domingo, 29 de mayo de 2016

BlaBlaJet / Alberto Aguirre de Cárcer *

Las democracias modernas se sustentan sobre dos pilares inquebrantables. El cumplimiento de la ley y el respeto por la vida privada, entendido, en palabras del filósofo Javier Gomá, como el derecho de cada ciudadano a elegir el estilo de vida que prefiera sin interferencias ni tutelas públicas. Pero cuando una persona decide asumir un cargo público ni siquiera es suficiente con el cumplimiento de la ley. 

Dar ese paso voluntario no implica la renuncia al derecho a la intimidad, pero comporta la aceptación de un plus de exigencia ética. Tanto en el plano público como en el privado, que dejan de estar disociados porque a partir de ese momento está en juego la dignidad y el buen nombre de la institución a la que se representa y queda formalizado un contrato de confianza con la ciudadanía. 

Esa ejemplaridad no solo es exigible a los políticos electos sino también a quienes ocupan cargos representativos en empresas, organizaciones sociales y todo tipo de instituciones con proyección pública. Y de igual manera que el incumplimiento de la ley tiene su reproche penal, los conductas contrarias a la ética cívica se enfrentan a la reprobación social. Esos comportamientos censurables van cambiando con los usos y costumbres y en función del entorno socioeconómico y político. Hoy el listón está mal alto que nunca, pero eso no es excusa para conductas que han sido rechazables a lo largo de toda nuestra historia democrática.

El viaje de placer a Estambul en el ‘jet’ privado de un promotor del exalcalde de Murcia, su exteniente de alcalde y el gerente de Urbamusa, con sus respectivas esposas, es completamente inapropiado, por decir lo más suave que se me ocurre. Lo mismo da que fuese en 2008 como hace una semana. Independientemente del medio de locomoción, el destino o quien pagase las facturas, entonces como ahora es injustificable que el alcalde de Murcia deje sus obligaciones para largarse de martes a viernes de ocio con un constructor con intereses en el desarrollo urbanístico del municipio. Abochorna a quienes votan al PP y a quienes gritan ‘No nos representan’ en las calles. El asunto es grave porque el fiscal ha pedido al juez que investigue si Cámara, Sánchez Carrillo y Roque Ortiz pagaron sus pasajes, el hotel, la limusina y otros gastos de su estancia en Turquía, ya que de no ser así estaríamos ante un presunto cohecho. 

 Ya es raro que el adinerado empresario ofrezca viajar en su ‘jet’ a tan distinguidos representantes públicos y luego les clave 15.000 euros por pareja por subirse al avión. Sobre todo si lo que pretendía era pasar unos días de ocio en agradable compañía con quienes tendría interés en llevarse bien. Pero supongamos que es cierta la posibilidad más inverosímil y pagaron esa pequeña fortuna, como dicen, solo para darse ese gustazo, tan paleto, de viajar a tutiplén en ‘jet’ privado. Una especie de BlaBlaJet sufragado a escote donde lo único que compartieron el constructor y sus acompañantes fue el deseo de viajar a Estambul como ricachones. Esa hipótesis benevolente incluye al frugal exalcalde, aunque solo sacará cinco mil y pico euros del cajero y no realizara transferencias en todo 2008, según Hacienda. 

Si a petición del juez aportan las facturas que acrediten esas pagos, la vía penal podría decaer, pero eso no redimirá de la ausencia de decoro demostrada con un viaje privado en compañía del promotor del convenio del Teatro Circo y otros proyectos. El mismo empresario que ya en un ‘finde’ de 2004 invitó a su despampanante yate al exconcejal de Urbanismo, Fernando Berberena, al jefe de planeamiento Joaquín Peñalver y a un intermediario implicado en el caso ‘Umbra’. El historial de este promotor, Ramón Salvador Águeda, es esplendoroso. El llamado ‘rey del ladrillo de Elche’ aparece como investigado en el caso ‘Umbra’, en el sumario judicial del PGOU de Alicante y en el del saqueo del Banco de Valencia. En todos esos casos de presunta corrupción, Águeda figura en connivencia con otros empresarios y políticos para supuestamente sacar provecho económico de actuaciones públicas.

Pero lo peor de todo, una vez conocida la escapada a Estambul, es la reacción de quienes en 2008 se dejaron la dignidad institucional al pie de la escalerilla para subirse en ese avión. Cuando se descubrió en 2012 que el Rey había aparcado su agenda de trabajo y se había desplazado a Botsuana en viaje privado para cazar elefantes, la mueca de desaprobación fue generalizada. Quien garantizó el éxito de la Transición, nos salvó del golpe del 23F y jugó un papel decisivo en el periodo democrático más largo de nuestra historia, tuvo la humildad de dirigirse de frente a los ciudadanos y pedir disculpas. «Lo siento mucho, me equivoqué y no volverá a ocurrir», dijo Don Juan Carlos para corregir su falta de ejemplaridad.

Pero aquí, quien ha legado un manto de sospecha sobre toda la gestión urbanística realizada en Murcia durante quince años, con un reguero de sumarios abiertos por corrupción, ha optado por el silencio, parapetándose tras sus abogados. No menos chocante ha sido la respuesta del actual edil de Fomento, Roque Ortiz, entonces gerente de la empresa pública que planifica el desarrollo urbanístico de la ciudad. Ortiz ha sido incapaz de explicar qué hacía en ese vuelo con un constructor al que solo conocía de «relaciones espontáneas», de lo que cabría deducir que estaba allí en su condición de gerente de Urbamusa. 

Lo menos que podía hacer la oposición, a quien Ortiz acusa de respirar veneno en un rapto de indignación por las «habladurías», era solicitarle explicaciones de los posibles vínculos de Urbamusa con los negocios de Águeda. Y presentar este asunto como un ataque a la privacidad es simplemente el colmo de tan vergonzante episodio. Un acto inapropiado no invalida toda una trayectoria sin tacha, pero su crédito como responsable público está bajo mínimos, afectando por extensión a quien le nombró edil. Si no vale el ejemplo del Rey, seguro que José Ballesta, que es hombre leído, tiene una cita de Gomá u otro intelectual para que Ortiz acabe de entender de qué va todo esto.


(*) Periodista y director de La Verdad 


No hay comentarios: