La revelación de que Ciudadanos cargó gastos electorales a la
Asamblea, como si fueran producto de la actividad de su grupo
parlamentario, acabó esta semana con la destitución del delegado
territorial en Murcia, Mario Gómez, y con otro expediente disciplinario a
uno de los cuatro diputados de la formación, Luis Fernández.
Sin
embargo, la crisis abierta está lejos de haberse restañado porque sigue
sin ser creíble que todo obedeciera a un error administrativo, una vez
demostrada la doble facturación instada por Mario Gómez a diversos
proveedores contratados durante la campaña electoral.
Veinticuatro horas
después de circunscribir lo ocurrido al ámbito de las
«responsabilidades administrativas», la dirección nacional del partido
que hace bandera de la regeneración en la vida pública tuvo que dar
marcha atrás, corregir su tibieza inicial y depurar finalmente
responsabilidades políticas.
Albert Rivera ha actuado con rapidez, pero
ayer insistía en calificar de irregularidad administrativa lo que, sin
embargo, tuvo tintes de financiación irregular, supuso un incumplimiento
de la ley electoral y llevó aparejado una ocultación al Tribunal de
Cuentas de una cantidad de dinero para gastos electorales superior a la
mitad de la declarada. Por más que se insista, no es un tema menor.
Perseverar en esa línea sí es un error, y muy típico de esa vieja
política que tanto critica.
El incidente ha puesto en evidencia la transversalidad de los
comportamientos alejados de la ejemplaridad, lo que en sí mismo era una
obviedad porque no van ligados a las siglas sino a la condición humana.
En Murcia estas facturas trucadas han puesto por primera vez ‘colorao’
al partido naranja. Lo ocurrido no invalida su pulcro y académico
discurso de regeneración, franquiciado por todo el país por jóvenes
políticos, muchos rebotados de otros partidos, aunque los detalles del
caso y la titubeante reacción han hecho mella en una credibilidad
política que debía estar impoluta porque C’s no tiene responsabilidades
de gobierno en ningún municipio y no gestiona dinero público.
Ciudadanos
ha reaccionado con mucha más celeridad y contundencia que otros, aunque
ha sido excesivamente parco en explicaciones públicas. Ninguno de los
implicados ha comparecido aún en rueda de prensa para encarar todas las
preguntas que están hoy sin respuesta. Sobrepasados por las
circunstancias, las escasas declaraciones públicas fueron confusas,
llegando a afirmarse que todo está subsanado cuando eso no se
corresponde con la realidad.
No sería justo olvidar lo mucho realizado
por Ciudadanos para desterrar la corrupción en nuestro territorio desde
hace un año, pero ya se ve que no es lo mismo predicar que dar trigo.
Ciudadanos sale de este episodio tocado y con mácula. No es el acabose,
pero marca un punto de inflexión porque la ‘auctoritas’ no se recupera
de un día para otro y menos en un joven partido en formación que está
ahora semidescabezado y con las filas escasamente cohesionadas.
Si el
portavoz de C’s en la Asamblea, Miguel Sánchez, responsable último de
todo lo que se firma y se entrega en la Asamblea, salió indemne de este
lío es fundamentalmente porque su destitución habría dejado sin ningún
liderazgo a un partido donde persiste una relación tormentosa entre los
más veteranos y los que, desembarcados a última hora desde UPyD, están
hoy en la cúspide del poder orgánico.
El desacato del grupo municipal de
Molina de Segura a las directrices regionales fue el último ejemplo de
esa turbulenta cohabitación. No hay que ser un lince para deducir que
este asunto trascendió porque alguien de C’s filtró las facturas el
jueves por la mañana a través de un correo electrónico anónimo enviado a
varios diputados y a la presidenta de la Asamblea.
Si había alguna duda
sobre la procedencia de la filtración ésta quedó totalmente disipada el
viernes cuando se desveló un WhatsApp, enviado por Mario Gómez,
instando a la emisión de esas nuevas facturas que llegaron a la
Asamblea. Blanco y en botella.
Ciudadanos tendrá que recomponerse en tiempo récord. Si nada cambia
en siete días habrá elecciones en junio. Tenían pendiente designar a un
coordinador autonómico para completar una dirección con tres cabezas y,
tras la destitución de Gómez, solo queda la de Miguel Sánchez. Sobre sus
hombros descansa ahora una pesada responsabilidad.
(*) Periodista y director de La Verdad
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