Es curioso. De un tiempo a esta parte
vengo leyendo artículos de intelectuales reconocidos que comparten un
punto crítico muy fuerte hacia Podemos. Que yo recuerde y sin esforzarme
mucho, por lo cual me estaré dejando muchos nombres fuera, me vienen a
la memoria Félix de Azúa, Javier Marías, Antonio Elorza, Santos Juliá y
ahora esta última pieza de Alberto Corazón.
Alberto Corazón viene a ser aquí lo que se llamaba un pentito, aunque en sentido muy, muy amplio. Votante de Podemos, se desengaña y escribe una crítica demoledora contra la organización, a la que como muchos otros intelectuales, acusa de haber traicionado sus orígenes y haber evolucionado en un sentido partidista, oligárquico y autoritario. Rechaza igualmente el carácter caudillista del liderazgo de Iglesias. De nuevo, coincidencia con los otros intelectuales.
Alberto Corazón viene a ser aquí lo que se llamaba un pentito, aunque en sentido muy, muy amplio. Votante de Podemos, se desengaña y escribe una crítica demoledora contra la organización, a la que como muchos otros intelectuales, acusa de haber traicionado sus orígenes y haber evolucionado en un sentido partidista, oligárquico y autoritario. Rechaza igualmente el carácter caudillista del liderazgo de Iglesias. De nuevo, coincidencia con los otros intelectuales.
Reconozco
en estos un gran trabajo y el hecho de haber de haber sido capaces de
poner en marcha un aparato de juicio crítico que será muy útil a mucha
gente. Por supuesto y como a todo el mundo, estos intelectuales me
merecen juicios muy diversos pero todos ellos tienen una obra respetable
y reconocida en diversos campos. No son unos cualquiera en el ámbito
del pensamiento y la creación y da que pensar que gente dedicada al
mundo de las ideas, los conceptos las teorías, etc, no se tomen en
serio las de Podemos, que consideran como un batiburrillo de
trivialidades, acumuladas de prisa y corriendo para hacerlas pasar por
un programa de partido.
Se
trata de una organización fundada básicamente por profesores
universitarios, convencidos de estar elaborando una nueva orientación
política a base de una renovación teórica de calado. Sin embargo,
curiosamente, es recibido por un bloque de animadversión entre los
intelectuales que debieran ser sus referentes intelectuales. En cambio
tienen muy buena acogida en el ámbito mediático y se entienden a la
perfección con algunos periodistas de esos que tienen nombre y
proyección propia. Estos han puesto a su servicio un formidable aparato
mediático que convierte a Podemos prácticamente en un espectáculo
televisivo. Le han dado una voz y una resonancia que los demás partidos
no tienen. Si se recuerda que un saber convencional generalizado en
nuestra sociedad sostiene que la televisión es el medio por el que la
inmensa mayoría de los ciudadanos se informa y se forma una opinión
política, la conclusión es obvia: habiendo conquistado los medios
audivisuales, Podemos debe tener garantizado el triunfo electoral.
Desde
luego, Podemos es un fenómeno mediático, aupado por lo medios con el
objetivo de establecer su hegemonía en la izquierda y de conquistar el
alma de nuestros conciudadanos. Los medios están claros. ¿Y los
contenidos? Ahí el asunto es distinto. Por mi parte considero que
Podemos no es otra cosa que una organización de oportunistas que,
habiendo llegado en un momento feliz por coincidir en él una aguda
decadencia del PSOE con el auge de los movimiento contestatarios
relacionados con el 15, pretende abrirse un hueco en el sistema español
de partidos, sosteniendo que representa una nueva izquierda, sin las
viejas ataduras del comunismo y la democracia. En un primer momento,
mucha gente, entre ella el propio Palinuro, prestó oídos de buena fe a
este proyecto de renovación pero en muy poco tiempo, su fabulosa miseria
intelectual quedaría clara en un discurso abigarrado, confuso, lleno de
simplezas y ambigüedades cuya vacuidad conceptual pone de manifiesto la
intención casi obsesiva de ganar votos al precio que fuera.
Esa
misma convicción anidó pronto en las esferas dirigentes de Podemos que,
asustadas ante la perspectiva de una decadencia prematura, decidieron
retornar al seno nutricio del viejo comunismo de IU que, en un
principio, habían despreciado y a la que se aferraban ahora como medio
de establecer un nuevo espectáculo que fuera objeto de debate social.
Esa
recuperación de los viejos postulados comunistas, en los que los
fundadores de Podemos militaron en su día, se complementaba con otra
tendencia inherente a la formación: la del plagio. Prácticamente ninguna
de las innovaciones, lemas, consignas o formas de la organización es
propia u original; todo está copiado o plagiado. La ironía de la
historia quiere que hasta el nombre del máximo líder esté plagiado del propio
del venerable fundador del socialismo español; el nombre de la
organización es una traducción del yes we can de Obama que, a su
vez lo había copiado del del líder sindicalista chicano, César Chávez en
los ochenta; el concepto de casta procede de un periodista italiano;
las elucubraciones teóricas están saqueadas de Laclau; la petición de
sonrisas viene de Rodríguez Zapatero y de la "revolució de les
somriures" del independentismo catalán y ahora acaban de sacar un
programa plagiando el de Ikea.
¿Puede
ganar las elecciones una agrupación de gente tan vacía y liviana por
mucho que quieran ocultar sus raices comunistas? En mi opinión, no. Por
no debe olvidarse que esto es España.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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