El editorial de hoy en el diario de PRISA, la obra conjunta de Iglesias y Rajoy,
es una pieza maestra que interesará por fuerza a políticos,
politólogos, juristas, historiadores y psiquiatras. Una pieza maestra
por lo que dice, lo que no dice y lo que desdice.
Léase
con atención. El diario analiza el país que el propio diario ha
fabricado a base de sondeos de Metroscopia, y da por buena la
conclusión: si nada cambia y el electorado (ahíto de simplezas de
propaganda electoral, según el editorialista) no domeña sus
inclinaciones más extremas, el PSOE y Podemos podrían llegar a la
mayoría absoluta.
¡Pero
eso no puede ser! Los dos partidos extremistas, PP y Podemos han
pervertido todo a base de polarizarlo. Nada de diálogo, entendimiento y
puentes. Al degüello mutuo. Para ilustrarlo, "El País" trae una foto
almibarada, reflejo de una gran cercanía y amistad entre los dos
líderes. Y, si alguna duda cabe, el rostro arrobado de la señora
Bescansa, a punto de levitar en su femenino segundo plano, la disipará.
¿Enfrentados estos dos? Más bien lo contrario: compas mutuamente
encantados.
En
absoluto, señalan los analistas de PRISA. Esas buenas formas revelan en
realidad un antagonismo a muerte. Tras las sonrisas, los puñales.
Además, aunque los dos partidos tengan apoyos mayoritarios, son los que
suscitan mayor rechazo. ¿Eso cuadra? Al parecer, sí. El razonamiento es:
se odian pero se quieren porque se necesitan para destruir las opciones
intermedias. En concreto la coalición recomendable, la sensata, la del
centro, la del juste milieu, la que gusta a "El País", PSOE y C's. Justo la que parece ir de bajada.
Los
sondeos se empeñan en pronosticar una coalición poco recomendable entre
PSOE y Podemos. Poco recomendable para "El País". Es, en cambio, la que
apoyamos muchos. Palinuro desde siempre y con el añadido de los
independentistas catalanes. Pero esa coalición despierta muchas
objeciones dentro de la izquierda en general: los de IU andan molestos
con los de Podemos porque se sienten absorbidos. Los de Podemos se
consideran lastrados por la momia de Lenin que traen en el furgón los
comunistas de IU. Y quedan por ver los resultados numéricos concretos.
Si Unidos Podemos aventaja en votos y/o escaños a los socialistas,
¿aceptarán estos formar gobierno como socio menor? La pregunta puede
dirigirse a los otros también: si el PSOE aventaja, ¿querrá Podemos
sentarse en el transportín? Son cuestiones vivas, que se resolverán
llegado el momento.
Al
término de una campaña electoral con un porcentaje altísimo de
indecisos, algo es de agradecer: la izquierda recupera el sentido de
eficacia del voto. Votar es decisivo para echar de La Moncloa a un
gobierno impresentable, corrupto, fracasado, autoritario, clerical y
neofranquista. Eso es prioritario y puede alcanzarse votando a PSOE o a
Podemos y obligándolos a aliarse. Los escrúpulos y sempiternas quejas de
si el PSOE se ha hecho neoliberal, si Podemos es populista, si Sánchez
es una nulidad conservadora, si Iglesias es un caudillo ambicioso,
pueden aparcarse tranquilamente. Lo fundamental es que gobierne la
izquierda. A cuál de las dos ramas votar es ahora indiferente. Échese a
caras o cruces, pero hay que votar.
Para que haya un gobierno de izquierda, aunque a "El País" no le guste.
El
país sobre el que "El País" habla solo coincide con la mitad de él. No
con él entero. ¿Qué falta en el editorial de marras? Cataluña. Es
maravilloso escribir sobre política española hoy y no mencionar
Cataluña salvo una vez y de pasada. Por eso este discurso carece de
valor. Una alianza PSOE-Podemos, tropezaría con la cuestión del
referéndum catalán. De mantenerse la cerrada cuanto irracional negativa
del PSOE, y si la posible alianza Podemos-PSOE no alcanzara la mayoría
absoluta, los independentistas catalanes podrían votar en contra e
impedir la formación del gobierno de la izquierda. Con lo cual ya
estaríamos como el 20 de diciembre, cuando, según dictaminó sentencioso
Sánchez, no hubo gobierno por culpa de esos independentistas.
El
país que trae de cabeza a "El País" es en realidad dos países y no ser
capaces de reconocerlo es lo que convierte a los analistas más o menos
oficiales en puros palabreros, fiel reflejo de los políticos. Ni por un
instante se plantea el editorialista el hecho bien patente de que cuanto
se diga de la situación política española apenas se corresponde con la
catalana, cuya estructura política es propia y así se considera a sí
misma. Por señalar un único dato: el gobierno es independentista y
expresamente republicano.
¿Qué es lo que "El País" no entiende de este país del que tampoco habla?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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