lunes, 2 de mayo de 2016

La campaña más larga: entre la abstención y el voto útil / José Miguel Larraya *

Las elecciones del 20D y el fracaso para la formación de una mayoría suficiente para gobernar han propiciado la campaña electoral más larga y reveladora de la historia reciente de España. Los españoles van a las urnas seis meses después de la mal llamada primera vuelta con suficientes imágenes en la retina para que la propaganda que se desplegará en los próximos cincuenta días tenga un impacto muy relativo.

En los úl­timos me­ses, los prin­ci­pales par­tidos y sus ca­bezas de lista han ocu­pado el es­pacio me­diá­tico de una forma abru­ma­dora, y es ya un lugar común señalar el har­tazgo de la opi­nión pú­blica con la es­grima ver­bal, las ma­nio­bras de si­mu­la­ción, los vetos y las lí­neas ro­jas. Las con­signas están muy des­gas­tadas y los guio­nistas de cam­paña ten­drán que hacer un es­fuerzo para no caer en la reite­ra­ción o el ri­dículo.

La ten­sión entre los par­tidos no creo que des­cienda en las pró­ximas se­manas ya que se en­frentan a dos fan­tasmas preo­cu­pan­tes: la abs­ten­ción y el voto útil, La abs­ten­ción, por el har­tazgo y de­cep­ción de mu­chos vo­tantes por el es­pec­táculo po­lí­tico, bien or­ques­tado por los me­dios; el voto útil, por la de­cep­ción de am­plios sec­tores del elec­to­rado que cam­biaron su voto en las úl­timas elec­ciones y que pro­ba­ble­mente es­pe­raban otra con­ducta de su nueva op­ción elec­to­ral.

La pre­gunta es a que par­tidos puede be­ne­fi­ciar la abs­ten­ción el voto útil en el caso de que ambos fe­nó­menos se pro­duzcan de una forma sig­ni­fi­ca­tiva. O dicho de otra forma: a que par­tidos les puede per­ju­dicar más. El primer mo­vi­miento, en ese sen­tido, lo ha dado la iz­quierda post­co­mu­nista que se agrupa en Podemos que ha aban­do­nado sus ma­nio­bras de si­mu­la­ción –no somos de de­recha ni de iz­quier­das- y se di­rige a una coa­li­ción con Izquierda Unida, en pro­ceso de re­con­ver­sión tras el úl­timo y re­ciente con­greso del Partido Comunista, su es­truc­tura bá­sica. La iz­quierda ra­dical se agrupa para ser más que el PSOE pero tam­bién por temor a la abs­ten­ción, al de­sen­canto que haya po­dido pro­ducir su com­por­ta­miento po­lí­tico en estos úl­timos me­ses.

El PSOE es la gran in­cóg­nita de esta cam­paña y de estas elec­cio­nes. Su po­si­ción errá­tica bajo la di­rec­ción de Pedro Sánchez puede agra­varse salvo que re­cu­pere parte de su elec­to­rado que se fue a Podemos. Su alianza de papel con Ciudadanos es más que nunca papel mo­jado. Aunque pre­tenda que va a ser la fuerza más vo­tada –esas ton­te­rías se dicen en cam­paña- tendrá que ex­plicar con quién quiere aliarse para hacer realidad su fe­tiche del cam­bio. Las ten­siones a que está so­me­tida por de­recha e iz­quierda, sin ha­blar de su com­pli­cidad con fuerzas se­ce­sio­nistas en Cataluña, Comunidad Valenciana y Baleares, tendrá que re­sol­verlas en las pró­ximas se­manas si no quiere ver una fuga de votos en las dos di­rec­cio­nes. Un caída en votos y es­caños abriría un ho­ri­zonte nuevo e iné­dito en la his­toria del PSOE.

La de­recha y el cen­tro-­de­recha que re­pre­sentan PP y Ciudadanos tienen un pro­blema grave. Su alianza post­elec­toral pa­rece la más ló­gica y na­tural ante el es­ce­nario po­lí­tico es­pañol. Pero el em­pe­ci­na­miento de Ciudadanos de vetar a Mariano Rajoy, en una cam­paña contra su per­sona, como po­sible pre­si­dente del Gobierno de una nueva ma­yoría atenta contra los usos y cos­tum­bres de­mo­crá­ti­cos, ya que su le­gi­ti­ma­ción pro­viene de los votos de sus elec­tores sin que medie causa penal al­guna contra él. Las res­pon­sa­bi­li­dades po­lí­ti­cas, creo, se re­suelven en las ur­nas.

Todo apunta, salvo sor­presas du­rante las pró­ximas se­manas que no se pueden des­cartar dada la ac­ti­vidad tre­pi­dante de nues­tros tri­bu­nales y fuerzas de se­gu­ri­dad, que la arit­mé­tica par­la­men­taria será pa­re­cida. Si PP y Ciudadanos no al­canzan con sus es­caños la ma­yoría ab­so­luta, el fiel de la ba­lanza es­tará otra vez en manos del PSOE aun­que, tal vez, con menos dipu­tados y un nuevo li­de­razgo.

Si la coa­li­ción Podemos-Izquierda Unida pros­pera, la so­ciedad es­pañola debe pre­pa­rarse para una Parlamento muy es­cin­dido. El apoyo de esa coa­li­ción de Unidad Popular a las fuerzas se­ce­sio­nis­tas, bajo la fór­mula blanda del de­recho a de­ci­dir, creará dos blo­ques muy claros en el Congreso de los Diputados. La pre­gunta es dónde es­tará el PSOE y si será capaz de acudir a una cita que puede ser his­tó­rica para re­novar el pacto po­lí­tico que su­puso la Constitución de 1978.


(*) Periodista


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