sábado, 25 de junio de 2016

Europa y el 26J / José Miguel Larraya *

El temporal nacionalista ha roto al fin sobre los cielos de Europa. No es otro el sentido del voto mayoritario británico, en su mayoría inglés, de abandonar la Unión Europea. Un nacionalismo bicéfalo como el pasado jueves demostraba el profesor Torreblanca en un artículo en el diario  El País en el que pedía al lector que adivinara quienes podían ser los autores de tres párrafos antieuropeos de muy similar contenido. La respuesta: Falange española, Frente Nacional francés y Podemos.

La idea de la cons­truc­ción eu­ropea en la que han tra­ba­jado, al me­nos, dos ge­ne­ra­ciones está en pe­ligro y con ella un mo­delo de so­ciedad sin pa­rangón fuera de Europa. La glo­ba­li­za­ción, la fi­nan­cia­ri­za­ción de la eco­nomía fa­ci­li­tada por una re­vo­lu­ción cien­tí­fi­co/­téc­nica y el desa­rrollo de los sis­temas in­for­má­ti­cos, el paso a una eco­nomía de ser­vi­cios con una des­truc­ción de los mer­cados la­bo­rales tra­di­cio­na­les, la pre­sión in­mi­gra­toria sobre las fron­teras de Europa, con­tem­plada por el resto del mundo como un bal­nea­rio, todo ello ero­siona las bases del Estado del Bienestar, seña de iden­ti­dad, junto a la li­ber­tad, la de­mo­cracia y la to­le­ran­cia, del mo­delo eu­ro­peo.

Los Estados eu­ro­peos se en­frentan a unos años de­ci­sivos en los que se de­ci­dirá el fu­turo no sólo de esta ge­ne­ra­ción sino de las si­guien­tes. Ante la cri­sis, po­lí­tica además de eco­nó­mica, los sec­tores más na­cio­na­listas –con di­versos go­rros y dis­fra­ces- gritan el ¡sálvese quien pueda! y los que abo­minan del sis­tema de libre mer­cado es­peran pros­perar en sus rui­nas.

España tiene todos los pro­blemas de sus so­cios eu­ro­peos y al­gunos aña­didos y que están a la vista de to­dos. En esta larga cam­paña elec­toral de más de seis meses con unas elec­ciones fa­lli­das, los par­tidos han pul­sado todos los re­sortes emo­cio­nales y sen­ti­men­tales ha­bi­tuales sin abor­dar, como es cos­tum­bre, el con­texto in­ter­na­cional en que es­tamos in­mer­sos. El om­bli­guismo es­pañol, con di­versos acentos y va­rios idiomas ofi­cia­les, tal vez se des­pierte hoy a falta de pocas horas para volver a vo­tar.

Da un poco de fa­tiga, como se dice en el sur, re­cordar la ur­gente ne­ce­sidad que tiene el país de un Gobierno es­ta­ble, de am­plia ma­yo­ría, que ofrezca en las ne­go­cia­ciones que se ave­cinan en Europa una po­si­ción só­li­da­mente res­pal­dada por una ma­yoría so­cial. El frac­cio­na­miento de España sólo be­ne­ficia a quienes quieren des­truir el mo­delo cons­truido en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Un go­bierno dé­bil, su­jeto a ma­yo­rías par­la­men­ta­rias os­ci­lan­tes, sólo agra­vará los pro­blemas que ya se di­bujan en el ho­ri­zonte.

En la orilla sur y oriental del Mediterráneo, el bajo vientre de Europa, hay gue­rra. Una guerra com­pleja, os­cura y san­grienta que va cum­pliendo años sin visos de que acabe. No es un tema menor para el fu­turo, y menos para España dada nuestra si­tua­ción geo­grá­fica. Esperemos que el do­mingo la so­ciedad es­pañola vote por la de­fensa de un mo­delo eu­ropeo que con todas sus ca­ren­cias, con­tra­dic­ciones y de­fec­tos, nos ha traído hasta aquí, una so­ciedad que puede me­jorar pero tam­bién re­gresar a los años de la me­moria his­tó­rica.


(*) Periodista


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