miércoles, 22 de junio de 2016

Esta escoria que gobierna / Ramón Cotarelo *

Salen a la luz unas grabaciones telefónicas del ministro del Interior, el de la ley mordaza (para los demás; no para él) con un alto funcionario de la Oficina Antifraude en Cataluña tratando de encontrar (quién sabe si de fabricar) escándalos y delitos de qué acusar a sus adversarios políticos, los independentistas. Probablemente, esto de que el zapatones superior de la policía intrigue para cargar delitos inventados o falsos sobre gente a la que quiere hundir, lo hacen todos. Hasta hay un nombre, framing. Cuando la policía quiere cargarte un delito, hace un registro en tu casa y casualmente "encuentra" medio kilo de cocaína debajo de tu cama o de trilita en el el frigorífico. La diferencia con España es que en España, como son tan malos, los cogen enseguida.

El principal responsable de la Ley Mordaza estaba cumpliendo con su deber de caballero de la Orden de no sé qué del Santo Seupulcro y los grandes expresos europeos a base de "cerrar España" contra extranjeros, advenedizos, descreídos, infieles e independentistas. Cerrar España con estos últimos dentro y sin posibilidad de moverse, ni hablar ni actuar; a ser posible, presos ¡Qué no hubieran dado los interlocutores que encontrar algún desfalco, algún latrocinio en el que enredar a los independentistas! Incluso fabricando las pruebas. Pero no hay nada, al menos nada parecido a lo que los del PP tienen montado.

Oriol Junqueras y otros dirigentes independentistas pidieron de inmediato la dimisión de los dos Avinaretas, como es lógico y como ya hubiera pasado en los demás paíse europeos. Pues que esperen sentados. Estos pájaros no dimiten ni aunque les pillen con la mano en el cepillo de la iglesia a la que son tan aficionados. Todo lo más puede pasar que intenten aplicar la Ley Mordaza, esa inmundicia represiva, a los adversarios. Por lo demás, dimitir, piensan, de qué y por qué? 
 
Nadie en este gobierno de mangantes ha dimitido por nada como no hayan sido Ana Mato y José Manuel Soria y esos dos estaban prácticamente ya en busca y captura judicial. ¿El resto? ¿Los demás, ministros, los presidentes de Comunidades Autónomas, presidentes de organismos autónomos, los diputados, consejeros, alcaldes, concejales, a salvo y de rositas e impartiendo doctrina sobre la transparencia democrática, cosa en la que están tan versados como en la escritura lineal B.

¿Cómo va a dimitir nadie de esta cuadrilla de indeseables, pertenecientes a un partido imputado penalmente si su presidente, quien debiera haberlo hecho hace años, cuando se descubrió que, además de su salario a cuenta del Estado, cobraba jugosos sobresueldos de origen turbio, lleva cuatro y medio sentado en un sillón al que no tiene ningún derecho moralmente hablando? Y no solamente es un tipo bajo sospecha sino alguien muy activo en las medidas de su gobierno en favor de la transparencia democrática, ninguna de las cuales ha servido nunca para nada ni se ha aplicado jamás.

Y así, poco más o menos, son todos: la vicepresidenta del gobierno es una ratita hacendosa que, además de haber cobrado los correspondientes sobresueldos, aprovecha el cargo para mentir pro domo sua y amenazar a la oposición.

El ministro de Hacienda, Nosferatu redivivo, emplea su tiempo en diseñar amnistías fiscales para sus amigos, colegas, deudos y mecenas del partido/asociación de malhechores.

El ministro de Exteriores, una especie de chusquero sentencioso de cuarto de banderas, está especializado en enviar analfabetos democráticos y necios a explicar en las cancillerías extranjeras la grandeza de una Constitución a la que se opusieron con uñas y dientes.
El ministro de Defensa, un pavo estirado, perteneciente al más rancio franquismo militar, que es como el franquismo del franquismo, tiene muy satisfechas a las empresas de armamento en que trabajó antes de dedicarse a endeudar su país hasta el agobio comprando armas que no necesita para nada.

La ministra de Empleo ys Seguridad social, principal responsable del gigantesco expolio de 40.000 millones de euros del fondo de las pensiones, tiene a toda la corte celestial apuntada a paro a ver si, por lo menos, se lo bendicen.

El ministro de Justicia, un catalán de apellido y bobo de talante, tiene a todas las profesiones jurídicas en pie de guerra por su fabulosa serie de fracasos de gestion.

