domingo, 8 de mayo de 2016

Atar corto a los bancos / Primo González *

Prestar dinero por debajo de su coste va a estar prohibido. Y además perseguido. En las últimas semanas, algunos banqueros se habían quejado de que la feroz competencia por captar clientes de crédito estaba conduciendo a algunas conductas temerarias en el sector. Es una pena que este tipo de disciplina de mercado no se hubiera aplicado hace unos años, cuando se cultivó la burbuja inmobiliaria, con políticas de crédito disparatadas mientras el regulador miraba para otro lado.

El Banco de España ha tomado ahora cartas en el asunto y, además de algunas advertencias verbales, ha puesto en marcha una reforma de la Circular lanzada hace unos años (es del ejercicio 2004) para modificar la gestión del riesgo en los créditos al sector privado. Los cambios afectarán sobre todo a los créditos a pequeñas y medianas empresas y a los créditos al consumo. Se trata de dar los primeros pasos para adaptar la normativa española a la europea y, a más corto plazo, salir al paso de algunas conductas posiblemente temerarias que están desarrollando algunas de las entidades bancarias españolas embarcadas en políticas agresivas con las que neutralizar el problema de márgenes que tiene la banca española. Pero estas políticas decididamente expansivas pueden crear distorsiones en el mercado, que el regulador parece en esta ocasión dispuesto a atajar con las leyes en la mano.

La reforma de la Circular mencionada no entrará en vigor hasta el primero de octubre. Podría haber entrado en funcionamiento a partir de junio, pero al parecer las presiones de algunos bancos han logrado convencer al Banco de España para retrasar tres meses la entrada en vigor de la reforma, con la argumentación de que los sistemas de control internos exigirán cambios importantes y de alcance en los departamentos de control de riesgos.

Los cambios más sustanciales están orientados a evitar que los bancos incurran en riesgos temerarios a la hora de conceder créditos y de que establezcan dispositivos creíbles y completos de análisis del riesgo para reducir al mínimo la posibilidad de quedarse sin cobrar la devolución de un préstamo. Además, se establecen nuevas escalas de provisiones, es decir, nuevos plazos para amortizar los créditos que resulten morosos o fallidos. Por lo general, los plazos de amortización vía provisiones se alargan un poco pero, sobre todo, se incrementa drásticamente la provisión inicial, el primer escalón, cuando el crédito entra en fase de probable incumplimiento tras los primeros impagos o demoras. Aumentando la exigencia de provisiones hasta el 40% del importe del crédito en una especie de alerta temprana, los bancos se sentirán presionados a la hora de estudiar con el máximo rigor la calidad de sus clientes y sus posibilidades reales de devolución del crédito.

Los interrogantes que se abren en el sector a raíz de este golpe de mano del regulador son, por un lado, si las nuevas medidas encarecerán el coste del crédito para los clientes, hipótesis bastante probable. Es, por lo tanto, una mala noticia para la economía en general, ya que implica un freno potencial a la actividad crediticia. Por el contrario, puede implicar una mayor garantía de calidad en los balances bancarios, lo que es en todo caso una fuente de tranquilidad porque corta las alas a los aventureros que siempre pueden aparecer en el sector. La experiencia de los años de la crisis inmobiliaria y bancaria dice que este tipo de riesgos, la de conductas poco sensatas a la hora de conceder créditos, puede ser elevado, en especial en condiciones de dura competencia como las actuales.


(*) Periodista y economista


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