Se lo decían ayer en la calle en
Valencia al Sobresueldos que intentaba darse un "baño de masas" (como
suelen decir los medios) y hubo de salir por pies.
La
verdad sigue estando en la calle. Hace unas fechas, en Pontevedra, su
tierra natal, el ayuntamiento lo declaró "persona non grata" y, unos
días después, un espontáneo le atizó una chufa cuando andaba tratando de
hacerse el simpático entre la gente. Ayer, en Madrid, otro joven le
fastidió el teatro saltando al grito de "¡El PP es la mafia!".
Ojalá
fueran los comienzos de la recuperación de la dignidad ciudadana, de
una rebelión cívica. Que este indeseable no pudiera asomar el careto por
parte alguna porque el personal le gritara lo que se tiene merecido.
Cuenta habida de que los demás partidos políticos que saben igualmente
que el país está gobernado por una cuadrilla de mangantes, son incapaces
de hacer nada en parte por complicidad y en parte por puro miedo.
Si
se piensa bien (y, para contrastar se compara con el comportamiento de
los políticos en cualquier otro país europeo) es indignante que no haya
dimitido hace años un pájaro, que lleva veinte cobrando sobresueldos de
oscura procedencia; que manda SMS de apoyo como presidente del gobierno a
un delincuente; que tiene a su padre atendido con fondos públicos que
niega a los demás ciudadanos; que protege a todo tipo de ladrones y
sinvergüenzas; que entorpece cuanto puede la acción de la justicia; y
que preside un partido al que los jueces imputan ilícitos, lucro
irregular y, por tanto, connivencia con delitos.
Ahí
está de nuevo otro juez a vueltas con la infinita trama Gürtel en la
que aún van a aparecer más presuntos ladrones peperos imputados, pide procesar al PP por lucrarse ilícitamente en Boadilla, el territorio de El albondiguilla, un alcalde pepero típico, metido en todo tipo de chanchullos.
Por si había alguna duda, otro juez -esta vez en el caso Púnica- considera que el amigo Granados estuvo anotando donaciones ilegales al partido de un empresario mafioso entre 2011 y 2014. El
amigo Granados, mano derecha de Esperanza Aguirre que, por supuesto, no
sabía nada de cómo este personaje expoliaba el erario.
De
verdad que es para flipar. Y todavía más que los otros dirigentes no
nieguen el saludo al principal responsable político de este inmenso
desaguisado y no rechacen hablar con él en tanto no dimita, dado que es
un desdoro y una vergüenza para toda la clase política.
Pues,
no señor; no solamente no se exige su dimisión en todo momento y
circunstancia sino que el amigo anda por ahí soltando sus necedades y
habituales sinsorgadas. Advierte a los suyos de que hay que evitar los
radicalismos como nefastos para España. Sin duda se refiere a Podemos
pero, al lado de gentes como el beato Fernández Díaz, el energúmeno
Hernando, la agresiva Sáenz de Santamaría, la embustera Cospedal y el
propio Sobresueldos, los de Podemos son pura moderación. El verdadero
radicalismo la auténtica extrema derecha está en el PP. Si se duda,
escúchese una alocución de García Albiol en Cataluña.
Además
de mentir sobre el radicalismo, el sobresueldos ha ido a Valencia a
contar embustes sobre la educación. Dice que el PP quiere proteger la
enseñanza concertada como base de libertad de elección de los padres.
Pero la base de la enseñanza concertada no es esa. La base de la
concertada es destinar recursos públicos a la enseñanza privada,
básicamente de curas y monjas, en detrimento de la enseñanza pública
gratuita, para que los hijos de las familias bien puedan tener una
educación "de calidad" (no sé qué calidad pueden dar los curas)
aprovechándose de los recursos públicos y sin tener que pagar por ella.
A
mayor indignidad, estos colegios concertados suelen imponer ciertas
tasas (inferiores al coste real de la educación) para cerrar el paso a
los hijos de las familias de menos recursos o inmigrantes. De esta
forma, la población trabajadora sufraga con sus impuestos parte
importante de la educación de las clases medias y altas sin poder
beneficiarse de ella.
A
eso lo llaman "libertad de elección". En cuanto a los colegios
públicos, mordidas de un millón de euros y los niños a estudiar a
barracones.
Pues, sí, ladrones y corruptos. La calle tiene razón.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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