sábado, 30 de abril de 2016

Santiago y roba España / Ramón Cotarelo *

 Los jueces tienen encarcelada a multitud de cargos públicos del PP. Algunos llevan ya cuatro años y lo que les queda y otros andan de juzgado en juzgado como almas en pena, en espera de largas condenas. Son una imagen de cuerda de presos, sinvergüenzas y ladrones que ostentaron cargos y honores públicos, fueron y vinieron en coches oficiales y se dieron pisto en familia con sus cargos en los gobiernos, diputaciones, alcaldías. Es tal la proliferación de granujas en este partido que muchos jueces lo consideran una asociación de malhechores y, como se ve,planean procesarlo a su su vez por ser una muestra de crimen organizado, una asociación de ladrones.

Pero el PP, esa asociación de presuntos chorizos, es el partido de gobierno en España, su presidente es el Presidente del gobierno que, a su vez, no es otra cosa que un puñado de corruptos. Pero ni por un momento se le pasa por la cabeza al tal presidente -contumaz cobrador de sobresueldos él mismo- dimitir por su evidente responsabilidad política en este gatuperio de latrocinios. Al contrario, espera que se lo felicite por su gran ejecutoria de llevar cuatro años de recortes y sacrificios mientras consigue que siga aumentando el desempleo y el paro.Tomarse en serio a esta asociación de mangantes es casi un acto de complicidad.

De arriba abajo, España es un lugar de tunantes. Aquí no hay política, ni apenas vida civil: hay ladrones y sinvergüenzas campando por sus respetos protegidos por las autoridades o, habiendo caído en desgracia al descubrirse sus fechorías, cumpliendo condena. Así están en este momento Bernard, Pineda, Conde y Díaz Fernández, todos ellos honrados ciudadanos por encima de toda sospecha, banqueros modélicos, doctores honoris causa empresarios ejemplares, implacables perseguidores del crimen. Hasta que se supo que no eran otra cosa que malhechores.

Todas las instituciones están desprestigiadas algunas a nivel bajísimo. Ese Tribunal supemo que impone una multa de 90.000 euros al Tribunal de Cuentas por un oscurso asunto de enchufe del vicepresidente del tal tribunal que pagaremos todos de nuestr bolsillo.

Pero el rizo de la corrupción y la mangancia se la lleva la ex-ministra de Sanidad, Ana Mato, obligada a dimitir por la corrupción gurteliana y analfabeta funcional a todos los efectos, nombrada directora de la Universidad Europea, un chiriguito del PP en Europa por hacer lo único que sabe hacer bien, esto es, nada, pero a precio de oro. De oro del común, del que pagamos todos con nuestro impuestos. Como oro del común es el que lleva seis meses gastándose alegremente el exministro de Educación, Wert, en compañía de su esposa en un enchufe por todo lo alto en París como recompensa por haber reventado el sistema educativo en España.

Un sistema de expolio generalizado, de a ver quién se lo lleva antes, al que esta banda de ladrones llama administración del Estado.
 
 
 
 
El medio era hostil, pero me entrevistaba a mi solo y tenía garantías de que no habría censura, así que accedí hace unos días y el resultado no está del todo mal. Al final de la entrevista hay un par de intentos de hacerme hablar de Venezuela, pero no se consiguió porque conozco algo del país, pero no lo suficiente para pronunciarme sobre él. Y de lo que no sé, no hablo. Quedaba así también salvaguardada mi prevención respecto  a los medios reaccionarios: no soy partidario de participar en ellos. Si te llaman es para instrumentalizarte para sus fines. Y para eso ya tienen una legión de antiguos izquierdistas, muchas veces resentidos con sus antiguas organizaciones y dispuestos a ir a estos medios a largar contra aquellas, generalmente pago mediante. No es mi caso.

Esto de los medios está de gran actualidad, debido a los últimos acontecimientos. Los medios son empresas y se rigen por la lógica del beneficio privado. Esto tiene unas consecuencias evidentes. Luego están los medios públicos. Lo ideal sería que todos fueran ecuánimes, justos e imparciales. Pero eso es imposible en el caso de las empresas privadas que en muchos casos basan su negocio en su falta de imparcialidad y objetividad y están en su derecho. Decir la verdad solo es jurídicamente obligatorio para los testigos en los procesos judiciales. Los demás pueden mentir descaradamente y es lo que muchos hacen para enriquecerse. A su vez, los medios públicos debieran ser de gestión democrática pero lo frecuente es que no lo sean y, al contrario solo sirven de centros de agitprop de los partidos de la derecha.

Y ¿de qué manera se consigue democratizar los medios? En el caso de los públicos, obligando a decisiones de consenso para el nombramiento de cargos directivos. Se trata de un criterio poco firme porque los enemigos de la libertad de expresión harán como hizo el PP al comienzo de su legislatura, esto es, reformar la ley de RTVE para nombrar un comisario político de su estricta obediencia como director, comisario que cumplió su tarea de convertir la RTVE en una basura y que su audiencia cayera en picado.

En el caso de los medios privados, Podemos propone democratizarlos fraccionando sus capitales y forzando que estén divididos en varias manos. No está claro que esto sea viable o si nos pondremos de acuerdo en cómo se arbitra y cómo se ejecuta el proyecto. Asimismo conviene recordar que ya los primeros socialistas habían legislado en un sentido similar, esto es, limitando la propiedad de los medios y forzando la creación de alianzas que funcionaran como checks and balances, para la garantía del pluralismo, lo que es algo equivalente. Fraccionar los capitals es lo mismo que limitar el acceso a la propiedad (siempre con la intención de hacerlos más plurales) y presenta sus mismos inconvenientes: el capital dispone de mil medios para burlar las regulaciones, desde testaferros a sociedades ficticias.

Realmente, la única posibilidad de democratizar los medios, como pasa siempre, es la educación de las audiencias. Justo lo que nadie toca. ¿Por qué los medios de los países escandinavos son mejores, menos agresivos, estúpidos y detestables que los españoles? Pues, como sabemos todos, porque el nivel eduactivo y la capacidad crítica consiguiente de los lectores nórdicos son superiores a los de los españoles, lo que hace que el público nórdico no compre ni vea ñordas. Y, mientras eso no pase en España, no habrá gran cosa que hacer. Estas medidas que se proponen son puramente cosméticas. Nadie se atreve a propiciar el comienzo del cambio que sería, sí, eficaz, porque es una inversión y una medida a muy largo plazo y a los izquierdistas de salón les consume el mismo deseo que consume los demás políticos: el de obtener réditos rápido, en menos de cuatro años, para lucir un espíritu reformista que, en el fondo, no tienen. Porque, también en el fondo (y sin que se nos oiga mucho) ellos son tan público como el público para el que legislan, ven los mismos programas y leen la misma basura. No hay más que oírlos a todos, a absolutamente todos, hablando de fútbol.

Bueno, en realidad, el vídeo va de otra cosa. 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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