miércoles, 15 de junio de 2016

Sigue el bloqueo / Ramón Cotarelo *

Si alguien pensaba salir del debate con una idea de si el 27 de junio habrá gobierno o serán necesarias terceras elecciones, ya se habrá desengañado. La situación sigue tan bloqueada y tan enquistada como el 20 de diciembre pasado. Más incluso porque, a la misma situación de incertidumbre se añade ahora la memoria de lo que sucedió entonces, que funciona como la experiencia. 
 
La situación es prácticamente idéntica, mimética: a) el PP aislado, sin posibilidad de aliarse con nadie porque nadie lo quiere. C’s se esfuerza en explicar que el obstáculo principal es el Sobresueldos, pero como ha de explicárselo al propio Sobresueldos, tiene escasas posibilidades de obtener algún resultado; b) Podemos aparece encasillado en el extremo opuesto y en similar aislamiento, si bien Iglesias trata de romperlo a base de "tender la mano" a Sánchez. Cien manos que tuviera, cien que le tendiera. Pero el asunto ya no es tan fácil; c) el PSOE aparece como la pieza universalmente codiciada, sobre la que pivotan todos los intereses de pactos; Iglesias lo verbalizó explícitamente, el PP implícitamente y a C's no le hace falta hacerlo porque, en el fondo, mantiene el que hizo el 20 de diciembre.

Ese bloque PSOE-C's quedó claro desde el primer momento. Era evidente que los dos pactaron el debate con anterioridad y se repartieron los papeles. Apenas hubo ataques -ni siquiera menciones- entre las dos fuerzas que, sin embargo, sí se enfrentaron a las otras dos y de forma concertada: el PSOE estaba encargado de criticar a Podemos y al PP, pero su ataque debía concentrarse en el gobierno y solo secundariamente en los morados, mientras que P's debía atacar sobre todo a Podemos y solo de pasada al PP. Y a ese guion se atuvieron.

Debido a la falta de categoría de los medios españoles y al provincialismo de la clase política, los temas del debate pasaron desapercibidos porque a nadie le interesaban gran cosa. Es practicamente imposible recordar qué dijo en concreto cada uno sobre cada tema. Acabó teniendo mucha más importancia el tono, la actitud, eso que se llama comunicación no verbal. Todo lo cual requiere siempre cierto despliegue y fajarse con recursos retóricos y erísticos.  

Todos trataron de golpear a los otros en donde más les doliera  y los más castigados fueron PP y Podemos.  El primero teniendo que defender lo indefendible, esto es, sus años de gobierno, lo cual era imposible sobre todo dada la patética falta de recursos de Rajoy, quien no se apartó de la consigna de los dos millones de empleos pendientes de creación en los dos próximos años, cosa que debió de repetir unas cuatro o cinco veces mientras su cómica gestualidad involuntaria le daba un aspecto de viejo aturullado sin saber qué responder. Por no hablar de la consabida majadería de que España es "una gran nación", que lleva cuatro años soltando. 
 
Podemos, a su vez, luchaba denodadamente por salir del agujero del radicalismo en que los otros le metían, sobre todo Rivera, utilizando todos los recursos, incluidas falsedades pero con mucho impacto: fracaso griego (que parecía ser del propio Iglesias), financiación ilegal de Podemos, salida del euro o subida masiva e indiscriminada de impuestos. Todos venablos peligrosos porque son muy pegadizos para las audiencias.

  Hubo momentos para los otros dos; en el caso del PSOE, la corrupción, la complicidad con la austeridad y la reforma laboral y en el caso de C's especialmente el contrato laboral único, también propuesta de muy difícil defensa. Pero nada comparable con los chaparrones que caían sobre PP y Podemos. En sí mismo, el debate fue insulso, inconcluso y carece de ganador claro. Pero, ante todo, hace vislumbrar que la situación de bloqueo se mantendrá y quizá sean necesarias terceras elecciones, a pesar de lo que afirmaron en contra los dirigentes ya que su incapacidad para llegar a acuerdos fue evidente. 

Varias veces repitió Sánchez que fue la negativa de Podemos el 20 de diciembre y su voto a una con el PP los que obligaron a estas elecciones. Otras tantas reiteró Iglesias la necesidad de no mirar al pasado y su oferta de alianza de Podemos con PSOE para un gobierno de progreso, recurriendo reiteradamente a esa previsión maniquea que tanto gusta en Podemos de que Sánchez tendrá que elegir entre un gobierno con el PP o un gobierno de progreso con ellos. Enésima prueba de su patética pobreza dialéctica e intelectual porque, en primer lugar, reconoce la superioridad e iniciativa del PSOE y, en segundo plantea la cuestión de que, si esto es así, ¿por qué imposibilitaron el primer gobierno? 
 
