Consideren el titular del periódico Público, la hoja parroquial de Podemos, desde la que este derrama su interesante visión del mundo: "Errejón: "Sánchez se equivoca dirigiendo su campaña contra nosotros".
¿No les llama nada la atención? Es evidente: el verbo equivocar no está
en su sitio. ¿Desde cuándo preocupa a un partido político que un
adversario se equivoque y hasta se lo advierte noblemente? Desde nunca.
Cuantos más errores y equivocaciones cometa el adversario mejor para uno
que, así, además, aprende de las insuficiencias ajenas.
Efectivamente,
la compungida advertencia de Errejón es un ejercicio de hipocresía en
niveles. En primer lugar aparece la siniestra vía del "y tú más". No me
creo que Sánchez dirija su campaña contra Podemos. Sí me parece, sin
embargo, que es Podemos quien ataca sistemáticamente al PSOE. En las
redes sociales está muy claro, sobre todo en twitter. Hay verdaderos
especialistas en pasarse el día insultando los socialistas en 140
caracteres. Supongo que son los trolls que Podemos contratan quizá
incluso a destajo. Cien tuits, por ejemplo, 10 euros. Que lo hagan
mindundis fanáticos a las órdenes de sus caudillos no quita un ápice del
hecho de que quien de modo sistemático, permanente y retirado ataca al
PSOE es Podemos. Y no solo en Twitter, también en Facebook y en los
discursos y alocuciones de sus dirigentes: "el PSOE es la derecha, el
IBEX 35 no le deja pactar con Podemos, es partidario de los recortes, no
quiere un gobierno de izquierdas, pacto en cambio de C's, aprobó el 135,
está lleno de cal viva", etc, etc.
En
segundo lugar, al hablarse de "equivocación", no se hace de falta,
atentado o asiento. No es necesario. El PSOE no puede agredir en serio a
Podemos porque este está muy arriba en el sorpasso o tal cosa
aseguran sus líderes y la corte de periodistas que les bailan el agua.
No puede hacer daño al partido morado. Este lleva ya mucha delantera.
¿Acaso no aseguran que el 27 de junio Sánchez tendrá que decidir entre
hacer presidente al Sobresueldos o al amado líder de Podemos? Esto, por
descontado, no es dirigir la campaña contra el PSOE. Es, simplemente,
intentar ningunearlo, anularlo ya que, en realidad, está condenado por
el viento de la historia a ser el PASOK español.
En
tercer lugar al hablar de "equivocación" el de Podemos se entristece al
ver cómo, por su mala cabeza, los socialistas meten la pata y pierden
el tiempo. Podemos es inatacable e invencible y más vale que los
adversarios lo reconozcan, sino quieren tener un final más amargo del
que les espera. Lo mejor es que no queden en evidencia con estos
intentos inútiles de atacarlos.
En
cuarto lugar, Podemos perdona la vida al PSOE. Es absurdo dirigir su
campaña contra él, que es inatacable. Más atinaría si la dirigiera
contra el PP, pero, por desgracia, no puede hacerlo ya que, en el fondo,
son aliados. Este es el mensaje que, a la chita callando, por lo
bajinis, pretende trasmitir la hipócrita afirmación de que duele ver
cómo es cierto el conjunto de fábulas que propagan los de Podemos sobre
los demás.
En quinto y
último lugar, la hipocresía de la afirmación vuelve sobre sí misma, como
la pescadilla que se muerde la cola. ¿O no es atacar al PSOE afirmar
que ataca a Podemos? Advertir con gesto desolado que el PSOE se equivoca
al atacar a Podemos, lo que se está haciendo es atacar al PSOE.
Los procesos mentales de la gente de Podemos son como el alma de los cántaros.
