sábado, 14 de mayo de 2016

Elecciones 27J: la derecha y la gangrena / José Miguel Larraya *

Mariano Rajoy es hoy el rostro de una derecha que acusa la fatiga de los materiales. De las cuatro graves crisis que sacudieron la legislatura que gobernó con mayoría absoluta sólo una está resuelta: el relevo inesperado en la Jefatura del Estado, que se produjo con discreción y rapidez con la colaboración del PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba. Las otras tres – la crisis económica y financiera, el movimiento secesionista en Cataluña y los escándalos de corrupción que gangrenan la imagen del partido- están en diferentes fases de desarrollo.

Las cuatro cri­sis, que se pro­du­jeron de forma casi si­mul­tá­nea, po­drían haber de­rri­bado a un Gobierno que no tu­viera la ma­yoría en las dos cá­ma­ras. El PP salió de ellas to­cado pero no hun­dido. En las elec­ciones de di­ciembre fue el par­tido más vo­tado, pero no en­contró aliados para con­formar una nueva ma­yo­ría. Y todo apunta a que vol­verá a ser la fuerza más vo­tada en las elec­ciones del pró­ximo mes de ju­nio. Pero si no al­canza una ma­yoría su­fi­ciente, cosa poco pro­ba­ble, todo será dis­tinto. Esta vez el pacto será inevi­table y Rajoy, pro­ba­ble­mente, tendrá que pagar un precio por el acuerdo si en­cuentra so­cios, o el PP de­berá pasar a la opo­si­ción.

La larga marcha de la de­recha es­pañola desde los de­bates de la Constitución de 1978 ha sido ac­ci­den­tada pero firme en dos as­pectos esen­ciales de su dis­curso po­lí­tico: la de­fensa de la unidad na­cional y la creencia de que los pro­blemas en­dé­micos de la so­ciedad es­pañola sólo te­nían so­lu­ción en la Unión Europea. Lo dijo Ortega mucho an­tes, in­cluso, de la guerra ci­vil, esa ci­ca­triz en la que cierta iz­quierda aún hurga en busca de vo­tos. España era el pro­blema, Europa la so­lu­ción.

Pero el eu­ro­peísmo ha per­dido gran parte de su brillo ante las con­di­ciones eco­nó­micas –reducción de la deuda, dé­fi­cits con­te­ni­dos- que exige nuestra per­te­nencia al club eu­ropeo del euro. Rajoy pre­sume, con mo­tivo, de haber es­ta­bi­li­zado la eco­nomía es­pañola, de haber evi­tado la in­ter­ven­ción, pero ese dis­curso pa­rece de­ma­siado frágil para sos­tener un pro­yecto po­lí­tico ante una so­ciedad es­cép­tica que añora las épocas de ex­pan­sión eco­nó­mica. No hay mayor desafío que de­fraudar las ex­pec­ta­tivas de una so­ciedad de con­sumo que exige el cre­ci­miento con­ti­nuo.

Además la re­vuelta na­cio­na­lista ca­ta­lana, tra­tada por el Gobierno con una cierta dis­pli­cencia para ocultar su temor a un con­flicto irre­ver­si­ble, y la gan­grena de la co­rrup­ción han de­jado a Rajoy y al Partido Popular a la de­fen­siva, aco­sados por los es­cán­dalos que in­tenta di­luir en el gran charco de las co­rrup­ciones aje­nas. El ce­nagal afecta a los par­tidos que tienen o han te­nido res­pon­sa­bi­li­dades de Gobierno, lo que ha per­mi­tido a los nuevos par­ti­dos, Ciudadanos y Podemos, ha­blar de nueva y vieja po­lí­tica, un men­saje que do­blan con otro más su­bli­mi­nal: jó­venes lim­pios frente a viejos con de­ma­siados es­que­letos en el ar­ma­rio.

Su fuerza, sin em­bargo, está en las de­bi­li­dades aje­nas. El PSOE, el rival tra­di­cional se ve aco­sado por la coa­li­ción neo­co­mu­nista que se pre­sentas ante la so­ciedad bajo la más­cara de un mo­vi­miento so­cia­l/­po­pu­lista. La pre­ten­sión de esta coa­li­ción de Podemos e Izquierda Unida de arras­trar al PSOE a una gran alianza para ex­cluir del go­bierno a la de­re­cha, una prác­tica con una cierta tra­di­ción en España, puede aglu­tinar en torno al PP a sec­tores so­ciales que no desean que la iz­quierda ra­dical ac­ceda al Gobierno. 

El apoyo de la coa­li­ción do­mi­nada por Podemos al de­recho de au­to­de­ter­mi­na­ción, bajo el eu­fe­mismo del lla­mado de­recho a de­ci­dir, que re­claman di­versas fuerzas na­cio­na­listas choca tam­bién con la opo­si­ción de am­plios sec­tores so­ciales que ven en el PP y Ciudadanos una ba­rrera a la de­sin­te­gra­ción del Estado. Tal vez sea el voto del miedo, tam­bién lla­mado voto útil, el que de­cida las elec­cio­nes. En ese es­ce­na­rio, Pedro Sánchez se apre­sura a re­clutar per­so­na­li­dades de la época de Felipe González para dar den­sidad a su can­di­da­tura.

Rajoy y el PP se di­rigen a una cam­paña elec­toral pre­vi­si­ble­mente tor­men­tosa. Llegaron a contar en 2011 con más de diez mi­llones ocho­cientos mil votos (un 44,62%) que se que­daron en siete mi­llones dos­cientos quince mil votos (28,72%) en di­ciembre de 2015. Tal vez mu­chos de esos votos per­didos se fueron a Ciudadanos que con­si­guió tres mi­llones y medio de votos (13,93 %) en su pre­sen­ta­ción en unas elec­ciones ge­ne­rales y que será, con su perfil cons­ti­tu­cio­na­lista, li­beral y re­for­mista, un rival a tener en cuenta.

Las crisis del PP no son muy dis­tintas a las que pa­dece la so­ciedad es­pañola, A la gan­grena de la co­rrup­ción, con el des­pres­tigio de la clase po­lí­tica, se suma la gan­grena se­ce­sio­nista en un am­biente de crisis eco­nó­mica. El Gobierno que salga de las urnas de junio tendrá que afrontar la triple crisis y tal vez sean ne­ce­sa­rios más de dos par­tidos para sos­tener las re­formas ne­ce­sa­rias. Se habla mucho de re­formar la Constitución. No creo que se pueda hacer sin el PP o sin el PSOE.


(*) Periodista


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