sábado, 16 de abril de 2016

Pablo Iglesias juega a los tronos / Álvaro Anchuelo *

Antaño los líderes políticos, más sesudos y entrados en años, buscaban su inspiración en los clásicos. Referencias a Montesquieu, Rousseau, Hume, Platón, Cicerón o Aristóteles, eran moneda común en los discursos de los parlamentarios del siglo XIX o en los de los revolucionarios franceses. Los nuevos revolucionarios de salón treintañeros, en estos tiempos de política banalizada (que tan bien ha diagnosticado Peter Mair) nutren sus espíritus en otras fuentes. En el caso de Pablo Iglesias, es notoria su fascinación por la serie Juego de Tronos, sobre la que ha escrito y que regala cuando visita a las testas coronadas. Tal vez esa obsesión ayude a comprender su comportamiento desde las últimas elecciones generales.

En Juego de Tronos, la política se plantea como un enfrentamiento a muerte, en sentido literal, lleno de golpes de efecto. La primera actuación de Pablo Iglesias consistió en convocar una rueda de prensa, mientras Pedro Sánchez estaba reunido con el Rey, para anunciar la composición de un futuro gobierno en el que se adjudicaba la vicepresidencia. No parece el comportamiento más leal ni sensato. Si hubiese existido verdadera voluntad de pacto, lo normal habría sido que se reuniesen los interesados, comparasen programas, buscasen acercamientos… para culminar el proceso convocando una rueda de prensa conjunta.

No obstante, ese comportamiento inicial era poco sibilino. Otros componentes esenciales en el guión de la serie son el disimulo y la traición. Nuestro héroe estaba siendo criticado por ambicionar cargos en vez de ocuparse de las medidas concretas que pudieran aliviar el sufrimiento de la gente. Dentro de sus propias huestes, algunos de los participantes en las negociaciones parecían haberse creído que el pacto era un objetivo posible y deseable. Por eso, en una segunda fase, el líder podemita debió buscar inspiración en nuevos visionados de su serie favorita para mejorar la estrategia.

Recién apagado el televisor, procedió a la defenestración de los compañeros de partido moderados, partidarios del pacto. A algunos de los depurados no les ahorró humillaciones públicas en los escritos que justificaban sus ceses. El hecho de que uno de los principales damnificados fuese Íñigo Errejón, un amigo de juventud (o tal vez de esa infancia en la que parece eternamente instalado), no le hizo temblar el pulso. El poder no se comparte, por mucho círculo que luego se use para legitimarlo, revistiéndolo de apariencias asamblearias. ¿Acaso le tembló el pulso a lord Tyrion a la hora de atravesar a su propio padre con una saeta? ¿No traicionó Theon Greyjoy a la familia que le había criado y acogido? ¿Tuvo piedad Daenerys Targaryen de su enamorado caballero Sir Jorah Mormont?

Una vez acaparado el poder de decisión, convenía disimular. Como enseña un dicho inglés, para apuñalar a alguien por la espalda primero conviene colocarse detrás de él. ¿No fue Robb Stark degollado a traición con toda su familia en medio de un banquete en su honor? En esta estrategia retocada, el líder de la larga coleta se convirtió en un inesperado prodigio de humildad. Renunció a una vicepresidencia que nadie le había ofrecido, para no ser un obstáculo y probar su desinterés personal. Cedió en sus pretensiones de gasto, de forma que la Hacienda Pública, en vez de quebrar como en Venezuela, solo quebrase como en Grecia. Se puso a la cabeza de las reuniones, prometiendo arremangarse (¿no lo está siempre?) y hacer lo imposible para lograr un acuerdo. ¿Acaso la reina Cersei Lannister, para acabar con su ambiciosa rival Margaery Tyrell, no lanza contra ella a los fanáticos religiosos y luego aparenta defenderla de esos mismos ataques? ¿No fue Petyr “Meñique” Baelish uno de los envenenadores del rey Joffrey, pese a que después aparente querer vengarlo?

La primera reunión negociadora encabezada personalmente por Pablo Iglesias se convirtió inesperadamente en la última. En su documento de supuestas concesiones, se aseguró de dejar suficientes medidas inaceptables, en particular el referéndum en Cataluña. Al día siguiente, convocó una rueda de prensa con las espaldas bien cubiertas, que coincidió con la reunión en que Pedro Sánchez y el equipo de negociadores socialistas analizaban el documento de Podemos. El líder morado no consideró necesario aguardar a la respuesta, ni siquiera por cortesía.

Eso sí, la última palabra la tendrán “las bases”. Es cierto que las preguntas son un tanto capciosas y que ya se da algún leve indicio del resultado deseable, pues si las bases no votan como se espera de ellas, cosa harto improbable, el gran líder amenaza con abandonarlas. ¿Cuando el Consejo del Reino ha votado algo distinto de lo que quiere la “Mano del Rey”, que lo convoca y preside?

Este juego de tronos real es arriesgado para el propio Pablo Iglesias. Los conflictos dentro de Podemos existen y pueden agravarse, la coalición con las plataformas y “mareas” varias no parece muy estable, las posturas sobre Venezuela, Arnaldo Otegui y el referéndum catalán algún día pueden acabar pasándole factura entre su electorado menos radicalizado… Tal vez no haya reflexionado lo bastante sobre el final de la quinta temporada, la ultima hasta ahora emitida. Stannis Baratheon fue capaz de sacrificar en la hoguera a su misma hija para cumplir el sueño de sentarse en el trono de hierro. No obstante, esas esperanzas, inculcadas por la falsa sacerdotisa Melisandre, se vieron defraudadas cuando sus seguidores empezaron a abandonarle espantados. Stannis, cegado por quiméricas visiones, terminó siendo derrotado. Aunque, bien pensado, no adelantemos acontecimientos. El guión de esa serie está lleno de giros inesperados de última hora.


(*)  Catedrático de Economía Aplicada, Universidad Rey Juan Carlos de Madrid


http://www.republica.com/sapere-aude/2016/04/13/pablo-iglesias-juega-a-los-tronos/ 

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