Resumen de mi conferencia/xerrada en La Garriga, por cierto, un lugar encantador:
El
alma de la nación catalana es republicana desde que aparece en la
historia en los confines del Imperio Carolingio allá por el siglo IX como
Condado y luego Principado. Su integración en la Corona de Aragón,
conservando sus fueros e instituciones peculiares no obsta para que
podamos suponer que, de haber sido las cosas de otra manera en la
historia, Cataluña hubiera evolucionado como una potencia mediterránea
al estilo de Génova o Venecia: poderosos centros políticos, económicos,
comerciales. De hecho, Cataluña fue desde el principio una res publica
de enorme influencia en el Mediterráneo, cuyas aguas fueron policiadas
por su Libro del Consulado de Mar, que fue texto obligado para regular
la navegación en el Mar Mediterráneo hasta el siglo XIX.
Cataluña
nunca ha abandonado esa tradición republicana. El breve episodio de la
República proclamada por Pau Claris en 1641, que tanto recuerda la
sublevación del Parlamento de Inglaterra contra Carlos I Estuardo y su
posterior decapitación, es buena prueba de ello. Que Cataluña hubiera de
aceptar la mainmisse francesa se explica por las contingencias
de la guerra contra los castellanos y no por flaqueamiento de la
voluntad republicana catalana.
Con
posterioridad, en el siglo XIX, Cataluña colaboró con lealtad a la
primera República. Dos de sus cuatro presidentes, Estanislao Figueras y
Francisco Pi i Margall (quien, además, aplicó sus concepciones federales
que, por supuesto no cuajaron en aquella efímera República), son la
mejor prueba de que Cataluña siempre colaboró con el resto de España en
encontrar una forma de organización territorial del Estado más racional y
aceptable.
Luego del fracaso de la Iª República se intensificó el proceso de consolidación de la nación cultural catalana a través de los Jocs Florals, la Renaixença y las enseñanzas de Milá i Fontanals en espera de dotarla de un Estado que la protegiera.
Luego
de la reacción anticatalanista de Primo de Rivera, se abrió paso la IIª
República española en la que los catalanes volvieron a colaborar. El
catalán Nicolas d'Olwer ayudó decisivamente a elaborar la Constitución de
1931 y Cataluña fue un puntal decisivo del esfuerzo de guerra que, en
parte se había declarado en contra de soberanismo de otros. De hecho
cabe decir que la última gran batalla de la República fue la del Ebro y,
con la caída de Cataluña, cayó la República.
Vinieron
después los 40 años de la dictadura franquista, especialmente represiva
en Cataluña en donde, además del genocidio de republicanos, se intentó
el genocidio de la lengua y la cultura. Y, finalmente, la transición,
con su Constitución de 1978 que quiso resolver definitivamente el viejo
contencioso territorial español, fue, a su vez, otro fracaso. La
conversión de los dos grandes partidos, PP y PSOE, en partidos
dinásticos, dispuestos a reconstruir el corrupto régimen de la
Restauración alfonsina, eliminó la posibilidad de que en España se
instaure una República. El silencio y la sumisión al atropello de la
Iglesia Católica, Estado dentro del Estado, hace prever que en España no
habrá nunca un Estado laico de verdad ni una Iglesia al margen de él.
Las
elecciones de 2011 han llevado al gobierno de España con mayoría
absoluta a un partido neofranquista, ultrarreaccionario y
nacionalcatólico. Todo esto ha producido un aumento imparable del
independentismo catalán, convencido, como lo está Palinuro, de que
España no tiene arreglo, no cambiará jamás, siempre podrán volver
representantes de aquel pasado de fascismo corrupto. Por lo tanto, lo
mejor que pueden hacer los independentistas no es esperarse a ver si los
españoles consiguen por fin su IIIª República, sino ir por su cuenta
hacia su propia República.
Esta
República Catalana cuenta ya con un sistema razonable de organización
institucional a base de sucesivos proyectos de Constitución. Igualmente
dejará un margen amplio de debate sobre la organización económica y
social del país. Y por último será indudablemente reconocida por la
comunidad internacional y la UE.
El mundo cambia; Cataluña lo hace con él; España, no.
El mundo cambia; Cataluña lo hace con él; España, no.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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