El editorial de El País de hoy, dedicado a explicar por qué ha retrocedido Podemos comienza con una falsedad parcial al afirmar que ese retroceso en la urnas ha sido inesperado.
Lo habrá sido para el periódico pero no para otra gente como, por
ejemplo, Palinuro, que lo dijo y predijo varias veces mucho antes. Desde
el momento en que, víctima de un cálculo erróneo y de la soberbia de
los dirigentes de Podemos, se llegó a la "confluencia" con esa muerta
vivente, IU, quedaba claro que el partido morado vinculaba sus destinos a
los muy oscuros de los comunistas españoles, inveterados perdedores
camuflados hasta entonces como eso, Izquierda Unida. Creer que el
resultado negativo de este dislate sea algo inesperado solo demuestra
desconocimiento del terreno que se pisa. Y eso, siendo caritativos.
Inesperado
también ha de ser para la izquierda comunista en cualquiera de sus
variantes a pesar de que su reiterada experiencia de fracasos debiera
haberla vacunado contra sorpresas. ¿Cómo es posible que la gente se
niegue a votar al partido que incorpora en su acción la seguridad de
estar en posesión de la verdad siempre? Efectivamente, para quienes
directa o indirectamnte participen de la pontificia creencia comunista
en la infalibilidad de sus juicios, un fracaso de esta magnitud tiene
que ser "inesperado". Los comunistas de toda la vida, piensan que si la
realidad contradice la teoría, la culpa será de la realidad. O de quien
sea, menos de ellos.
Las
elucubraciones más absurdas se convierten en la razón en marcha de la
historia y las dislates de mayor calibre en verdades apodícticas. Es el
estilo comunista más acrisolado que ha absorbido Podemos, como si, tras
haber fagocitado a IU en un primer momento, ahora estuviera siendo
devorada desde dentro. Eso es lo que está provocando reacciones
infantiles o desproporcionados.
Es
lo que anima a los facistrolls de Podemos, auténtica generación de
fanáticos, que insultan de la peor manera posible a todos los que han
votado a otros partidos. Toda la cursilería de la sonrisa y el amor
hermoso y el amaos unos a otros, se ha convertido en "puto viejo",
"gilipollas" "borrachas independentistas", etc., epítetos que no
solamente muestran la frescura de una envidiable e ingenua juventud,
sino también la alarmante falta del más elemental factor de
inteligencia.
El ataque de las hordas de a pie de Podemos viene acompañado de un inenarrable texto amenazador de Pablo Echenique, el secretario de organización de Podemos. Echenique ha descubierto él solo el principio coercitivo del derecho pero aplicado a lo torcido, o sea, al juicio arbitrario y caprichoso de alguien con poder, pero sin razón, lo cual ya es una hazaña para quien no para de decir tonterías. Extirpar "la mala hierba", quiere este mozo en terminología que delata su formación religiosa. La misma razón por la que el cardenal Cañizares se pregunta si todos los inmigrantes serán "trigo limpio". Mala hierba, trigo limpio, metáforas rupestres de gentes que probablemente no han visto el campo ni en cuadros de paisajes.
El ataque de las hordas de a pie de Podemos viene acompañado de un inenarrable texto amenazador de Pablo Echenique, el secretario de organización de Podemos. Echenique ha descubierto él solo el principio coercitivo del derecho pero aplicado a lo torcido, o sea, al juicio arbitrario y caprichoso de alguien con poder, pero sin razón, lo cual ya es una hazaña para quien no para de decir tonterías. Extirpar "la mala hierba", quiere este mozo en terminología que delata su formación religiosa. La misma razón por la que el cardenal Cañizares se pregunta si todos los inmigrantes serán "trigo limpio". Mala hierba, trigo limpio, metáforas rupestres de gentes que probablemente no han visto el campo ni en cuadros de paisajes.
A
tono con estas intenciones inquisitoriales, depuradoras, de
represalias, la dirección de Podemos también se apunta a este cómodo
expediente de descargar sobre cabezas ajenas las desastrosas
consecuencias de las estupideces que ella encontraba geniales un momento
antes.
