sábado, 30 de julio de 2016

De cómo la democracia española salió malparada el 28/7/16 / Fernando G. Urbaneja *

El miércoles fue un día entre patético y cómico, que nos depararon los líderes políticos que pretenden gobernar España. Tras exponer sus planes (?) al jefe del Estado los jefes de los principales partidos y la presidenta del Congreso comparecieron ante los periodistas para dar cuenta e informar a los ciudadanos. Deconstruidas todas sus respuestas nos queda muy poco de provecho, más inquietudes que tranquilidad.

Sostiene Rajoy que ir a unas nuevas elecciones sería una broma que no entendería nadie en el mundo, quedaríamos muy mal en Europa, que espera compromisos de un gobierno de verdad, y aún peor ante los ciudadanos. Pero el mismo Rajoy sostiene que no cabe otro gobierno que el presidido por él, lo demás puede ser negociable, pero no su presidencia. Llega a sostener que a él lo han elegido los españoles, sin percatarse de que los españoles eligen un Parlamento, que es el que designa un presidente, que, incluso, pudiera no ser diputado. De manera que el candidato no pasa el examen de reválida constitucional, el cartón de la democracia.

Sostiene Sanchez, el segundo protagonista del drama (¿o es comedia?) que tiene que actuar es Rajoy y que actuación no puede ser otra que pasar el examen de investidura con los votos que ya tiene, con esos insuficientes 137 escaños que no consigue engordar. Pasar por la investidura le parece a Sánchez que es lo importante, y, entretanto, no mueve pieza y sigue al frente de un partido agonizante.

Sostiene Iglesias, que ahora es convidado de piedra en el cuarteto, que le gustaría que Sanchez le llamara para hacer un gobierno de izquierdas, pero reconoce que no suma, que las cuestión catalana ha puesto imposible la suma. Lo que pudo sumar en marzo ya no suma en julio. De manera que Iglesias no tiene nada que añadir, bastante tiene con pastorear a los suyos.

Sostiene Rivera que hay que hacer un gobierno “fuerte y limpio”, que para él significa sin Rajoy aunque presidido por alguien del PP, pero a ver quién ata esa mosca, en el PP no se molestan ni siquiera en responder. De manera que su propuesta son palabras al viento.

Para rematar y hacer repóker llega la tercera autoridad de Estado y lee el papel que le ha mandado el Rey, que no es capaz de ejecutar, antes tiene que hablar con el candidato, es decir con su jefe natural, el presidente de su partido. La Constitución dice que al presidente del Congreso corresponde convocar la sesión de investidura una vez tramitada la propuesta del Rey tras evacuar las correspondientes consultas. La presidenta está notificada, es público y notorio, pero para dar el segundo paso tiene que consultar. No es que el legislativo esté sometido al Ejecutivo (que ya es grave) sino que lo está al partido político que la llevó al cargo. Resulta i decoroso, ni siquiera disimulan.

No acierto a señalar cuál de las cinco estampas es más perversa para la calidad de la democracia, pero todas juntas llevan a la conclusión de que vamos a menos, que las expectativas ya no son limitadas, sino más bien declinantes.


(*) Periodista


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