Palinuro tiene la respuesta: porque Anguita forzó las nuevas elecciones y el narcisista Iglesias pensó que en unas nuevas elecciones arrasaría en plan caudillista latinoamericano. Pero en tercer y último término, a base de ocultarla, ponen de relieve una posibilidad que nadie considera pero es evidente: la coalición PSOE-C's, que es una gran coalició  edulcorada. La voluntad de los dos contrayentes hipotéticos está clara. Solo necesitan que Rivera tenga más votos.

Cuatro hombres debatiendo sobre sus asuntos, desde su punto de vista masculino. Como es lógico, no hicieron ni un mero intento de aplicar una perspectiva del otro género a nada. Cuando hablaron de las mujeres lo hicieron (los que hablaron de ellas) no como de sujetos sino como de objetos. 
 
En general, el debate tuvo un nivel próximo al mental de Rajoy pero, en lo tocante a las mujeres, alcanzó niveles insultantes. Ni uno solo de los candidatos, ni Sánchez, quien aseguró que el PSOE es el partido de las mujeres (la suya estaba esperándole obedientemente en la sombra por si había que hacerse alguna foto de propaganda) tuvo al menos el coraje de señalar que allí no había nadie, absolutamente nadie, que pudiera hablar en nombre del 52% de la población. Solo los tres periodistas llevaron una mujer y la tuvieron de dummy. 
 
En definitiva, el estado real del país lo denota este estúpido, cerrado, denso machismo que, sin embargo, entonó todas las entradas con unos gorgoritos de duelo sobre la matanza de Orlando con la misma fuerza de convicción que hubieran tenido de haber anunciado su intención de no volver a contar una mentira en su vida.

 El debate tuvo otro elemento decisivo, sin duda el más decisivo de todos, con el que se prueba por enésima vez lo que Palinuro lleva meses, años, diciendo, esto es, que la cuestión catalana es la más importante a lo que se enfrenta el Estado español, lo acepte o no, lo quiera o no. Aquí, la nitidez de las respuestas de tres de los cuatro partidos fue rotunda: referéndum de autodeterminación en Cataluña, no, jamás. A diferencia de lo sucedido con las mujeres, entre los cuatro, al menos, había un catalán para hablar de Cataluña; pero era un catalán "bueno", más español que Menéndez Pelayo. Los catalanes malos, los independentistas, eran invisibles, insisto, como las mujeres, si bien los de ERC contraprogramaron el debate patriótico con otro más realista. 
 
A la recia voluntad general de no dar ni agua a los catalanes, Rajoy añadió sus habituales sinsorgadas sobre el respeto a la ley del embudo en que ha convertido el ordenamiento jurídico español y Sánchez las suyas sobre una reforma de la Constitución de matriz federal que no se va a dar jamás ni él tiene la menor idea de cómo poner en marcha. Es muy de señalar que el incuestionable nacionalismo español de este hombre, hechura perfecta de su padrino Rubalcaba, lo lleva a utilizar el derecho de autodeterminación de los pueblos no como una opción jurídica o política sino como un insulto. 

A este respecto, Podemos está en una situación endemoniada, teniendo que defender el derecho de los catalanes a decidir con un argumento de, digamos, tornasolada moralidad pascaliana: el derecho a decidir de catalanes y vascos como vía más inteligente que la cuartelaria de los otros de conseguir lo mismo, esto es la unidad de España. Por eso decía con orgullo Iglesias que Podemos había ganado las elecciones en Cataluña y el País Vasco; en román paladino porque ha aprendido a ser más hábil, marrullero y mentiroso que su vecino. De todas formas, dos glosas al margen lo dejaron todo claro: habría un referéndum en toda España sobre Cataluña (tranquilas, tranquilos) y, en todo caso, el referéndum no sería línea bermeja en sus anheladas conversaciones para formar gobierno con ese dirigente muy y mucho español que es Sánchez.

Pues sí, es muy probable que haya terceras elecciones si los resultados son similares a los del 20 de diciembre y que las haya por Cataluña.
 
 
 
He leído todo tipo de comentarios sobre el esperado debate a cuatro, único de esta campaña electoral. Declaraciones, artículos, columnas. Me he enterado de cómo sonreía fulano, de si mengano tenía el gesto adusto, de cómo vestían todos y cuáles eran sus gestos más y menos favorables. He leído sobre los gustos, filias y fobias de unos u otros, sobre si iban bien documentados o no y sobre su manejo de las cifras y datos. Y, por supuesto, de si "ganó" este o aquel o aquel otro o de si el que "ganó" lo hizo porque no "perdió" y observaciones tan inteligentes como estas.

