domingo, 12 de junio de 2016

El CIS y el ‘empate catastrófico’ / Alberto Aguirre de Cárcer *

La campaña electoral arrancó en la madrugada del viernes con la promesa de todos de que no habrá una tercera vuelta, aunque doce horas antes el sondeo del CIS reflejó una posible distribución del voto que dibuja un escenario más ingobernable que el salido de las urnas en diciembre pasado. El mensaje de cambio del 20D, que la sociedad interpretó como una llamada a recuperar la política de pactos y consensos, muy pronto se contaminó con vetos cruzados y líneas rojas, con negociaciones por sillones y con el mismo espíritu de siempre: quítate tú para ponerme yo. La política necesita a personas que no necesiten a la política, pero como ni de lejos es lo que sucede en España, volvemos a las urnas en dos semanas para votar a los mismos cuatro candidatos que durante meses proclamaron que no formar gobierno constituiría un fracaso de la política con mayúsculas. Aquí están de nuevo. 

El CIS ha encarrilado la campaña dejando sobre la mesa un escenario inquietante. Porque si se consuma, la aritmética volverá a poner las cosas complicadas. Aunque el sondeo refleja que uno de cada tres españoles aún no ha decidido su voto, y se hizo justo cuando IU y Podemos fraguaron su acuerdo, los pronósticos han hecho saltar las alarmas en todos los partidos, excepto lógicamente en Unidos Podemos, que podría convertirse en segunda fuerza, a escasa distancia del PP. Los mayores temores se viven en el PSOE, que corre el riesgo de perder la hegemonía de la izquierda por el previsible ‘sorpasso’ de Unidos Podemos. Si no se movilizan sus votantes, podría verse en la tesitura de tener que apoyar a Iglesias o abstenerse para que gobierne Rajoy, probablemente con una nueva Ejecutiva sin Pedro Sánchez. 

Los datos de la encuesta son también malos para el PP. Gana sin romper el techo del 30%, pierde escaños y ve alejarse más sus posibilidades de retener La Moncloa con su propuesta de gran coalición. Seguiría dependiendo de otros tras el 26J, pero sobre todo de un PSOE en su mayor crisis desde la Transición. Ciudadanos también retrocedería, según el CIS, difuminándose su papel de bisagra imprescindible. Quienes más buscaron el acuerdo de gobierno son ahora las principales víctimas de la polarización electoral entre PP y Unidos Podemos. La formación de Pablo Iglesias es la que de antemano sale ganando. Su pacto con IU le puede asegurar un incremento de escaños en 19 provincias, obteniendo en otras cinco un diputado por primera vez. Establecer una alianza con la vieja guardia del PCE, y al mismo tiempo definirse como socialdemócrata para ocupar el espacio del PSOE, no ha sido obstáculo para quien demuestra pocos reparos en romper los huevos que hagan falta si al final le sale la tortilla. 

Las expectativas de Unidos Podemos no solo son mérito de sus estrategas y de su capacidad para el márketing político. También es fruto de los errores de Pedro Sánchez que, para afianzarse en la dirección socialista y desalojar al PP, aupó a Podemos y a sus confluencias hasta la cúspide de los grandes ayuntamientos y varias comunidades autónomas. También Rajoy ha puesto un importante grano de arena, relativizando durante años la corrupción y dando alas al populismo de plató para debilitar a los socialistas, sin reparar en que su hundimiento le conduciría a él y al país a una gobernabilidad muy complicada.

PSOE y PP han propiciado con una ingenuidad e irresponsabilidad pasmosa ese escenario soñado por Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, inspirándose en la teoría del ‘Empate catastrófico’ de Álvaro García Linera, vicepresidente de los tres primeros gobiernos de Evo Morales. Influenciado por Gramsci y otros teóricos, García Linera llama ‘empate catastrófico’ a una etapa de los Estados políticamente en crisis en la que se confrontan dos proyectos nacionales de país, antagónicos y ambos con capacidad de movilización, sin que ninguno logre imponerse, produciéndose una crisis de gobernabilidad que puede durar meses o años. El desempate terminaría por llegar coincidiendo con otro momento al que García Linera denomina ‘punto de bifurcación’. Si se cumplen los pronósticos del CIS, Podemos no lo alcanzará el 26J, pero podría lograrlo en los siguientes comicios si desplaza ahora al PSOE.

A la vista del sondeo, la estrategia del miedo para movilizar a los indecisos le está dando al PP parcos resultados en el corto plazo. Hasta el propio Aznar, en ocasiones desconectado de la realidad, le ha advertido a Rajoy de que la polarización electoral siempre beneficia más a quien parte de peor posición. No obstante, en su mitin de ayer en Murcia, el presidente perseveró en esa línea. En el mejor de los casos, si los populares consiguen mantener de alguna forma el Gobierno van a vivir un infierno teniendo enfrente a un partido que quiere «tomar el cielo por asalto», desde la calle y el Parlamento, y con el que no comparte el más mínimo solapamiento ideológico ni zonas comunes de centralidad donde puedan pactarse, al menos, las políticas de Estado. Nada está escrito de antemano. Las distancias entre los tres principales partidos son estrechas y el número de indecisos es aún elevado. Pero si no cambian las tendencias, amaneceremos el 27J con un panorama imprevisible.


(*) Periodista y director de La Verdad


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