El futuro Plan Regional de Familia debería ser una buena
oportunidad para encarar, con el consenso de todos los partidos
políticos y los agentes sociales, la grave amenaza que supone la
progresiva caída de la natalidad.
En la Región no estamos tan cerca del abismo, pero la tendencia es
igualmente preocupante. Si los aspectos filosóficos nos dejan fríos,
atendamos a algo más prosaico: de seguir la caída de la natalidad nos
podremos encontrar que en diez o quince años faltará población activa. Y
de no cambiar las cosas, en treinta sería difícil evitar la quiebra del
sistema de pensiones. La media de hijos por mujer en la Región fue
bajando de 3,2 desde los años 70 a justo la mitad en la actualidad. No
solo es una consecuencia de la recesión. Subyacen cambios sociales más
profundos y de largo recorrido, como la incorporación de la mujer a la
vida laboral en un contexto donde aún es muy complicado conciliar
trabajo y familia.
En los años 80 ya nos alejamos de lo que los expertos
llaman tasa de reposición biológica, que garantiza el reemplazo
generacional. Lo más dramático es que las encuestas del CIS revelan cómo
la mayoría de la población desearía tener más de un hijo, pero las
circunstancias económicas y la ausencia de una política de ayudas hacen
desechar esa posibilidad. Queda mucho camino por recorrer. La oferta de
plazas en las guarderías públicas, por ejemplo, sigue igual en la Región
que hace 16 años y los centros subvencionados que ofrecen una
alternativa complementaria no han terminado de asentarse. Entre la caída
de la propia natalidad y la política de precios, que ahuyenta hoy a
parejas jóvenes con salarios precarios, ni la red pública ni la privada
incentivan las condiciones para los nuevos nacimientos.
La creación de
una Consejería de Familia y el nuevo giro más social del Gobierno de
Pedro Antonio Sánchez está teniendo efectos positivos, sobre todo si se
compara con lo anterior, pero todavía está lejos de haber dado una
respuesta eficaz a este problema. El futuro Plan Regional de Familia,
actualmente abierto a las sugerencias y reclamaciones de los murcianos,
es una buena oportunidad para sentar las bases de una política más
decidida y eficiente, en la que es necesario el mayor consenso político y
la participación de los municipios, los agentes sociales y los expertos
en este complejo tema. No va a ser fácil porque al punto de inflexión
no se llegará solo con exenciones fiscales y ayudas públicas.
Las soluciones tampoco van a llegar de forma aislada a la Región si
el ‘suicidio’ demográfico al que se encamina todo el país no forma parte
del debate público. Puede que sea uno de los problemas más graves de la
sociedad española y también uno al que menos caso se le hace.
No deja
de ser chocante por el peso tan relevante que en la sociedad española
tienen las familias, toda una malla de seguridad en los peores momentos
de la crisis. Basta recordar el escaso debate sobre la caída de la
natalidad en la última campaña electoral para certificar que es un tema
secundario en la agenda política.
Lamentablemente no cabe esperar
demasiado en la nueva cita a las urnas con los mismos candidatos que han
protagonizado uno de los más tristes fracasos de la política al no
lograr finalmente un pacto de gobierno. Pero no es de extrañar cuando
cada cual interpretó el mensaje de cambio de la manera más oportuna para
sus intereses. Quizá habrá que decir más alto y más claro que lo que
pide la ciudadanía son pactos para alcanzar grandes acuerdos de Estado.
(*) Periodista y director de La Verdad
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