Pero lo que no he visto en parte alguna ha sido un juicio sobre el conjunto del debate, una valoración de su categoría, del peso de los argumentos, de la forma de exponerlos, de sus distintas facetas y mucho menos he leído alguna reflexión sobre la pertinencia o impertinencia de los razonamientos y los temas abordados. Posiblemente porque la categoría de los analistas y expertos comunicólogos sea aun inferior a la de los políticos, que ya es decir.

Lo más llamativo del debate y lo que al menos algún análisis habría de señalar fue su pavorosa falta de nivel intelectual. Ni una idea nueva, ni un juicio o conceptos audaces, inesperados, sobre asuntos de los que habla todo el mundo en la barra de los bares con más conocimiento de causa, más familiaridad y más perspicacia que estos líderes de pacotilla. 

Las elecciones costarán 160 millones de euros (aparte de lo que no se ha podido producir en estos seis meses de desidia y marasmo) por culpa de la incompetencia de estos mismos cuatro individuos, incapaces de ponerse de acuerdo en nada, salvo en repetir la jugada y en que el coste lo paguemos los ciudadanos. Ellos no solamente no pagan sino que se consideran con derecho incuestionable a volver a presentarse y reclamar el voto tras haber fracasado una vez, con orgullo, con soberbia, sin pedir disculpas y todos sosteniendo que tienen la fórmula mágica, el bálsamo de Fierabrás. ¿No es increíble?

Falta de nivel intelectual es, incluso, caritativo. No se trata de pedir a esta gente que esté a la altura de los tribunos, diputados y oradores del pasado, de un Donoso Cortés, un Emilio Castelar o un Manuel Azaña. Al lado de aquellos políticos estos son analfabetos funcionales. Pero sí nos asiste el derecho de que, además de asesorarse sobre el peinado, la corbata y el perfil, esta gente aprenda a hablar en público y no convierta los debates en una aterradora lluvia de lugares comunes, latiguillos, topicazos y meras estupideces, que dejen de decir "Mire usted, señor X...", "oiga usted, que aquí se trabaja", "¿sabe usted lo que le falta , señor Y? Yo se lo diré...", déjeme decirle...", "hay algo importante que quiero decirle...", "nosotros pensamos", "nosotros proponemos", "le digo sinceramente...", "creemos, como no podía ser de otra manera...", etc., etc.

Añado una consideración a la que Palinuro dedicó un párrafo en su post de ayer, sigue el bloqueo, pero no he visto tratado en otros lugares y, sin embargo, merece especial consideración: el patriarcado, el machismo rancio que destiló todo el debate, del principio al final. Ni una sola mujer en el plató para hablar de lo que interesa al 52% de la población. Solo una entre los tres moderadores y no tenía parte en el guión ni palabra en la función. ¿Alguno de los participantes lo hizo observar? Ni uno. Todos tan a gusto en un mundo en el que cuatro machos (y españoles,  blancos, de clase media, edad media, heterosexuales, residentes en capitales y católicos de confesión y práctica o culturales) hablan en nombre del conjunto de la población española cuando, tomando estos datos en consideración representan a menos del 20% la población entre todos ellos

Ninguno de estos machos hizo la menor referencia a las mujeres como no fuera, en algún caso, para tratarlas como objetos y no como sujetos. Salvo una referencia de pasada a que sigue habiendo una brecha salarial considerable entre hombres y mujeres (en el caso de Sánchez quien, creo recordar, se permitió la machada de decir que el PSOE es el "partido de las mujeres") no hubo ninguna otra referencia a cuestiones feministas. Los periodistas hubieron de insistir un par de veces para que se dignaran decir unas breves y desdeñosas palabras sobre la violencia machista. 

Ninguno de ellos introdujo en su discurso una perspectiva de género. Dudo incluso de que sepan lo que es. Incapaces de desglosar las cifras y datos que manejaban (y que están desglosadas por sexos; basta con buscarlas) para explicar que, si el índice de paro es X, el de paro femenino es X x N; si el de pobreza es Y, el de pobreza femenina es Y x N; si el de precariedad es Z, el de precariedad femenina es Z x N, siendo N siempre un número positivo. Ninguno de ellos habló de la prostitución, de la trata de mujeres, de la sobreexplotación, el acoso sexual, el laboral, el trabajo de las empleadas del hogar. Ni una palabra.

Que esto lo haga la derecha, esto es, el Sobresueldos y Rivera está en la naturaleza de las cosas. Que lo hagan los dirigentes del PSOE y de Podemos es intolerable. La próxima vez que alguno de estos dos fantoches diga algo parecido a que "la revolución será feminista o no será", mandadlo a escardar cebollinos. 

Una cuestión, y va en serio. Mucha gente se pregunta cómo es posible que siete millones de personas voten a la derecha. Yo me pregunto cómo es posible que once millones de mujeres voten a estos cuatro machos que no saben hablar porque su capacidad de raciocinio se concentra un palmo por debajo de su ombligo, que es su punto de referencia.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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