miércoles, 20 de julio de 2016

Los medios y los fines / Ramón Cotarelo *

Sigo pensando que el programa independentista republicano catalán es la verdadera oposición al gobierno y al Estado. Conviene distinguir para entender lo que está pasando.

Una mentalidad mecanicista dirá que, pues es oposición, debe alinearse con la oposición en el congreso. Pero esa idea ignora la vertiente de oposición al Estado, para la cual el gobierno es un medio, pero no un fin en sí mismo. El gobierno catalán tiene su propia hoja de ruta y le es indiferente (hasta cierto punto) quién le haga el contrapunto en España.

La composición de la mesa del Congreso fue un vodevil, casi una comedia de enredo, entreverada de resonantes propósitos y despropósitos. Según versión nacionalista catalana, estando en negociaciones con el PSOE, Iglesias terció a las escondidas, proponiendo el nombre de Domènech en detrimento de López. Preguntado Errejón -a su vez en negociaciones sobre López-, al parecer, no sabía nada. Es portavoz, pero portavoz desafinada. De ser esto así (que también puede tratarse de una fábula del PDC y ERC para justificarse ante la crítica de haber facilitado las cosas al PP), cabe entenderlo en tres claves distintas, pero complementarias.

Según la primera: en Podemos alienta una fuerte inclinación anti-PSOE que viene de la antigüedad comunista con la vieja ambición del sorpasso anguitiano. El enfrentamiento a gritos entre el diputado Zaragoza (PSOE) y el diputado Monereo (UP), sacándose a relucir mutuamente las parejas de la vergüenza (Anguita/Aznar y Vera/Barrionuevo) ya vaticina lo que nos espera de bronca en la legislatura en la que el PP y C's harán lo que quieran mientras las izquierdas se zahieren.

Según la segunda clave, Podemos no cumple sus promesas. La de la nueva política con la crítica implícita al parlamentarismo ("no nos representan") se ha transformado en un frenético cabildeo a la usanza de la más vieja política, con reuniones secretas, ambigüedades, falseamientos. Y todo eso mientras se acentúa la política de gestos para la audiencia, normalmente vacíos, pero con intención de construir un ambiente simbólico de ruptura que se proclama pero no se practica.

Según la tercera clave, Podemos no es serio en su acción política en conjunto. En su dirección y no solo en su líder, hay una confusión permanente entre las instituciones y los medios. En realidad, se instrumentalizan las instituciones al servicio de los medios. Porque se confunde a los medios (de comunicación) con los fines. Podemos hace una política espectáculo que ya permite prever que seguirá haciéndola durante la legislatura: grandes, ampulosos, gestos mientras la grisácea tarea de gobernar el día a día, de legislar y organizar la vida corresponderá a la derecha.

Tenía que ser un vodevil y lo fue. Los de Podemos quedaron de villanos de la obra, veletas tornadizas sin sentido de la lealtad y los socialistas como bobalicones a los que se engaña como a los niños. Ahora, por despecho, dicen que la composición de la mesa -facilitada por los nacionalistas- ya preanuncia que el PP podrá formar gobierno y lo animan a buscar los apoyos que le faltan porque suponen, con escasa justificación, que los nacionalistas no favorecerán un gobierno del PP. Pero pueden hacerlo, como han propiciado la composición de la mesa, ¿por qué no?

Si hay un gobierno del PP en minoría, será igual al existente y procederá de idéntico modo. Hay quien dice que, al estar en minoría, tendrá que moderarse. Es lo que argumentan los socialistas más conservadores para provocar la abstención del PSOE. Pero es obvio: si el PSOE se abstiene, se hunde. Apoyar el gobierno más desprestigiado, inepto y corrupto de la democracia no es un acierto. Además, no es verdad que, al estar en minoría el gobierno se modere. No le hará falta porque jugará con las divisiones y enfrentamientos de la oposición que es más oposición hacia dentro de sí misma que hacia fuera.