Y estos son los que iban a asaltar los cielos.
Y estos son los que iban a asaltar los cielos.
Ayer fuimos a visistar la casa-museo de
Karl Marx en Treveris, que está casi a tiro de piedra de Luxemburgo, en
donde nos encontramos. Se llama casa-museo por llamarse de alguna forma
porque de museo tiene poco; nada. Se trata de la casa natal del autor de
El Capital sin nada dentro, sin muebles ni pertenencias, solo la
paredes desnudas cubiertas por una densa infografía de la vida y obra
de Marx, desde su nacimiento hasta el fallecimiento de Engels y algún
tiempo después con explicaciones sobre Eduard Bernstein, la polémica
del revisionismo y los debates de la Segunda Internacional, con August
Bebel, Karl Kautsky, etc. Más que un museo es una detallada información
sobre la vida y obra del genio de Tréveris y la obra que dejó detrás.
La
casa es propiedad del SPD y está administrada por este a través de la
Fundación Friedrich Ebert. Es decir, se trata de una exposición
concebida con espíritu socialdemócrata. Lo cual es lógico. Si hubiera
sido propiedad del Partido Comunista de Alemania que, como todos los
partidos comunistas, siempre ha sostenido tener una relación más sincera
con Karl Marx, el tratamiento hubiera sido muy distinto. Al serlo de la
socialdemocracia, su visión de la historia tiene sus peculiaridades. La
primera de todas, que hace hincapié en la aportación engelsiana, muy en
el espíritu socialdemócrata. Marx se nos aparece a lo largo de la
exposición casi como un elemento más de una muestra que se refiere en
realidad a la configuración de una doctrina marxista claramente del lado
Engelsiano, esto es, centrada en la llamada "concepción materialista de
la historia". Mucha menos referencia a otros aspectos teóricos de la
doctrina, como pudieran ser la dialéctica, la crítica de la economía
política, la plusvalía, el fetichismo de la mercancía, la alienación,
etc. La concepción materialista de la historia, el materialismo
histórico, que se llama, acuñado por Engels y sistematizado por Karl
Kautsky, es el elemento decisivo.
El
contenido del materialismo histórico reside en sostener que no son las
ideas las que cambian el mundo sino que son las condiciones materiales
de vida las que infuyen definitivamente sobre las ideas. Esa es la
conclusión profundamente errónea del idealismo, singularmente el de
Hegel. Por eso era necesario de acuerdo con la pareja de amigos al
escribir La ideología alemana, "poner a Hegel al derecho", con los pies hacia abajo y la cabeza hacia arriba pues él solo había invertido la posición.
Esta
visión tan conservadora, en cierto modo casi Biedermeier del marxismo,
de pronto me suscitó una posible respuesta a la pregunta que siempre me
he planteado, en concreto: ¿Cómo es posible que una doctrina que ha
fracasado en todas sus predicciones, como el marxismo, conserve tanta
fuerza y actualidad? Parece bastante claro que hoy día no se puede ser
marxista pero, al mismo tiempo, tampoco antimarxista. ¿De qué modo cabe
salir de esta paradoja?
La respuesta he ido a encontrarla en la casa de
Karl Marx y la teoría del materialismo histórico, según la cual,
reiterémoslo, no son las ideas las que mueven el mundo y lo trasforman,
sino que son las condiciones materiales de existencia las que determinan
las ideas. Las ideas no crean la realidad sino que explican o
interpretan las condiciones materiales de existencia. Ahora bien, ¿que
es la concepción materialista de la historia y el materialismo hitórico
sino una idea?
Es la pescadilla que se muerde la cola. El marxismo se
mantiene contra toda evidencia en contrario porque es irrefutable, ya
que forma un bucle: la idea que más poderosamente ha cambiado el mundo
en los últimos ciento cincuenta años, el marxismo, consiste en sostener
que las ideas no cambian el mundo. En el fondo, se trata de una paradoja
similar a la de Epiménides el cretense.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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