Menudo personaje está resultando ser el tal Pedro Sánchez y de buena
nos libró Pablo Iglesias al votar en contra de su investidura el pasado
mes de marzo porque si este Sánchez hubiera llegado a La Moncloa no
sabemos lo que habría sido de España.
De momento el tal Sánchez ha conseguido que el PSOE logre los peores
resultados electorales de su historia por dos veces, en 2015 y 2016, y
todavía se permite hablar de los fracasos de Iglesias. El que en solo
dos años ha llevado un partido nuevo al tercer puesto del ranking
nacional con 71 escaños y controla las alcaldías de Madrid y Barcelona.
Y esto mientras Sánchez salió derrotado en las elecciones europeas,
catalanas, municipales, autonómicas, las generales 2015 y generales
2016, y además desde que llegó al liderazgo del PSOE su partido perdió 2
millones de votos y 25 escaños del Parlamento nacional entre otros
muchos cargos.
Pues bien, Sánchez sabe que Iglesias le tomó el pelo, y con razón, en
la investidura, y ahora ya no solo odia a Rajoy sino que también al
líder de Podemos, y casi no se habla con Rivera. Como apenas se habla
con una buena parte de sus compañeros socialistas empezando por Susana
Díaz, y tiene al PSOE hecho unos zorros y a punto de estallar por los
cuatro costados, como se adivina en Cataluña con motivo de la revuelta
pro secesionista del PSC.
Bueno, es verdad que Iglesias también tiene problemas en su partido y
en su coalición con IU, pero por lo menos han conservado en la noche
del 26-J los 71 escaños del 20-D, mientras Sánchez perdió 5 y quedaba a
52 escaños del PP.
Pero siendo así todo esto y los números cantan la verdad, lo peor de
Sánchez es su incapacidad política y sus malos modales, montados en una
soberbia bronquista que le conduce a un pésimo final que ya está
tardando demasiado. Porque lamentablemente en su partido hasta el
momento nadie se ha atrevido a cantarle las cuarenta y a decirle algo
tan sencillo como que ha perdido dos veces las elecciones y se tiene que
marchar. Y esto llegará, pero mientras tanto ahí está Sánchez a palos
con todos y sin capacidad de diálogo ni ganas de pactar.
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