El debate a cuatro ha tenido efectos demoledores en el PSOE, donde
unos andan temblando de miedo al fracaso, otros superados por los
problemas, muchos indignados con Pedro Sánchez, algunos a la sombra del
jefe no por convicción sino por sentido equivocado de la supervivencia,
no menos maquinando estrategias para la noche del 26 una vez conocido el
escrutinio y buena parte de la militancia estupefacta ante la debacle
que puede que se les esté avecinando, tras tantos años de historia. Y
los viejos caimanes operando entre bambalinas para descabalgar a Sánchez
y aupar a Susana Díaz, con todos los riesgos que conlleva la operación.
Hoy Jordi Sevilla ha defendido que gobierne quien obtenga más apoyos
en las urnas, sin excluir al PP y Rajoy, y se han encendido las alarmas
en Ferraz porque el mandamás económico de Sánchez contradice lo
reiterado por el secretario general, que no deja de insistir en que no
se abstendrá para posibilitar que Rajoy siga en la presidencia del
Gobierno. Y se ha desatado la tormenta. Sevilla ha sido hábil, porque en
su afirmación, a través de la red social Twitter, caben
interpretaciones diversas. Pero él era consciente de que la iba a liar, y
no tira puntada sin hilo.
Pero la cosa no ha acabado aquí. En el equipo de campaña de Pedro
Sánchez vuelan los cuchillos tras una afirmación del líder respecto a
que en la cocina electoral, o sea, en su grupo de apoyo de cara a las
elecciones, unos trabajan más y mejor que otros. Otra afirmación
ambigua, obvia si prefieren, porque eso sucede en cualquier grupo
humano, que hecha en público tras el fracaso en el debate y en medio de
la crisis ha azuzado los peores instintos y ha generado un cabreo de no
te menees en su staff en un momento crítico.
Monta un circo Sánchez y le crecen los enanos, pero se lo está
ganando a pulso por su mala cabeza. Y entre tanto, a derecha e izquierda
le ganan terreno cada día Ciudadanos y Unidos Podemos, o eso parece
percibirse y deducirse de lo dicho y escrito por todos los analistas. Y
este panorama es demoledor para Sánchez, porque o hay una sorpresa
mayúscula, o de las urnas que se coloquen el día 26 es seguro que va a
salir un escenario en el que todos van a tener que negociar mucho y muy
en serio para poder conformar Gobierno, y perder capacidad de influencia
es lo peor que le puede suceder a cualquiera de los cuatro candidatos
con posibilidades reales.
Sánchez ha reiterado en todas sus intervenciones que su única
diferencia esencial, nuclear, con Podemos, es la defensa del derecho de
autodeterminación en Cataluña, cuando la realidad es que las diferencias
entre ambos van mucho más allá y en ese debate lo que se ventila es la
hegemonía en la izquierda española (podríamos hablar mucho del concepto
izquierda, pero dejémoslo para más adelante). Y ahí el PSOE y Sánchez
parece que están perdiendo la batalla, porque se han desdibujado, han
perdido identidad, han arrinconado la ideología y se han dejado
arrebatar la tostada por la habilidad, la falta de prejuicios, el
oportunismo, la demagogia y el populismo de Unidos Podemos.
La cosa está que arde y me malicio que a día de hoy lo único evidente
es que cualquier escenario de pacto pasa por la desaparición de la
escena de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, pase lo que pase el 26-J. Y
tanto el debate como el tono de campaña, en el que no se abordan a fondo
las cuestiones esenciales, al centrarse todo en la batalla de titulares
de prensa y aperturas de los telediarios, me llevan a concluir que o
cambia mucho la cosa o quizá nos veamos abocados a unas terceras
elecciones. Tiempo al tiempo.
(*) Periodista
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