Pedro Sánchez debió presentar su dimisión en la noche electoral del
20-D, tras ser derrotado por Mariano Rajoy y obtener el peor resultado
del PSOE desde el inicio de la transición. Pero, lejos de abandonar, el
secretario general del PSOE calificó de bueno e ‘histórico’ su fracaso y
se lanzó con solo 90 escaños a buscar la Presidencia del Gobierno de
España con el único argumento de que lo importante era ‘echar al PP del
poder’.
Lo demás, como la estabilidad y gobernabilidad de España, carecía del
menor interés para Sánchez y por ello se negó a hablar con el PP -el
partido ganador de las elecciones- y se lanzó, sin apoyos suficientes e
implicando al rey Felipe VI en su porfía, a su temeraria investidura que
fracasó como era fácil de imaginar.
Arrastrando en ella a Ciudadanos y a su líder Albert Rivera con quien
había firmado un pacto, que también se califico de ‘histórico’, que no
sirve para nada y que incluía falsedades notables como la pretendida
‘reforma exprés de la Constitución’ algo imposible de llevar a cabo sin
el apoyo el PP, que Sánchez y Rivera tuvieron la osadía de comparar con
¡la Transición!
Y ahora Sánchez, fracasado en las elecciones y la investidura, se
acerca a su último e imposible intento de pacto con Podemos para cumplir
un trámite y finalmente culpar a Pablo Iglesias, como a Mariano Rajoy,
de no permitirle al ¡gran Pedro Sánchez!, gobernar el país con sus solo
90 escaños, llevando de lazarillo a Rivera con el que suma 130 y queda a
46 escaños siderales de la mayoría absoluta para gobernar.
Y todo este desastre adornado de propaganda y mentiras del ‘cambio
reformista y de progreso’ para finalmente acabar en puertas de unas
elecciones anticipadas que el PSOE volverá a perder el 26 de Junio. Y a
las que Sánchez se volverá a presentar, para lo que ha decidido aplazar
el Congreso de su partido -previsto para los días 21 y 22 de mayo- y
suspender las elecciones primarias de secretario general del 8 de mayo
por miedo de que Susana Díaz ganara y lo desalojara de la secretaría
general.
El argumento de Sánchez para aplazar el Congreso ha sido el decir que
hay que esperar a ‘que España tenga Gobierno’. Lo que sería muy fácil
si tras su colección de fracasos en serie Sánchez hubiera dimitido y de
esa manera facilitado un gobierno de los partidos constitucionales, PP,
PSOE y C’s, para garantizar la estabilidad y gobernabilidad del país y
reforzar el ámbito constitucional frente al desafío secesionista
catalán.
Pero está claro que Sánchez no imagina España sin él en la Moncloa y
que no solo pretende el caos institucional sino que además conduce el
PSOE hacia una seria crisis de identidad y puede que de supervivencia en
el caso de que Podemos, con la ayuda electoral de IU, se convierta en
segundo partido nacional y líder de la izquierda como ya ocurrió en
Grecia con Tsyriza y Alexis Tsipras.
Como ha ocurrido siempre en las democracias europeas Sánchez, una vez
fracasadas sus negociaciones para la formación de gobierno, debió de
regresar al palacio de la Zarzuela a decirle al Jefe del Estado que no
estaba en condiciones de superar a la investidura para que el monarca
nombrara a otro candidato para la formación de Gobierno.
Pero no, Sánchez siguió hasta el batacazo final. Como ahora pretende
imponer su liderazgo en el PSOE retrasando el Congreso del partido hasta
el otoño -si hay elecciones el 26 de junio será lo que ocurrirá-, salvo
que otros dirigentes socialistas le paren de una vez por todas los
pies. Lo que tampoco va a ser fácil porque la agresividad y los malos
modales de Sánchez anuncian que está dispuesto a todo, incluso a dañar
el PSOE, con tal de continuar su catastrófica ‘marcha triunfal’.
(*) Periodista
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