno perdería: el PSOE. Los socialistas no pueden favorecer en modo
alguno la continuación de un gobierno carcomido por la corrupción, por
debajo de toda sospecha y causante de la situación de empobrecimiento
masivo de la sociedad, con unas cifras macroeconómicas desastrosas.
Sobre todo porque pide la continuidad sin ofrecer cambio alguno; al
contrario, postula como candidato al principal responsable del
desbarajuste.
Si
el PSOE favorece mediante su abstención o de algún otro modo una
continuidad del actual gobierno de la derecha estará contribuyendo al
deterioro de la política democrática española. Y también abriendo el
camino a su extinción que quizá sea lo que pretendan esas voces de la
parte más conservadora del establishment político- mediático socialista.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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