Pedro Antonio Sánchez aseguró el jueves en la Asamblea que el PIB
regional podría volver a cotas anteriores a la crisis, lo que «estamos
consiguiendo -dijo- con nuestras reformas, nuestra valentía en los
planteamientos, con nuestro rigor y con la confianza que genera el
Gobierno». En la antesala de otras elecciones generales era de esperar
tan esperanzador pronóstico de la economía murciana, entreverado con una
inevitable cuña de autobombo. Ciertamente, la economía española arrancó
el año con fuerza durante los dos primeros meses, cumpliéndose una
especie de regla no escrita: la economía murciana acentúa el signo de
los ciclos de la economía nacional. Cuando España entra en barrena, la
crisis es más profunda en la Región. Si, por el contrario, hay
crecimiento nacional, ahí estaremos en puestos de vanguardia.
Los últimos datos son inequívocamente positivos porque marcan una
tendencia favorable, aunque quede mucho por hacer. La Encuesta de
Población Activa del primer trimestre y el paro registrado en abril
reflejan una nítida recuperación del empleo regional, mientras que las
previsiones de crecimiento publicadas por la Airef, Ceprede y el BBVA
son alentadoras. Otra cuestión diferente es que los méritos se deban en
su mayor parte a las políticas económicas del Gobierno de Pedro Antonio
Sánchez, ya que lo regional se enmarca en una tendencia nacional y
europea marcada por la depreciación del euro y por los bajos precios del
petróleo y de los tipos de interés.
El famoso viento de cola tiene
mucho que ver en este fenómeno, que está siendo aprovechado por el
tejido productivo murciano para impulsar sus exportaciones y captar el
mayor número de turistas posibles. En el mar de la economía hay que
aprovechar los vientos con rapidez, desplegando las velas adecuadas. Lo
ha hecho acertadamente el equipo de Pedro Antonio Sánchez con la bajada
de impuestos, el decreto de simplificación administrativa y la
liberalización de los horarios comerciales. Lo deseable hubiera sido que
estas últimas medidas, ya aplicables pero todavía sin efectos reales
por ser muy recientes, se hubieran tramitado con mayor participación
política y social, pero el Gobierno utilizó la vía del decreto ley
alegando motivos de urgencia. Y en efecto los hay, lo que no quita para
que en el trasfondo haya, también, un deseo del Ejecutivo regional de no
ver cómo la oposición le da un vuelco a sus medidas.
La realidad es que los aires económicos favorables empiezan a
debilitarse. Por tanto, siendo elogiosa la actitud de Sánchez, será muy
complicado que se pueda cumplir con el objetivo de alcanzar este año los
niveles de riqueza anteriores a 2008. El fracaso político que supuso la
nueva convocatoria de elecciones generales tuvo un efecto evidente en
abril. Son muchos los convenios colectivos, las subidas salariales y las
nuevas inversiones empresariales que están en suspenso a la espera de
saber quién gobernará España y cuál será su política económica. Murcia,
además, es un pequeño árbol en el interconectado bosque global. El
propio Gobierno en funciones de Mariano Rajoy aprobó en las últimas
semanas un plan de estabilidad que contempla una caída de las
exportaciones, un escenario adverso de subida de tipos y un
encarecimiento del petróleo. Todo ello podría lastrar el crecimiento del
PIB por debajo del 2% y poner en riesgo la creación de empleo en el
conjunto de España.
Tenemos, además, exclusivamente la vista puesta en
el 26J, fecha de las nuevas elecciones, cuando tres días antes hay una
llamada a las urnas en Gran Bretaña que puede ser decisiva para la Unión
Europea, tanto en el plano político como en el económico. Los sondeos
muestran una opinión pública británica muy dividida sobre su eventual
salida de la UE y esa incertidumbre ya está provocando, internamente, un
ralentización de su economía en el sector servicios y, externamente,
por ejemplo, un retraimiento de las compras inmobiliarias de los
británicos en toda la costa mediterránea. Las consecuencias políticas y
económicas de un respaldo al ‘Brexit’, cuando todavía sigue sin
resolverse el problema de la deuda griega, serían importantes a corto y
medio plazo para toda la Eurozona. Por de pronto, la Unión Europea
perdería la contribución neta del Reino Unido a su presupuesto, la
segunda más alta de todas con 9.800 millones de euros en la hucha común.
Si a todos esos factores nacionales y europeos sumamos la prolongada
desaceleración de la economía china, aparece ante nuestros ojos un
endiablado contexto geopolítico plagado de riesgos e incertidumbres.
¿Qué deberían hacer los políticos de una pequeña región europea en
esta situación? Visto que nadie está por la labor o en condiciones de
alcanzar consensos, mientras no se despeje la incertidumbre electoral,
lo sensato es no quedarse a la expectativa y actuar. Unos, asumiendo su
responsabilidad de gobernar, y otros, controlando al Ejecutivo y
planteando alternativas, aunque ninguna de las partes debería tener la
vista puesta en la cita electoral de junio. Si se actúa en lo local sin
pensar en lo global, el batacazo para todos está asegurado. La Región es
pequeña y tiene autonomía política, pero no es una isla. Es, como
decía, otro pequeño y frágil árbol de un gigantesco bosque donde están
pasando cosas y otras inciertas se avecinan.
(*) Periodista y director de La Verdad
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