No tiene otra. Puede jugar al ratón y al gato cuanto quiera, pero la
cosa está clara. La Constitución lo dice claramente, y no caben
interpretaciones interesadas o imposibles de la Carta Magna para
modelarla al gusto de cada cual. Los artículos dicen lo que dicen, y
rige para todos. O sea, es imposible aceptar el mandato del Rey para ser
candidato a presidente del Gobierno y no presentarse a la sesión de
investidura.
Felipe VI no le ha encargado a Rajoy un sondeo, ni una
ronda de consultas. No le ha hecho un encargo o un ofrecimiento
gracioso. Le ha propuesto como candidato. Que se aplique Rajoy la
medicina que le suministró él mismo a Pedro Sánchez cuando el PP le
exigió por escrito ante la Mesa del Congreso que se convocara
inmediatamente el debate de investidura. Eso es lo que ha de hacer
Rajoy. Respetar la Constitución, presentar su candidatura o irse y dar
paso a otro dirigente de su partido que lo intente.
Y, además de Rajoy, la Constitución obliga a Ana Pastor, presidenta
del Congreso, a convocar el Pleno. Sí o sí. Le corresponde ahora a Ana
Pastor obedecer a la Constitución, no a su jefe en el PP, y fijar fecha
para la investidura. Lo contrario sería otro desafío a las reglas que nos
hemos dado, a la Carta Magna, y los desafíos a la Constitución deben
tener consecuencias. Lo que no vale es exigir a los demás que la acaten,
la respeten y la cumplan, y pretender uno pasársela por el forro de los
caprichos y los intereses personales. Es inadmisible. Y estamos ante un
asunto de máxima seriedad en la mayor crisis política, económica,
social e institucional que hemos conocido en nuestra joven democracia.
Y si Rajoy no entra en razón, corresponde a los dirigentes del
Partido Popular actuar, y obligar al presidente en funciones a dar un
paso a un lado y dejar que sea otro quien se presente en el Parlamento
con un programa de Gobierno para argumentar, convencer, debatir y tratar
de conseguir los apoyos necesarios para que los españoles tengan un
Gobierno nueve meses después, tras el espectáculo dantesco al que nos
tienen sometidos desde el pasado mes de diciembre.
Ahora Rajoy está en abrir una nueva ronda de negociaciones con
Sánchez y Rivera la semana que viene. Pero a estas alturas lo tiene
crudo, y no le van a ayudar a Rajoy sus palabras tras recibir el encargo
del Rey. El presidente en funciones parece desbordado, y en el PP
terminarán por entender que también ellos pueden pagar muy caro el
esperpento si vamos a unas terceras elecciones.
Según la Constitución, no hay otra alternativa. Rajoy es formalmente
el candidato único a presidir el Gobierno, y el Rey no puede proponer a
ningún otro hasta que se someta a la investidura en el Congreso. O gana y
es nombrado presidente o pierde y finaliza el proceso para iniciarse de
nuevo o convocar las terceras elecciones.
Esto es lo que hay. Todo lo demás son trampas, mentiras y/o intentos de saltarse a la torera la Constitución. Pues eso.
(*) Periodista
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