Sonaron los claros clarines y retumbaron los timbales que anunciaban
el inicio en España de la Segunda Transición bajo el cuadro ‘el abrazo’
de Genovés, en aquella jornada gloriosa del 24 de febrero donde Pedro
Sánchez y Albert Rivera firmaron, con boato e intercambio de carpetas y
de abrazos, un pacto de Gobierno y de investidura que calificaron de
‘histórico’ y en el que alegremente se incluía una reforma exprés de la
Constitución.
Ambos ya se veían sentados en la Presidencia y Vicepresidencia del
pretendido ‘Gobierno de cambio, reformista y progresista’ que sería
aclamado el 4 de marzo en el Congreso de los Diputados. El lugar de
donde partiría el ‘cortejo de los paladines’ –como lo hubiera llamado
Rubén Darío- hacia el Palacio de La Moncloa a los sones de la Marcha
Triunfal de Aída y una vez que ya hubieran derrotado y desalojado a
Rajoy, porque ‘echar al PP del Gobierno’ era el principal objetivo del
‘cambio’.
Y así esta pareja cómica y bien avenida de Pedro y Albert se fueron
de negociaciones a pedir la abstención del PP –al que pretendían echar- y
a Podemos a los que esperaban convertir en los tontos útiles de la
investidura para que al menos les cedieran su abstención para llegar al
Gobierno de España e iniciar su segunda y gloriosa Transición.
Pero hete aquí que Iglesias, tras descubrir en Podemos un ‘desleal’
–así lo llamó- golpe de mano en favor de Sánchez y encabezado por
Pascual y Errejón (a los que fulminó), alargó su sonrisa camaleónica,
cortó por lo sano la conspiración interior y para que no hubiera la
menor sombra de duda roció los escaños del PSOE con los polvos de la cal
viva de los crímenes del GAL de los tiempos de Felipe González.
Mientras un Rajoy socarrón se mofaba de los pactos de Pedro y Albert que
tildó como los nuevos de ‘Los toros de Guisando’.
La comedia de la investidura, que Sánchez le había pedido al Rey
Felipe VI asegurando que él estaba en condiciones de triunfar, fracasó y
como por arte de magia se transformó en primer acto de un drama que sin
el menor suspense todos sabían como iba a acabar. El tercer acto fue la
propuesta de Sánchez para la formación de un gobierno tripartito con
PSOE, C’s y Podemos en una negociación, también pomposa, que acabó como
el rosario de la aurora a farolazos. Aunque antes el jefe del PSOE se
reunió en secreto en Barcelona con Junqueras para explorar si ERC se
abstendría en la formación de un gobierno de PSOE y Podemos con
aparcamiento incluido del ‘derecho de autodeterminación’, lo que fue
rechazado por Junqueras y provocó suspicacias en el PSOE y C’s.
Y, colorían colorado, el cuento de los lecheros Sánchez y Rivera se
ha acabado como previsible hecho añicos. Y ahora eas pareja cómica está
dedicada a insultar y culpar al PP y a Podemos de su gran fracaso y de
la imparable llegada de nuevas elecciones en las que estos ‘príncipes
consortes’ de la investidura están atados por su iluso programa de ‘el
abrazo’ de Genovés que les obliga y contamina en la nueva campaña
electoral.
Saben, eso si, que para evitar las elecciones que mucho temen -porque
las volverá a ganar el PP y si Podemos pacta con IU el PSOE perderá el
segundo lugar de la tabla nacional- solo les queda un pacto con el PP de
Rajoy que ya propone la vieja guardia del PSOE. Otra misión imposible
porque ¿cómo van a pactar con el PP para echar del Gobierno al PP y a
Rajoy, que es lo que llevan prometiendo desde hace mas de tres meses?
Es imposible, por mas que Rajoy les ofrece a PSOE y C’s un pacto bajo
su presidencia, lo que implicaría la retirada de Sánchez y Rivera si
les queda algo de pundonor. No hay escapatoria y estamos en la cuenta
atrás del nuevo electoral, con Sánchez en la picota de su partido donde
se remueve inquieta Susana Díaz y un Rivera tocado por haber metido a
C’s en semejante berenjenal.
La marcha triunfal de Sánchez y Rivera se nos ha quedado en nada y lo
que es peor se veía venir desde el primer día que se planteó. Y asombra
comprobar la ceguera de estos dos que, sin experiencia alguna previa en
los asuntos del gobierno de España, nos querían gobernar con 130
diputados a expensas de Podemos y del PP a los que llaman ‘la pinza’.
Pues menuda pinza son Pedro y Albert. Una extraña pareja cómica como
lo fueron Tip y Coll, Abot y Costelo, Martes y trece o El Gordo y el
Flaco. Se creyeron los reyes del mambo pero no pasaron de aprendices de
brujo sin magia y encanto para triunfar ni convencer. Y ahora a ver que
sacan de sus chisteras en las urnas que ya están al caer.
(*) Pseudónimo de un veterano y acreditado periodista cordobés
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