Lo mejor que podría hacer Pedro Sánchez ante el Comité Federal del
PSOE del día 9 es presentar su dimisión. Eso le honraría y le evitaría
muchos problemas y ahí incluido el de tener que dejar gobernar a Rajoy
por quien profesa una total animadversión política y personal. Motivos
para dimitir tiene sobrados aunque se consuele diciendo que él evitó el
sorpasso de Podemos y que el PSOE sigue siendo el partido líder de la
izquierda y la oposición.
Pero hay otras dos cosas que Sánchez no puede ignorar ni ocultar: que
el PSOE no será alternativa de poder al PP porque mientras Podemos
mantenga una destacada posición en el Parlamento nunca le ganará las
elecciones al PP; y que bajo su liderazgo el PSOE ha perdido dos
millones de votos, 25 escaños, dos elecciones generales y la sesión de
investidura. Y todo esto conforma un mal balance político.
Aunque no es solo Sánchez quien está metido en el laberinto sin
salida del PSOE. Ahí están, presos de sus palabras, líneas rojas, vetos
al PP y a Rajoy y de la demencial investidura a ninguna parte, la
Ejecutiva y el Comité Federal del partido. De ahí la resistencia de los
dirigentes del Partido Socialista a facilitar el gobierno de Rajoy
porque ello supondrá una rectificación en toda regla y temerán que
Podemos se pase toda la legislatura recordando al PSOE su apoyo al PP
que llamarán ‘la gran coalición virtual’.
Además Sánchez tiene otros dos problemas añadidos que solo podrá
evitar si dimite pronto: tener que apoyar a Rajoy si no quiere unas
terceras elecciones; y el saber que pronto no será secretario general
del PSOE porque en el congreso del partido del otoño Susana Díaz lo
desbancará. Y entonces se preguntará: ¿por qué voy a ser yo quien se
rinda ante Rajoy para que después me cesen en la secretaria general?
Lamentablemente estos son los argumentos y la cábalas que se están
barajando en la dirección del PSOE entre los que no cuenta el interés
general de España que obligan al PSOE a comportarse como un partido de
Estado, que es lo que marcaría la diferencia de los socialistas con
Podemos. Y más aún si, aparcando los complejos del pacto con el PP, el
PSOE entra en el nuevo gobierno y participa de manera decisiva en los
dos grandes desafíos que tiene por delante este país: la recuperación de
la economía y el empleo; y la reforma de la Constitución. Es decir el
inicio de la verdadera Segunda Transición. Pero para esta hora de los
estadistas Pedro Sánchez no parece preparado. Podría estarlo Mariano
Rajoy si es que todavía no les estalla en su entorno un nuevo escándalo
político o de la corrupción.
(*) Periodista
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