Es tal la seguridad de la derecha en este salida que Rajoy cuenta con que el Rey pida a Sánchez la abstención. Nadie en España se ha tomado nunca muy en serio la Constitución, pero esta descarada pretensión de la derecha de instrumentalizar al monarca, rebosa la imaginable. ¿No son estos los que predican la neutralidad política de la corona? Para el PP, la monarquía no es un fin en sí mismo sino un medio para el mantenimiento de su poder de partido.

Entre tanto, llegará septiembre, se verá cuánta gente sale a la calle el día once en Cataluña y se iniciará la etapa final del proceso. En realidad, ya ha empezado pues el Parlament tendrá que responder a la petición de Tribunal Constitucional de que suspenda la tramitación de la legislación de desconexión. Ahí se dará la primera escaramuza. Luego llegará la cuestión de confianza a Puigdemont. La CUP puede votar que no o que sí. Si vota que no se convocarán nuevas elecciones y el resultado puede ser terriblemente variado. Y el proceso habrá sufrido un retroceso. Si vota que sí, el proceso seguirá a toda velocidad, con independencia del gobierno que haya en España.

A partir de ese momento se entrará en una dinámica de conflicto que no tiene por qué ser muy distinto con un gobierno de derechas o de izquierdas ya que ambas corrientes españolas son dinásticas, incluido por omisión sedicentemente astuta, Podemos. Y ahí es donde se verá si las concesiones en la composición de la mesa del Congreso son meras maniobras tácticas que no afectan a la voluntad de llevar adelante el proceso constituyente republicano o si son claudicaciones en mayor o menor medida. Todo pronunciamiento anterior en pro o en contra será un juicio de intenciones.

Intenciones ¿respecto a qué? Respecto a un panorama político español tan deteriorado que la opción con mayores posibilidades es la confirmación en el poder del mismo gobierno que ha traído al país a este desgobierno y presidido por el principal responsable de todo ello que se niega a admitir responsabilidad alguna por sus actos.

La dirección del PSOE es incapaz de gestionar la posición de absoluta centralidad que le ha correspondido. Igual que el asno de Buridán, no puede pronunciarse por ninguna de sus dos opciones. Su concepción "uninacional" de España lo acerca al PP, justo el partido con el que no quiere saber nada. Su inclinación al reformismo socialdemócrata y a la izquierda en general lo empuja hacia Podemos, un partido cuyo objetivo esencial es acabar con el PSOE. Abstenerse es no decidirse y, como el asno de Buridán, perecer por inanición.

En ese panorama, ¿de dónde saca el personal que los indepes catalanes están claudicando en su objetivo propio? 
 
Primer aviso
 
La declaración de Homs de que el PDC está dispuesto a propiciar un gobierno de izquierda en Madrid sin poner el referéndum como condición inexcusable, provoca desconcierto en el campo independentista. Lógico. A primera vista parece un frenazo en el proceso.

No obstante, tiene fácil defensa si se aplica un criterio práctico. El primero de todos es dejar claro que no poner el referéndum como condición sine qua non para la constitución de un gobierno en España no significa renunciar a él. Al contrario, la colaboración en la puesta en marcha del gobierno español no obsta para que el catalán siga con la hoja de ruta en los términos que especifique el Parlamento.

Muchos defienden que, en el fondo, a los indepes les es indiferente el gobierno de Madrid y esta consideración tiene su base. Las izquierdas españolas son antes españolas que izquierdas mientras que las derechas son antes derechas que españolas, por muchos gritos patrióticos que vayan dando. Pero algo es hoy innegable: el desgobierno de la derecha está destrozando el país.

