domingo, 6 de marzo de 2016

‘Sanileaks’ / Alberto Aguirre de Cárcer *

Entre los atributos de los Gobiernos de Ramón Luis Valcárcel desde 2004 no figuraba la excelencia en la gestión. Convirtió el PP regional en una disciplinada y eficaz máquina electoral que ganaba una y otra vez en las urnas, incrementando su ventaja con la oposición hasta límites inverosímiles. Pero todas esas fortalezas y habilidades luego no se trasladaban a la gestión de la administración pública, que es mucho más exigente y tediosa que la actividad política. 

Por desinterés y por la priorización de otros objetivos, las costuras del traje administrativo de la Región quedaron al descubierto cuando la crisis apretó, naufragó el modelo productivo impulsado años antes y hubo que adoptar medidas de ajuste del gasto público para cumplir la ley de estabilidad presupuestaria. Superado por las circunstancias, Valcárcel acertó al reclutar, como consejero de Hacienda y vicepresidente, a Juan Bernal, quien evitó la debacle y embridó el déficit hasta que salió despedido por el conflicto del aeropuerto de Corvera, cuando el expresidente regional tuvo que decidir entre política y gestión, volviéndose a equivocar con colosal estrépito.

Este periódico fue especialmente exigente con Juan Bernal en materia de resultados, justo además en la etapa más complicada para el control de las cuentas públicas regionales porque eran inevitables las medidas drásticas e impopulares. Mucho más que con ningún otro, precisamente porque es el más sólido y riguroso de cuantos han pasado por esa cartera en los gobiernos del PP. Bernal creía que existía margen para el ahorro con una mejor gestión de la sanidad pública (también lo decía la oposición), y el tiempo le ha dado la razón. Ordenó en 2012 a la Intervención escrutar las cuentas del Servicio Murciano de Salud y el resultado de esos informes ha revelado la existencia de numerosas ineficiencias y no pocos despilfarros, algunos sonrojantes. 

En las últimas semanas ‘La Verdad’ tuvo acceso a los resultados de esas auditorías realizadas entre 2012 y 2014, cuyas conclusiones finales terminaron de redactarse a lo largo del pasado año. La Intervención detectó más de 200.000 euros de pagos indebidos en nóminas del SMS durante tres meses de 2012, errores en el 46% de las baremaciones de las bolsas de trabajo, un posible ahorro de 2,7 millones anuales externalizando menos pruebas y gastos de altos cargos en restaurantes obviando el código del buen gobierno. Son el resultado de inspecciones, en forma de cata durante varios meses, de distintos capítulos cruciales del Servicio Murciano de Salud. Concluir de todo eso que el SMS es un desastre en materia de gestión sería tan erróneo como negar la evidencia de que es manifiestamente mejorable.

La Consejería de Sanidad ha terminado por admitir la existencia de «riesgos e incidencias» en la gestión económica y por anunciar un plan de control interno del organismo, un paso más responsable que su habitual lamento infantil de que «solo se destaca lo malo», que además de incierto está completamente fuera de lugar cuando se habla de la sanidad pública y del dinero de los contribuyentes. Queda la duda de si la reacción hubiera sido la misma de no haberse publicado esos informes en ‘La Verdad’, pero lo importante para todos es que ha habido finalmente una respuesta en la dirección adecuada, la que siguen todas las instituciones que tienen en la sostenibilidad de sus cuentas y en la eficacia de su gestión un mandamiento ineludible para garantizar su supervivencia.

Gestionar, repito, es una tarea exigente y tediosa, pero es una obligación insoslayable. Y más cuando la sanidad pública murciana arrastra problemas financieros estructurales que vienen de lejos. Se registran de forma acumulativa por unas transferencias del Estado mal y deprisa negociadas, por unos desmesurados incrementos salariales en época de bonanza, por un crecimiento de la presión asistencial por el aumento de la población y por la persistencia de un modelo de financiación autonómica que claramente nos perjudica. Todo ello perpetúa el déficit estructural del SMS. De nada sirve maquillar esa realidad en los Presupuestos regionales y postergar una vez más la resolución de todos los puntos negros claramente identificados por la Intervención. Existe mucho margen de mejora y es hora de ponerse a ello. Con eficacia y sin lloriqueos.


(*) Periodista y director de 'La Verdad'


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