sábado, 18 de junio de 2016

Lo primero que pensé / Guillermo Herrera *

Esto es lo primero que pensé el día en que me jubilé:
“YA NO TENDRÉ QUE SOPORTAR AL IMBÉCIL DE MI JEFE NI UN MINUTO MÁS”
La frase está tomada de una canción de Amaral que me encanta:
El pensamiento no es muy elevado, pero es la realidad de este mundo que nos toca vivir.
¡Hay que ver la cantidad de imbéciles que tenemos que soportar a lo largo de la vida!
Jefes imbéciles, compañeros imbéciles, y hasta clientes imbéciles si somos autónomos.
Con razón el Dalai Lama aconseja practicar la virtud de la paciencia.
Si son jefes, son explotadores esclavistas y nunca reconocen tus méritos por mucho que te esfuerces en hacer bien tu trabajo.
Sin son compañeros, son auténticos trepas que quieren subir a costa de jugar sucio.
Si son clientes, no aceptan un precio justo e intentan engañarnos, y encima se vuelven morosos con facturas impagadas.
Sin son religiosos, convierten sus creencias en una pesadilla sectaria y fanática, y utilizan el miedo al infierno para controlar a sus seguidores.
Si son políticos, degradan los principios éticos de cualquier Constitución, se corrompen para robar dinero, e intentan recortar al máximo los derechos y las libertades.
Yo los llamo supresivos, personas tóxicas o hermanos bastardos.
Son irracionales hasta el fondo porque basan su supervivencia en machacar a los demás. Se creen que sólo pueden sobrevivir si hunden moral y físicamente a las personas que les rodean. Carecen del sentido de la cooperación y de la solidaridad, y sólo se preocupan de poner zancadillas para comerles el terreno a los demás.
Y lo peor es que en ocasiones tienen mucho poder y los necesitamos para sobrevivir, aunque tengamos que taparnos la nariz.
Son personas que carecen de sabiduría, de amabilidad, de educación y de respeto, y pretenden darnos lecciones de todo cuando son auténticos necios creídos. 
No saben ni quiénes son ellos realmente, porque carecen de toda realización espiritual. Por eso lo primero que pregunto a este tipo de personas es: “¿quién es usted?” No la dirijo a su persona humana sino a su alma, a su ser divino profundo, para ver si son capaces de mirarse a sí mismos, porque ésta es su mayor incapacidad.
Muchos proceden de hogares desintegrados, de una educación lamentable, y reproducen las mismas neuras y traumas que han mamado en su casa porque no han sido capaces de  superarlos. El problema es que se integran en la sociedad sin haber hecho los deberes, sin tener aprendidas unas lecciones básicas de civismo y de humanidad, y luego tenemos que cargar todos con su torpeza.
“A la política se viene aprendido” y a la vida también, por lo menos en lo básico, que ya habrá tiempo de aprender lecciones más avanzadas a lo largo de la vida sin importunar a nadie, o por lo menos molestando lo menos posible.
“Estoy en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas” dijo Antonio Machado. Y es que las personas consideradas, con honor, vergüenza y dignidad, prefieren resolver sus propios problemas sin molestar a los demás, y sólo importunan a otras cuando no les queda más remedio que pedir ayuda.
¿Qué hacer con este tipo de humanos degradados y espiritualmente enfermos? Alejarse de ellos tanto como se pueda, y si no podemos evitarlo, relacionarse lo menos posible y desarrollar buenas defensas para que no nos metan el dedo en el ojo. ¡Cuidado con el perro, que muerde!
(*) Periodista

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