La cuestión táctica es muy clara. Su único problema es su verosimilitud. Eso es algo que solo se mide a la luz del cumplimiento de la estrategia. Pero aquí estamos ya en el medio plazo, en donde se acumulan promesas, engaños, desengaños. El modo de hacerlo es sencillo: se apoya un gobierno de izquierdas en Madrid mientras se sigue impertérrito con la hoja de ruta en Cataluña. En Madrid se debate sobre la reforma de la Constitución mientras en Cataluña se discute sobre el RUI o la DUI y se adoptan las medidas precisas.

Si en España se constituye un gobierno de izquierdas, la Generalitat tendrá un interlocutor distinto del don Tancredo hasta la fecha. No se sabe si mejor o peor, pero distinto; lo cual ya es algo. No creo que haya alguien a quien parezca una buena idea que el actual gobierno en funciones prolongue su desgobierno. Unas terceras elecciones generales no benefician a nadie.

Pero tampoco lo hacen unas catalanas. Y es la cuestión que se planteará en Cataluña, a la vuelta del verano y después de la Diada. Exactamente, ¿votará la CUP a favor de Puigdemont o este perderá la cuestión de confianza y será preciso convocar nuevas elecciones?

La perspectiva de una nueva consulta catalana introduce un poderoso factor de incertidumbre. El eje izquierda/derecha se cruza ahora con el independentista/no independentista y permite vislumbrar posibles cambios en las tendencias de voto. En Comú Podem y CSQEP pueden llegar a confluir en una operación de lanzamiento de Ada Colau como candidata a la presidencia de la Generalitat con un programa nacional confuso que no augura nada bueno para el voto independentista. Y todos los vaticinios predicen un resultado también malo a la CUP.

En definitiva, todo son imponderables que solo pueden conjurarse garantizando la confianza a Puigdemont y colaborando a desarrollar y aplicar la hoja de ruta. Sin imposiciones y sin complacencias.

Un gobierno de izquierdas tendrá una actitud menos hostil hacia Cataluña que uno de derecha. En último término, la petición de un referéndum es muy razonable e inevitable. En la izquierda española probablemente así se considera, aunque mucho menos en el PSOE. En este punto, los socialistas necesitan algo de pedagogía . Si, a pesar de todo, no se consiguiera la consulta, los indepes pueden dejar de apoyar el gobierno. Es decir, tienen cierta fuerza a la hora de presionar. No para imponer, pero sí para bloquear.

Y eso siempre es una garantía. Sobre todo teniendo en cuenta que el no al referéndum ya lo tenían de antemano. Una subsiguiente negativa de las izquierdas españolas equivaldría a una especie de terremoto en Cataluña, en donde las fortunas electorales de los partidos que quieren mantener la vinculación con España se hacen más problemáticas.

El referéndum es todo en Cataluña, pero es nada en España. Sacrificar la nada para conseguir el todo es inteligente, aunque sea complicado de entender.
 
 
El franquismo sociológico
 
 
Con motivo del 18 de julio, exaltación del golpismo militar delictivo español, los de TeleSUR me hicieron una entrevista que van a ir poniendo por fases. Según me vayan llegando, las iré subiendo. En este caso se trataba de ver si podíamos identificar eso que llamamos el franquismo sociológico, es decir ese veinticinco o treinta por ciento de la población directa indirectamente beneficiados por la dictadura, su arbitrariedad, su corrupción, su favoritismo. Más o menos, el pocentaje de votantes fieles del PP, partido franquista, fundado por un ministro de Franco y poblado hasta las tejas de nostálgicos del franquismo, herederos ideológicos y biológicos de la dictadura. Cuando se dice dictadura se dice un régimen ignominioso, tiránico, brutal, que infantilizó a la población, sometida al terror y el sistemático lavado de cerebro de los falangistas, los medios de comunicación, la Iglesia, el sistema educativo, etc. Se dice una población despojada de sus derechos fundamentales, acobardada, imposibilitada de protestar y, en buena medida -en la medida de este "franquismo sociológico"- feliz de intercambiar libertad y dignidad humana por la aparente seguridad del paternalismo más despreciable.

Volveremos sobre todo ello llegado el momento.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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