El ministro de Educación, un petimetre que no entiende nada del negociado que le han encomendado, solo está interesado en mantener altas las tasas educativas para que la gente sin recursos no tenga que sufrir aprendiendo cosas.

Si ninguno de estos mendas dimite, ¿por qué había de hacerlo el ministro de Interior porque le hayan pillado complotando para fabricar marrones a los independentistas? Que se ande con ojo ese Oriol Junqueras, no vayan a aplicarle la Ley Mordaza por falta de respeto a la autoridad.
 
 
El referéndum catalán es la piedra de toque de la política española. No quieren reconocerlo, pero así es. Pedro Sánchez ya dijo en su momento que no hubo gobierno de coalición de progreso después de las elecciones del 20 de diciembre por culpa de los independentistas catalanes. La afirmación es algo exagerada pero demuestra la afirmación de que la cuestión catalana es, en realidad, la cuestión española. Por si hubiera alguna duda, el socialista lo ha repetido: el PSOE no apoyará gobierno alguno de Podemos si este no renuncia a su propuesta de un referéndum catalán.

¿Por qué hay esta inquina al referéndum, hasta el punto de que no parece importar al PSOE el quedar ante la opinión como quien hizo imposible un gobierno de la izquierda en España? Pues simplemente y al margen de otras consideraciones, porque los nacionalistas españoles, sean del PP o del PSOE temen que pueda salir el “sí” a la independencia y eso abriría un camino imparable a través de una República Catalana.

Efectivamente, el susto es mayúsculo. Hasta el punto de que la vetusta Vanguardia manipulaba una noticia sobre un sondeo de intención de voto en relación con la independencia para hacer ver que esta, siendo la opción mayoritaria, no llegaría a la mayoría absoluta. Sin embargo, con los datos de la misma encuesta, sí llegan y sobrepasan holgadamente dicha mayoría absoluta.

Carece de sentido indagar en el pasado para buscar responsables de la situación actual. Hace unos años, la opción independentista era considerable, pero minoritaria. Hoy es mayoritaria y uno de los motivos por los que se ha llegado a esta situación es la particular incompetencia del gobierno español y su leal oposición que, en lo tocante a Cataluña, no se opone en absoluto. En lugar de comprender la situación y cambiar el proceder, quizá arbitrando políticas más flexibles que permitan la negociación, la reacción es típicamente española y consiste en sostenerla y no enmendarla, como siempre. Según Podemos, unos años más de PP y se hace independentista hasta Valladolid. Según lo que muestra la experiencia, unos años más de nacionalismo español, incluido el de Podemos, y la independencia no será la opción mayoritaria en Cataluña, sino la unánime.

En este contexto, suscita especial preocupación la actitud de la CUP de rechazar lo presupuestos de la Generalitat. Sus dos consecuencias –la dimisión de los cupaires de Poble Lliure por un lado y la reafirmación del sector negacionista por otro- no hacen más que intensificar la preocupación. Antonio Baños lo sintetiza muy bien al afirmar que el rechazo a los presupuestos abre la disyuntiva de Puigdemont o elecciones anticipadas Rufian extrae las consecuencias de esa disyuntiva de un modo contundente: si Puigdemont pierde la cuestión de confianza, la reacción del nacionalismo español será “brutal”. O sea, la CUP ha demostrado una falta de capacidad de política parlamentaria muy grave porque con su rechazo a los presupuestos, se ha atado las manos. Llegado el momento, la CUP no podrá votar “no” a la cuestión de confianza a Puigdemont porque, de hacerse, habría elecciones anticipadas, cuyos resultados para la CUP no se prevén óptimos.

El referéndum catalán es el punto central de la política española, el que la condiciona de modo absoluto. Administrar esta condición es vital para la continuidad del proceso y una Cataluña al albur de unas elecciones anticipadas, no podrá hacerlo. El sondeo citado augura un gobierno de la Generalitat con una mayoría reforzada. Pero se trata de un sondeo y el resultado final de la votación puede ser otro. Uno que frustre una ocasión única. Está por verse el resultado de las elecciones del 26J. Si surge una mayoría de izquierda, pero no absoluta, la cuestión del referéndum catalán se planteará con todas sus consecuencias. En ese debate no será lo mismo que el nacionalismo español tenga enfrente una gobierno independentista a que tenga otro de otra naturaleza.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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